“Con la pandemia, todo es más difícil para los refugiados”

Fabián Kovacic
The Pandemic Journal
7 min readAug 12, 2020

Entrevista a Juan Carlos Murillo González, responsable de ACNUR para América del Sur

BUENOS AIRES, ARGENTINA — Hablar de refugiados siempre es delicado porque la mayor parte del tiempo está en juego su suerte y, a veces, incluso la vida misma. Pero en tiempos de pandemia, el problema se vuelve más comprometido y las partes involucradas caminan con plomo. ACNUR porque es un organismo de la ONU que debe velar por el destino de los refugiados; cada uno de los gobiernos porque no quieren problemas diplomáticos con sus vecinos o con la ONU y los propios refugiados porque no quieren perder la posibilidad de salir de una situación comprometida agravada por la pandemia. Hablar de vidas humanas y sus historias en este contexto se vuelve difícil porque el silencio y las buenas costumbres son el túnel por el que pasa la vida de millones de personas. Basta con ver las series en Netflix sobre la situación de los refugiados para comprender la gravedad de la situación: Trapped, Sorjonen, Suburra o Desplazados.

La situación generada por la pandemia de coronavirus tiene sus golpes más duros en poblaciones vulnerables. En este grupo tenemos que incluir necesariamente a los desplazados por motivos políticos, persecución racial, situaciones económicas y guerras o enfrentamientos armados internos en diferentes países. Los migrantes en busca de asilo o refugio son desplazados en riesgo en medio de una pandemia: sin hogar, sin dinero ni trabajo, van en busca de algo mejor y encuentran a Covid 19.

En el cono sur de América del Sur, la situación es compleja. Bolivia sufre una dictadura. Chile enfrenta reclamos sociales de décadas que ahora han estallado ante un gobierno liberal. Argentina salió de un gobierno liberal y no pudo rearmarse cuando la pandemia la sorprendió. Uruguay acaba de pasar de una socialdemocracia al liberalismo y Paraguay mantiene un gobierno constitucional con las condiciones particulares de ese país desde la caída del dictador Alfredo Stroessner en 1989.

Sin embargo, las poblaciones desplazadas acuden en masa a todos estos países en busca de una vida mejor en medio de la pandemia. La misión del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es facilitar las condiciones de vida de estas personas en su difícil decisión de salir a buscar un nuevo destino.

La condición de refugiado y asilo se otorga a quienes sufren alguna forma de persecución o temen por su vida en su país de origen o en otros países donde viven. Sin embargo, en la práctica ambos casos presentan diferencias.

La condición de refugiado está regulada por la ley y se otorga a quienes solicitan formalmente a las autoridades de un país ser recibidos porque su vida o calidad de vida está en riesgo debido a sus creencias políticas, su credo o su raza. El asilado en general es una figura aplicada a las personas que consideran su vida en peligro por motivos políticos y es el paso previo a ser admitido como refugiado político.

ACNUR Cono Sur ha aprobado actualmente un presupuesto de 24 millones de dólares y los principales desplazamientos de población en los últimos tres años tuvieron como protagonistas a ciudadanos venezolanos y colombianos que emigraron de sus países por la situación política interna. Los colombianos eligieron preferentemente a su vecino Ecuador y no suelen ser considerados por la prensa. Sin embargo, las cifras muestran que la migración de colombianos hacia el país vecino aumenta de la misma manera que las migraciones de Nicaragua hacia países vecinos lo han hecho en los últimos seis años, según datos de la ONU.

Hasta junio pasado, la mayor población desplazada al Cono Sur es originaria de Venezuela, que tiene unos 5,2 millones de ciudadanos huyendo del país. Solo el ACNUR en Argentina contiene 185.702 desplazados, en su mayoría venezolanos. 3.881 y refugiados y 8.044 asilados de distintas nacionalidades. En Bolivia, acogió a 878 refugiados y 244 con solicitudes de asilo y también a 5.472 venezolanos desplazados. En Chile hay 2.053 refugiados, 8.585 personas solicitando asilo y la población venezolana desplazada asciende a 452.712 personas. En Paraguay contiene 1.016 refugiados y 694 personas de diferentes nacionalidades solicitantes de asilo, además de 3.588 venezolanos. En Uruguay, ACNUR tiene 516 refugiados, 13.750 asilados de diferentes países, entre ellos Cuba y Siria, y solo de Venezuela otros 14, 362 ciudadanos desplazados en espera de resolución de su situación legal. En Uruguay, ACNUR tiene 516 refugiados, 13.750 asilados de diferentes países, entre ellos Cuba y Siria, y solo de Venezuela otros 14.362 ciudadanos desplazados en espera de resolución de su situación legal.

Juan Carlos Murillo González es el jefe de la región del Cono Sur de ACNUR que incluye a Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay y conversó con The Pandemic Journal sobre la situación de los migrantes en medio de una pandemia.

-¿Cuáles fueron los principales desafíos para el ACNUR en América del Sur ante esta pandemia?

-El principal desafío fue trabajar con los gobiernos que decidieron cerrar las fronteras por completo para que hicieran excepciones a las solicitudes de refugio y asilo de muchas personas que se encuentran desplazadas o perseguidas en otros países. Logramos que Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay hicieran excepciones humanitarias y permitieran a los solicitantes de asilo ingresar a los cruces fronterizos. El otro punto importante fue que pudimos acordar con esos mismos gobiernos la posibilidad de habilitar solicitudes de asilo o refugio de forma remota, en línea. Ese fue un paso importante.

-En cuanto al procesamiento individual y trato humano de los desplazados, pero ¿cuáles fueron las dificultades de ACNUR Sudamérica ante la pandemia?

-Un problema complejo era que muchos de los solicitantes de asilo o refugio pertenecen al sector informal de la economía de sus países y era necesario atender no solo a la condición de refugiado sino también a la falta de recursos económicos de esa población. Es necesario no solo darles espacio en el país al que buscan llegar, sino también brindarles sustento, comida, vestido, salud. Y de repente con esta pandemia pasamos de tener unos cientos de casos a miles y miles. Estamos abrumados. Tuvimos dificultades de financiación para hacer frente a nuestro trabajo y los artículos tuvieron que ser reenviados desde ACNUR para poder seguir trabajando con migrantes y personas desplazadas.

-¿Qué impacto tiene la pandemia en la población migrante con la que trabaja?

-No tenemos numerosos casos de contagios entre los refugiados que nos alarmen. Las condiciones en las que los recibimos son similares a los traídos de sus países. Covid 19 no es nuestro principal problema ahora en ACNUR Sudamérica en términos de contagio. Pero es cierto que existe el prejuicio de ver al migrante como portador de virus y eso puede llevar a situaciones discriminatorias que debemos evitar. La pandemia no discrimina, pero nosotros sí y ese es el riesgo que enfrentan los migrantes.

-¿Qué cosas se necesitan para mejorar la situación de los desplazados en estas condiciones?

- Se necesita mucha más cooperación de la comunidad internacional. La conciencia sobre la situación de los desplazados tiene que ser más profunda porque la realidad es muy dura. Los cinco países en los que he estado trabajando desde 2018 aquí en América del Sur son países en los que los refugiados buscan establecerse y echar raíces. No son países de tránsito como ocurre con otras realidades, por ejemplo en Centroamérica, donde hay países como México que reciben desplazados de Guatemala, El Salvador, Honduras o Panamá en tránsito hacia Estados Unidos. En el caso sudamericano, las redes de apoyo social que se abren en torno a los refugiados son de suma importancia. En todos los países, en sus núcleos urbanos y especialmente en los barrios, hay solidaridad para recibir a los migrantes y hacerles un lugar en la comunidad.

-¿Cómo es el trabajo con países cuyos gobiernos enfrentan serias cuestiones sociales, como la dictadura en Bolivia y el erosionado gobierno de Piñera en Chile?

-Es cierto que estos son países con algunos problemas internos por resolver pero tengo que ser honesto y decir que esos problemas internos en cada país no llevaron a los gobiernos a modificar su actitud cooperativa con ACNUR. Insisto que en América Latina todos los países tienen fronteras cerradas herméticamente y por completo, pero sin embargo, las excepciones humanitarias en América del Sur han estado presentes para atender nuestras solicitudes y las de los refugiados.

-Los últimos informes de ACNUR en América del Sur muestran una demanda muy significativa de solicitudes de asilo de Venezuela. ¿Cómo afectó esto a las solicitudes de otros países?

-En los últimos veinte años han crecido las solicitudes de asilo entre países latinoamericanos. El número de desplazamientos de población en nuestro continente aumentó considerablemente. La situación en Nicaragua es grave, donde son muchos los que abandonan el país. Colombia es otro país con un alto número de personas desplazadas y muchas solicitudes de asilo y refugiados pendientes en Ecuador y Chile, donde estamos trabajando sin problemas con agencias locales para lograr visas y estatus de refugiado. Pero sin duda el éxodo sin precedentes que implica el desplazamiento de 5,2 millones de venezolanos de las fronteras fuera de su país complica la tarea que estamos desarrollando. Muchos optan por reclamar una visa Mercosur para llegar a los países de destino. Otros optan por aspirar al estatuto de refugiado, lo que hace que el proceso sea más complejo y largo que estamos intentando acelerar con las administraciones nacionales. Sin embargo, también continuamos tramitando las solicitudes de cubanos y sirios que solicitan ingresar, por ejemplo a Uruguay.

-Ante una pandemia que aún no tiene fecha de caducidad, ¿qué mecanismos deben mejorarse específicamente para facilitar el movimiento de los solicitantes de asilo o refugio y para que ACNUR lleve a cabo su labor de manera eficaz ante esta pandemia?

-Es fundamental que los gobiernos comprendan la necesidad de abrir fronteras como un gesto humanitario hacia quienes enfrentan la difícil situación de tener que dejar su tierra. En segundo lugar, que los sistemas de solicitud de asilo a distancia continúan mejorando en momentos en que las oficinas públicas no están abiertas o la atención personalizada es difícil. Y en tercer lugar, que quienes ingresen al territorio como asilados o refugiados tengan garantizados ingresos equitativos para el empleo, los servicios de salud, la educación y la vivienda para individuos o grupos familiares. Desarraigar es muy duro y con esta pandemia todo es más difícil para los refugiados.

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Fabián Kovacic
The Pandemic Journal

http://semanariopreguntas.wordpress.com / Corresponsal de BRECHA (Uruguay) y docente en Universidad de Buenos Aires y TEA