Las manos como un instrumento de sanación
Tus manos sostienen buena parte de tu realidad. Así de exhaustivo es el papel que juegan ellas en la existencia. Cuando en algún punto de la vida mires hacia atrás, notarás que pocas cosas habrán ocupado por más tiempo tu campo de visión, y pocas habrán servido más a tu voluntad, que tus propias manos. “Podemos concluir que el alma es análoga a la mano; pues la mano es la herramienta de herramientas”, decía Aristóteles.
Al hablar de las manos, y sobretodo al intentar repasar su presencia en la historia humana, más vale hacerlo destilando sus múltiples facetas: espejo, medicina, libro, talismán, vehículo de creatividad y autonomía, mapa, y muchas otras. Así, al menos podremos acercarnos a la esencia de las manos y
sobretodo recordar, a través de ellas, que estamos diseñados para diseñar la realidad.
Las manos como mapa y espejo
Las manos te representan o mejor dicho te encarnan. Su forma, textura, señas y movimientos son una especie de espejo mimético de quien las porta. Tú eres tus manos, ellas te reflejan y conocen tus secretos.
La quiromancia, el arte de leer las manos para descifrar información trascendental, por ejemplo el destino de una persona, se formalizó desde al menos hace cinco mil años (con un manual firmado por el hechicero y astrólogo hindú, Valmiki Marhashi). A partir de entonces y en numerosas
tradiciones, las manos se han tomado por impresión cartográfica de una persona: el mapa transtemporal de una vida, trazado no sólo por el pasado del individuo, también por su futuro.
Pero a través de las manos no sólo puede hacerse una lectura metafísica. También está en ellas inscrito el presente de una persona, y todo lo que puede deducirse sobre alguien con solo mirar sus manos, es fascinante. No debiera sorprendernos entonces, que las manos guarden uno de los sellos identitarios irrepetibles, las huellas dactilares, ni que sean estas el primer punto en que una persona se reconoce, cuando se percibe a sí misma por vez primera –e inaugura así su proceso de autoconciencia–.
Las manos mágicas
En el islam, lo mismo que en el judaísmo y el catolicismo, la mano se asocia con la magia, la suerte y la protección. Uno de los talismanes más poderosos en un contexto religioso es la hamsa (también conocida como mano de Fátima o mano de María). Esta no sólo se utiliza como escudo protector,
por ejemplo contra el mal de ojo, también es una fuente de bendiciones y fortaleza.
Conjurar e invocar son dos recursos fundamentales de la tradición mágica. En ambos, el ingrediente esencial para concretar el acto es, además del lenguaje, las manos. Lo mismo ocurre con los rezos, las plegarias y la veneración, todas intenciones que generalmente pasan por las manos, como si se reconocieran en ellas a catalizadores de la voluntad divina.
En la cultura popular, la magia y la mano también se acompañan con frecuencia. Cuando alguien piensa en un acto mágico, generalmente lo asocia con la prestidigitación, que básicamente se refiere la capacidad de simular realidades (y por ende tal vez también crearlas) a partir del uso de las manos.
Tus manos son medicina
Con frecuencia las manos resolverán aquel misterio
que la mente ha luchado en vano por resolver.-Carl G. Jung
Hasta ahora hemos repasado brevemente la relación de las manos con la voluntad y la magia, con la identidad, el camino personal y la suerte. Curiosamente, si fundimos estos elementos, desembocamos de forma casi inevitable en la latitud de la medicina y la sanación.
Las manos son los instrumentos medicinales por excelencia: conductores de energía e intención, y modelos a escala de la cartografía energética y fisiológica de los cuerpos físico y etéreo. El reiki, diversas técnicas de masaje, la sanación pránica, la acupresura y la quirología, son solo algunas de las
prácticas de sanación que aprovechan el poder de las manos.
Otra práctica que reafirma la capacidad de las manos para incidir en múltiples planos de sanación es la de los mudras, presentes desde hace milenios en el hinduismo y el budismo. Se trata de posturas o acomodos rituales de las manos y dedos, a veces tocándose entre ellas, otras simplemente conectando un cierto dedo con otro o formando una figura, y facilitan el flujo de energía vital que circula dentro y alrededor de tu cuerpo.
Desde una perspectiva neurológica, las manos mantienen un intercambio permanente con el cerebro. Nuestro desarrollo cerebral está asociado de manera estrecha con el uso que le damos a nuestras manos –por eso los beneficios neurológicos que aportan las manualidades y que han advertido varios estudios neurocientíficos–. Es decir, existe una correspondencia particularmente intensa entre nuestra mente y manos.
Finalmente, podríamos afirmar que las manos son también un vehículo de auto-conocimiento y auto-exploración. Pocos ritos más íntimos, y sanadores, que palparte a ti mismo, masajearte y estimular ciertos puntos del cuerpo con tus dedos. Los efectos de un acto tan simple como ese te van a sorprender. A fin de cuentas somos seres medicinales, y las manos son una clara prueba de nuestro propio potencial sanador.
La próxima vez que mires tus manos recuerda que en realidad de estás mirando a ti; úsalas, son
tuyas, y su poder sanador es desbordante. Confía en ellas.