Brasil y el precio de la pandemia

Diego Pinheiro
The Pandemic Journal
8 min readFeb 15, 2021

La primera vacuna que arribó al país sudamericano ya se ha aplicado, pero hasta el momento Brasil vive una mala gestión cuyo impacto se ha vuelto insostenible.

Foto: Matheus Bertelli

SÃO PAULO, BRASIL — El coronavirus llegó a Brasil en febrero de2020. Poco después de un año, el virus ha acumulado, así como en el resto del mundo, cantidades incontables de personas infectadas y muertos. Hoy, el país tiene, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud, un número superior a 8 millones de infectados y más de 200 mil muertes.

A pesar de estas cifras, Brasil, como otros 56 países, ya ha comenzado la vacunación contra la Covid-19, con la primera vacuna aplicada en el día 17/01/21. Con relación a la campaña de vacunación, el país es hoy la octava nación que más ha vacunado, llegando q un total de 2.677.370 aplicaciones hasta este momento.

Sin embargo, hasta la llegada de la vacuna, Brasil tuvo una gestión política problemática y responsable por el mal manejo de lacrisis en relación con la pandemia. Esto tuvo un alto precio para el país, que observó escenarios desfavorables en todos los sectores, siendo el más impactado el de la salud.

Aunque Brasil tiene un sistema de salud bien pensado, la mala gestión de la pandemia ha hecho que el Sistema Único de Salud (SUS) tenga una operación contraria y fallida. Esto ocurrió porque, para su funcionamiento, es necesaria la integración de los tres poderes: el federal, estatal y local. Y esta unión no se llevó a cabo.

Según el politólogo y coordinador del Centro Brasileño de Estudios e Investigaciones sobre la Democracia (Cebrad/Uerj), Geraldo Tadeu Monteiro, la parte superior del sistema de salud es formado por la administración federal y esta misma esfera política manifestó una actitud negacionista en relación con la pandemia. “Esta negación extrema llevó a la renuncia de dos ministros médicos y la sustitución por un ministro que no es médico, un militar, que confesó no conocer lo que es el SUS cuando asumió el ministerio. Entonces, esto tiene un precio”, explica.

Foto: Michael Dantas

Estas situaciones pueden hacer estimular el espíritu de polarización política en Brasil, algo que se ha incrementado desde el 2013, cuando ocurrieron las Marchas de Junio. Esta manifestación reveló, por parte de la clase media tradicional, un descontento con la situación económica de ese año. Pero este sentimento de descontento duró hasta el 2016, llegó a ocasiones como el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Tanto es así que estos acontecimientos dieron como resultado el agotamiento de muchas inversiones.

Esta historia de polarización, según Monteiro, tuvo lugar en el contexto del impeachment de la presidenta Dilma Rousseff en 2016 y la retirada, por fuerzas legales, de la leyenda de Lula de las elecciones de 2018. “Estos factores, asociados a la desintegración del centro político, que tiene que ver con una antipetisis muy fuerte estimulada por la operación Lava Jato, allanaron el camino para la elección de Jair Bolsonaro”, señala. “Y aquí vale la pena recordar que el gobierno de Bolsonaro es un gobierno militante. Es un gobierno que no se preocupa de entregar los bienes públicos en la punta. Se ocupa de hacer política, de mantener a las tropas galvanizadas para el combate. Esto se debe a que cree que tiene una misión: la de defender a Brasil de los corruptos, de los comunistas, de los pro-aborto, de los que estimulan la ideología de género, entre otras motivaciones ideológicas. Así que la polarización se mantiene permanentemente viva por la propia acción del gobierno”, concluye.

Dentro del sector político, existe otro factor que, socialmente y en el ámbito de la salud, tuvo impactos negativos. En enero, Bolsonaro fue involucrado en un evento sin éxito sobre la negociación con el gobierno indio para la importación de la vacuna. Como resultado, cuando India comenzó a exportar el agente inmunizante terminó dejando a Brasil fuera de la lista de países que lo recibirían.

Jair Bolsonaro y Ram Nath Kovind Foto: Alan Santos

Esta actitud refleja una opción geopolítica del gobierno indio, que prefirió reforzar su influencia en el continente asiático. Sin embargo, según el profesor de relaciones internacionales de la ESPM, Fábio Pereira de Andrade, esta observación no puede utilizarse para disminuir las responsabilidades del gobierno federal brasileño, ya que no hubo ninguna estrategia para hacer frente a la crisis, hasta el punto de que el gobierno nacional se convirtió en rehén de las decisiones del gobierno indio.

Sin embargo, las agendas políticas de ambos países tienen varios puntos de convergencia. “Ambos formulan sus acciones e inactividades a partir de tres hitos: el primero abarca la crítica a las instituciones que caracterizan a la democracia liberal, especialmente en lo que respecta a la separación de poderes y la representación. El segundo tiene que ver con los cuestionamientos a la organización de la política exterior basada en el multilateralismo. Y la tercera es que ambas se basan en la creencia de que desempeñan un papel histórico en el restablecimiento de las fuerzas políticas conservadoras”, explica Andrade.

Pasando a cuestiones internas, Brasil vivió un escenario desfavorable para el mercado. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), ya en septiembre del año pasado el país experimentó un aumento del 27,6% en la tasa de desempleo. Por otro lado, en enero de este año, Ford anunció el cierre de sus fábricas en el país, generando un aumento de 5.000 desempleados.

Pero no sólo Ford. En diciembre, Mercedes Benz anunció su salida del país. Ambos fabricantes de automóviles evaluaron, como una de las razones de las decisiones, la mala situación económica y los altos costes de producción en el país. Para que la situación se normalice, el economista, analista político y presidente del Grupo Oxford, Carlo Barbieri, evalúa que es necesario hacer una reforma fiscal completa. Según él, si cada uno puede actuar en su área, la situación puede volver a su lugar.

No obstante, dado el número de desempleados, es innegable que Brasil vive una crisis económica, y el legado de resultado no será positivo. “Lo que la pandemia dejará como saldo será el aumento de la pobreza. Después de todo, el conflicto contra el coronavirus ha golpeado duramente a las clases bajas. Esto se debe a que en Brasil la inversión económica era pequeña y, por tanto, la población no podía mantenerse”, señala Barbieri.

No sólo el sector económico recibió poca atención durante la pandemia. El entorno nacional también quedó desprovisto de apoyo y atención. Como resultado, los datos del Inpe (Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales) indican que los focos de incendio tuvieron un crecimiento en un 12% durante el 2020, superior al de 2019.

Foto: Rita Sopala

El bioma más afectado fue el Amazonas, el cual vivió el año pasado un aumento del 15% en sus focos de incendio respecto a 2019, sumando 103.134 puntos. Para el investigador de la Universidad Federal Rural de la Amazonia (UFRA), Divino Silvério, hay dos importantes impactos negativos de este escenario.

Ellos consisten en la gran reducción de la humedad media sobre la Amazonia y los cambios significativos en el régimen de precipitaciones de algunas regiones. “En conjunto, estos cambios están llevando a Amazonia a un umbral a partir del cual la recuperación ya no será posible. De este modo, todo el sistema puede quedar atrapado en un estado de vegetación abierta y degradada, lo que algunos investigadores llaman la sabanización de la Amazonia”, lamenta.

Pero no es sólo por el fuego es que la naturaleza brasileña, y el bioma amazónico en particular, se han visto afectados. En 2020, la selva amazónica también sufrió de la deforestación de un 70% superior a la media de la década anterior. Esto demuestra, entre otras cosas, la debilidad de las políticas públicas de protección del medio ambiente.

Sin embargo, según Silvério, hoy es posible saber exactamente dónde se está deforestando. Al fin y al cabo, el seguimiento por satélite permite detectar, casi en tiempo real, las zonas deforestadas. Sin embargo, el investigador señala que falta voluntad política para la aplicación de medidas coercitivas que frenen estas prácticas y multen a los agresores de la naturaleza.

Según el investigador, casi un tercio de la deforestación se produce en zonas públicas, por lo que la solución a este problema pasa por la asignación de tierras públicas. “Además, necesitamos incentivos para la cadena de productos forestales no madereros y mecanismos para valorar los bosques. Aparte de eso, también hay que recompensar económicamente a los propietarios que conservan sus tierras”, enumera. “Un paso importante en este sentido fue la aprobación en el Congreso de la Política Nacional de Pagos por Servicios Ambientales. Establece directrices y criterios para el pago de servicios ambientales y puede ayudar a valorar el bosque”, enfatiza.

En el otro extremo está la sociedad y la cultura de la población brasileña. Como todos los demás sectores que componen Brasil, también se han visto fuertemente afectados por la pandemia. Y el legado de la era Covid-19 en el país ya se puede ver en algunos detalles.

En el sentido sociológico y antropológico, quizá una de las principales consecuencias de la pandemia en Brasil sea el de una sociedad más embrutecida. Así lo cree el sociólogo Jorge Leite Jr. Para él, se han naturalizado la ignorancia, el desprecio por la vida o la muerte, la falta de respeto por el sufrimiento y la pena, y el estímulo a la agresión y la discordia.

Este es también el punto de vista del antropólogo y científico social Expedito Leandro Silva. Para él, Brasil no tiene ni tuvo una política federal que ofreciera un sentimiento de solidaridad y se preocupara por combatir y evitar que el Covid-19 se extendiera más en el país.

Es interesante observar, por tanto, cómo la política, el extremo opuesto de los sectores brasileños, afecta directamente al ámbito social. Cada acción perpetrada por el gobierno tiene, en consecuencia, un efecto en la sociedad. Por lo que llevar a cabo acciones positivas y constructivas es el principal deber del gobierno federal.

Sin embargo, el Dr. Riberti de Almeida ve el ejercicio de Jair Bolsonaro durante la pandemia como un caos y algo sin coordinación institucional para hacer frente a sus efectos. “Un jefe de Estado que desde el inicio de la pandemia ha negado el coronavirus, ha dudado de la ciencia e incluso ha apostado por medicamentos ineficaces contra el virus, revela una postura totalmente carente de conexión empática con un enfoque de desinformación e incluso de desunión de los brasileños”, señala.

Divulgación

Con su postura, Bolsonaro promovió la idea de comparar la pandemia con una situación de guerra, una relación problemática desde el punto de vista sociológico. Al fin y al cabo, según el sociólogo Jorge Leite Jr., la idea de la guerra presupone un enemigo a destruir, legitima el estado de violencia, presupone y estimula los espíritus agresivos y belicosos, además de liberar a las personas, en nombre de un bien mayor, para cometer las mayores atrocidades.

El profesional subraya que se trata de un virus. No un general enemigo. No es un estratega y no es un soldado que viene intencionalmente a destruir el país. “Si pensamos que realmente estamos viviendo una lógica de guerra, nada más natural, nada más que una consecuencia lógica, es poner un militar en el ministerio de sanidad. Esto es una consecuencia directa de esta lógica absurda de pensar que estamos viviendo una guerra”, critica Leite Jr..

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Diego Pinheiro
The Pandemic Journal

I’m a brazilian journalist who writes for an indepepent online newspaper from São Paulo city called Jornal O Prefácio.