El balcón

Ameli Gavante
The non specialist blog.
3 min readJun 4, 2018

Ella se sentó en el balcón.

Su barbilla apoyada sobre el barandal blanco, sus pies volando con la ligereza de un ave sobre el vacío. El piso frío, en contacto con sus glúteos le hacían sentir una confortable sensación de alivio ante el calor inminente que azotaba la ciudad.
Ella no tiene el cabello tan largo, apenas cubre un par de dedos por debajo de sus hombros, castaño, suave, se mueve con el vaivén de la brisa, rozando la camiseta blanca que ha tomado de nuestro armario.

Sabe que es mía, ambas sabemos que le queda mucho más grande… pero ella siempre dice que son más cómodas que las suyas al dormir.

Aún cuando no se lo diga, amo que las tome… y me he descubierto utilizándolas al día siguiente cuando amanecen al pie de nuestra cama; porque conservan su aroma, ligeramente avainillado y aunque sean solo 20 minutos, mientras preparo nuestro café, o espero a que se caliente la ducha. La conservo en mis sentidos toda la jornada.

Mueve los pies en el vacío, tal como si jugara con el agua de un lago… no ha notado que estoy observándola desde el sillón. Es hermosa… no es perfecta, pero son todos esos detalles los que la hacen tan irresistible para mi ser.

Mientras te observo pienso en todas las cosas que has vivido, pienso en la forma que llegaste a mi vida… siento rabia, porque no pude estar para ti antes, para cuidar esa preciosa mente y hermoso corazón, por otro lado… entiendo que sin cada momento no serías la mujer que me hace tan feliz, solo con pensarla.

Te admiro. Admiro tu fuerza, la capacidad que tienes para superar los obstáculos , para sonreirle al mundo aún cuando las cosas no son como las esperas, para mantener esa inocencia que irradia tu cuerpo a través de la tela blanca, en esta noche hermosa y estrellada.

Te quiero, te quiero mantener cerca de mi, rozar tus labios al amanecer, abrazarte y quiero hacerte reir todos los días. Levantarte 25 cm del suelo, para que me digas que te baje porque te da miedo que te cargue. Quiero llegar a casa para besar tus labios cuando tu lo hagas, citarte misteriosamente en el parque más bonito de la ciudad. Sorprenderte.

Tu y todas tus mañas… tu y todas tus anécdotas, se reflejan en mi mente mientras te observo en silencio.

No hay luz en la ciudad, las estrellas inundan el cielo… me acerco al balcón y sin decir una sola palabra, me siento a tu lado… Somos afortunadas, en nuestra selva de concreto, ninguna construcción cubre nuestra vista.

Miro al infinito, disfruto de la vista… pienso en que deseo repetir este momento cada noche por el resto de mi vida. Ver millones de estrellas a tu lado… sin importar el lugar geográfico, junto a ti siento que siempre estoy en casa.

Diriges la mirada hacia mi. Sonrío sin mirarte y tu lo haces también.
Me preguntas que siento por ti…
Ahora soy yo quien ve tus dulces ojos color avellana… trato de expresarte todo con mi mirada… regresas la vista al infinito.

— Olvídalo… ¿Qué podrías sentir por alguien que no está aquí?

Despierto con la vibración de mi teléfono, tu mensaje dándome las buenas noches, se presenta en mi pantalla.

Comienza un nuevo día… y mientras preparo mi café y espero que la ducha esté lista, imagino tu aroma en esta camiseta blanca y gastada, y me pregunto, si en aquel lado del mundo, tu sientes algo similar.

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