Polución pandémica: cómo la eliminación irregular de las mascarillas afecta el medio ambiente

Diego Pinheiro
The Pandemic Journal
8 min readNov 1, 2021

Además de estimular la propagación del virus de la Covid-19, este comportamiento demuestra la irresponsabilidad con la que la sociedad trata los recursos naturales.

Foto: Reproducción

Desde hace menos de dos años, la pandemia del nuevo coronavirus colecciona desde su explosión en enero de 2020, una cifra de más de 3 millones de muertos y una tasa de más de 66 millones de personas que superaron la enfermedad. De acuerdo con datos de la Universidad Johns Hopkins, de los Estados Unidos.

Para proteger a las personas de la Covid-19, la OMS (Organización Mundial de la Salud) emitió un comunicado para que se utilizaran las mascarillas. De esta manera, la diseminación del virus, que se propaga a través de aerosoles, sería controlada.

Ahora, un nuevo escenario se está construyendo. Con el programa global de vacunación en funcionamiento, el 47,3% de la población mundial tiene, al menos, una dosis de la vacuna, de acuerdo con la publicación digital especializada en la exposición de dados y búsquedas sobre los cambios en la calidad de vida en el mundo, Our World In Data.

Sin embargo, existe otro lado del programa mundial de vacunación, que es el creciente desuso de las mascarillas. Muchas de ellas son eliminadas irregularmente en el medio ambiente, apunta el Instituto Akatu.

Con sede en São Paulo y trabajando en la concientización y movilización social para el consumo responsable, el instituto informó que, solamente en Brasil, 12 millones de mascarillas de protección contra la Covid-19 fueron eliminadas irregularmente. Cada unidad desechada, dependiendo de la materia prima, tiene un tiempo de descomposición que bordea los 500 años.

Las mascarillas, sean las N95 o la FFP2, tienen normalmente en su composición polipropileno, un tipo de resina, es decir, un plástico. Este material acaba afectando no solamente el medio ambiente terrestre, sino que, en vista de los sistemas de saneamiento adoptados, acaba llegando al mar y dañando también el ecosistema marino.

Foto: Ricardo Gomes

De acuerdo con el profesor del Instituto Oceanográfico de la USP, Alexander Turra, coordinador de la Cátedra UNESCO de Sostenibilidad de los Océanos, una mascarilla, por ser hecha de plástico, tiene cierta interacción con la biodiversidad marina. “El impacto de la eliminación irregular de las mascarillas en el océano se percibe en la ingestión, por parte de los organismos más grandes, del objeto, y la consiguiente muerte o inanición de estos individuos”, señala. Sin embargo, este no es el único factor que complica la acumulación de mascarillas en el océano.

Turra señala que, cuando la mascarilla se degenera y pasa a tener un tamaño inferior a 5 milímetros, se convierte en un microplástico y acaba causando mayores daños a la fauna marina. “A medida que el polipropileno se degrada y se descompone en partículas cada vez más pequeñas, este material es ingerido por un mayor número de microorganismos y afecta también los más pequeños”, subraya.

No por casualidad, la organización Ocean Conservancy, con sede en Washington (EE. UU.), ha identificado que cada año se desechan más de 8 millones de toneladas de plástico en los océanos. Y se calcula que en el fondo marino hay un total de 150.000 toneladas de basura plástica, solo que ahora las mascarillas han pasado a formar parte de este número.

Foto por: Carolina Power (La Grande Mancha de Basura del Pacífico tiene 1,6 millones de kilómetros cuadrados y es tres veces el tamaño de Francia)

Aunque toda la fauna marina se ve afectada por la acumulación de residuos plásticos, hay especies, aquellas capaces de ingerir la mascarillas por completo sufren en mayor medida por esta situación. Algunos de ellos son peces, delfines, tortugas y pingüinos.

Según Turra, este escenario se vivió en la costa norte de São Paulo, cuando se avistaron pingüinos. Capturados por el instituto Argonauta de Ubatuba, las aves marinas tenían una mascarilla entera en sus tubos digestivos. “Además de llevar a la muerte, las mascarillas promueven el proceso de inanición, dificultando o reduciendo la percepción del hambre de estos organismos y llevándolos a una condición de fragilidad”, destaca.

Además de estas consecuencias, este producto al tener bandas elásticas, puede acabar atrapando especies y crear alguna dificultad en su locomoción, natación o incluso alimentación. “Aunque es menos común, este fenómeno también puede ocurrir y causar, a largo plazo, efectos crónicos que llevan a la pérdida de calidad de vida”, lamenta el profesor Alexander Turra.

Foto por: Nicholas Samaras

Sabiendo que la eliminación irregular de las mascarillas es algo global y, aún con un futuro marcado por la pandemia lejos de terminar, la atención debe basarse sobre el material de composición de lo que es el EPI (Equipo de Protección Individual) más utilizado hoy en día.

En este camino, varias empresas de todo el mundo han empezado a planificar y producir mascarillas con materias primas que no dañan el medio ambiente. Mientras que la empresa brasileña Suzano desarrolló unas a base de cartón, la empresa suiza EPFL (École Polytechnique Fédérale de Lausanne) desarrolló unas piezas a base de biomasa y, en Canadá, unos investigadores desarrollaron un protector hecho de fibras de madera.

Sin embargo, el material biodegradable es el más recomendado para ser utilizado en la elaboración de mascarillas. Es una alternativa para los artículos que tienen más posibilidades de perderse en el medio ambiente, pero sigue representando una solución a un problema crónico y quizás insoluble de la gestión de residuos sólidos.

Para Turra, los materiales biodegradables acaban funcionando como un seguro para la falta de educación sanitaria de la población, porque cuando llegan al mar se degradan de forma muy rápida. “La cuestión que hay que tener en cuenta en este debate es que un producto biodegradable tiene que serlo en un entorno natural y no sólo en situaciones especiales de compostaje como las que se dan en los vertederos”, contesta. “Estos productos pueden, sí, contribuir a un menor impacto de este tipo de artículos y de este tipo de fallos en el comportamiento social”, subraya.

Incluso si se adoptan materiales menos contaminantes como materia prima de las mascarillas, estas seguirán insertándose en un aviso del creciente nivel de contaminación. La ONU (Organización de las Naciones Unidas) indica que, si no se hace nada para frenar el vertido irregular de residuos, en 2050 los océanos tendrán más plásticos que vida marina.

En Brasil, sin embargo, la eliminación irregular de residuos ya es una agenda recurrente desde 2019. Ese año, según un estudio realizado por la Asociación Brasileña de Empresas de Limpieza Pública y Residuos Especiales (ABRELPE), la basura que el país vertía en sus aguas sería suficiente para llenar 30 estadios del Maracaná. Con capacidad para más de 78 mil personas, el llamado Estadio Jornalista Mário Filho es el 25º campo de fútbol más grande del mundo y el mayor de Brasil.

Foto: Reproducción (El Estadio del Maracanã es el 25º campo de fútbol más grande del mundo y el mayor de Brasil)

Hoy en día, aunque las mascarillas son un producto muy llamativo y visiblemente identificado, representan una parte muy pequeña de los residuos que llegan al mar. Aun así, son capaces, de forma proporcionalmente menor, de acelerar la estimación anunciada por la ONU. “No tendrían la capacidad de cambiar la realidad de lo que hemos previsto para 2050, aunque representan la falta de responsabilidad con la que tratamos los recursos naturales y los residuos que generamos”, critica el profesor Turra.

Esto indica la urgente necesidad de mejorar la calidad del saneamiento básico, algo de lo que, según la ONU, carecen 4.200 millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, países como Japón, Suiza, Corea del Sur, España y Bélgica cuentan con los mejores sistemas sanitarios del mundo, con un índice que indica que más del 90% de la población de estos lugares dispone de tratamiento de aguas residuales.

En Brasil, según los datos publicados en 2020 por el Sistema Nacional de Información de Saneamiento (SNIS), el 47% de la población no tiene acceso al alcantarillado sanitario. El SNIS también indica que el 16% de los brasileños no tiene agua potable y que solo se trata el 46% de las aguas residuales generadas en el país.

Foto por: Agência Brasil

Para mejorar este escenario, el presidente Jair Bolsonaro aprobó el nuevo Marco Legal de Saneamiento Básico en julio de 2020. La legislación prevé que, en 2033, el 99% de la población brasileña tenga acceso al agua potable y el 90% a tratamiento y recogida de aguas residuales.

Según la bióloga Simone Benedetti, el tratamiento de efluentes ya es una realidad en varias ciudades. “Las ciudades del interior de São Paulo, Tremembé y Taubaté, por ejemplo, tienen el 100% de sus aguas residuales tratadas antes de ser vertidas al río Paraíba”, cita.

Sin embargo, la contribución para hacer más eficiente el saneamiento básico nacional no sirve de nada si el gobierno federal ordena que la eliminación de las mascarillas se haga en la basura normal. Al fin y al cabo, esta práctica, además de ser antihigiénica, favorece una proliferación más eficaz del virus.

Según la infectóloga del hospital de Sírio-Libanês, Keilla Mara de Freitas, directora de la clínica Regenerati, la orientación ofrecida por el gobierno federal se debe a que es la forma más fácil de eliminación. “Estamos en una situación en la que muchas personas acaban desechando estos materiales de forma inadecuada, como ya hacen con otros materiales no biodegradables”, lamenta.

“Estas actitudes suponen un enorme riesgo para el medio ambiente, ya que acaban ensuciando las capas freáticas y los mares, obstruyendo los canales y provocando inundaciones”, destaca Mara de Freitas.

El proceso del gobierno federal brasileño no es, por tanto, la más adecuada para eliminar las mascarillas. Según la Vigilancia de la Salud, las mascarillas deben, con las correas entrelazadas en el interior, ser embaladas en dos bolsas de plástico diferentes de las utilizadas para otros residuos. Estos envoltorios deben cerrarse y desinfectarse con alcohol. “Esta es sin duda la forma más segura de eliminación, tanto desde el punto de vista biológico como medioambiental”, explicó la infectóloga.

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Diego Pinheiro
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I’m a brazilian journalist who writes for an indepepent online newspaper from São Paulo city called Jornal O Prefácio.