Guía para sobrevivir a las imágenes que mienten
No diremos nada nuevo si alertamos, en 2020, sobre los bulos, las “fake news” y las mentiras y medias verdades en los medios de comunicación, sean por intereses, errores o simple incapacidad.
Aunque la publicación de noticias falsas es tan antigua como los mismos periódicos –famosa es la respuesta del magnate mediático William Randolph Hearst ante las informaciones de su corresponsal en Cuba sobre la tranquilidad de la situación en la isla:
“Usted suminístreme las imágenes, que yo le suministraré la guerra”
Con la aparición de internet y las redes sociales, estas se han multiplicado y, por decirlo de alguna forma, democratizado. Mentir y manipular ya no es exclusivo de los dueños de los medios.
El fotoperiodismo, como el resto de los periodismos, no es ninguna excepción y quizás es aún más peligroso. El poder de la imagen permite –con unos simples trucos- que la mentira quede impregnada en la retina de forma mucho más duradera y eficaz que las palabras.
¿Pero cómo nos pueden mentir las imágenes? Hay varias fórmulas, la mayoría tan antiguas como la fotografía misma pero que aún así continúan funcionando. Otras son más nuevas y están directamente relacionadas con el mundo digital y las redes sociales.
Aquí va una breve guía sobre los diferentes mecanismos de manipulación.
1. Modificar la imagen
Desde los inicios de la fotografía que esta, pese a su apariencia de veracidad, es un documento totalmente maleable. Son archiconocidas las desapariciones de personajes clave de la Revolución Rusa en los esfuerzos estalinistas de reescribir la historia.
Con la tecnología digital, esta capacidad está al alcance de cualquier persona, pero la buena noticia es que también hay muchas más herramientas para descubrir las falsificaciones. No hay que pensar que las fotos manipuladas se limitan a montajes de producción anónima que corren por internet.
En 2016, un escándalo ponía en duda todo el trabajo de Steve McCurry, auténtica leyenda viva del fotoperiodismo, al descubrirse que había manipulado decenas de sus imágenes. En principio eran detalles “sin importancia” que eliminaban pequeñas imperfecciones pero que suponían, al fin y al cabo, una reconstrucción de la realidad más próxima a la fotografía artística que al periodismo.
2. El recorte y el reencuadro
Otra forma increíblemente sencilla de conseguir que una imagen emita un mensaje opuesto al que captó el fotógrafo originalmente es recortarla, cambiando el encuadre, consiguiendo incluso auténticas editoriales gráficas sin, estrictamente hablando, “manipular” el documento.
Un ejemplo que dio la vuelta al mundo fue una portada de The Economist con un Obama solo y abatido ante el desastre ecológico en el Golfo de México. La imagen original revela, pero, que en realidad Obama ni estaba solo ni abatido, sino escuchando atentamente unas explicaciones de una mujer más baja.
Otro ejemplo más cercano fue el encuadre escogido por El Mundo en 2011 para informar de una manifestación de la izquierda abertzale vasca para vincularla con ETA. En aquella ocasión, el entonces director del periódico, Pedro J. Ramírez, defendió este reencuadre por considerar que “aportaba más información”.
3. La manipulación óptica
Los primeros días de desconfinamiento el pasado abril trajeron una intensa e interesante polémica sobre el uso de teleobjetivos y perspectivas. Diferentes imágenes, algunas de las cuales llegaron a ser portada en periódicos, se hicieron virales por mostrar multitudes abarrotando calles y paseos en el primer domingo en que los niños podían salir de casa, lo que causó un encendido debate sobre la responsabilidad de la gente.
El problema es que la mayoría de imágenes más escandalosas mostraban una realidad engañosa generada por el uso de teleobjetivos que difuminaban las distancias entre las personas, generando una falsa sensación de hacinamiento.
4. El montaje
Desde ‘El beso’ de Robert Doisneau o ‘La muerte de un miliciano’ de Robert Cappa, hasta los soldados iraquíes rindiéndose de rodillas ante los marines en 1991, son demasiadas las veces que el fotoperiodismo se ha dejado seducir por las facilidades de la foto artística y ha usado actores y posados, sea por motivos propagandísticos, de impacto o meramente estéticos.
Aunque parezca mentira, esta no es una práctica antigua. En 2015, el italiano Giovanni Troilo vio cómo le despojaban de su World Press Photo tras las numerosas quejas que despertó su reportaje ‘Ciudad negra’, una cuidada puesta en imagen de gran belleza pero alejada de la representación de la realidad que se supone al fotoperiodismo.
5. Descontextualizarla
“Hay que entender que las imágenes nunca viven solas. Siempre están en relación con toda una constelación de elementos que proporcionan, juntos, un sentido determinante”, explica Joan Fontucuberta.
Aunque valga “más que 1.000 palabras”, sin un poco de lenguaje escrito que cuente quién aparece, dónde y cuándo fue tomada o qué está sucediendo exactamente en la instantánea, es muy fácil que acabe proporcionando información falsa. El uso de imágenes antiguas o tomadas en otras partes del mundo para “demostrar” cualquier tipo de hecho es una de las herramientas más básicas de los bulos anónimos de internet.
Pero también los medios de comunicación tradicionales, sea por error sea con finalidades políticas, han usado este método para reforzar sus propias líneas editoriales.
Uno de los focos que más casos de este tipo acumula es la cobertura sobre Venezuela. Desde la foto de un supermercado vacío que había sido tomada en Nueva York (y recortada para eliminar los carteles en inglés) que llegó a digitales de todo el mundo hasta el uso en ABC de una imagen de la represión en Egipto para ilustrar un artículo sobre Maduro.
Aunque, con toda seguridad, el caso más sonado fue la portada de El País con la fotografía de un hombre intubado que aseguraron que era Hugo Chávez, entonces muy enfermo de cáncer. Aunque el periódico se dio cuenta de su error a las pocas horas y mandó reimprimir la edición con una nueva portada, su error se convirtió en un ejemplo del uso de imágenes falsas por motivaciones políticas.
6. El fotógrafo impostor
El caso de Eduardo Martins es realmente curioso y, quizás, un buen ejemplo de la capacidad de mentira y manipulación que permite el mundo digital. Este falso reportero de guerra brasileño logró engañar grandes agencias como Getty Images, Zuma o NurPhoto con sus espectaculares reportajes en zonas de guerra. Y lo hizo, además, durante años y con un truco increíble fácil.
Martins se limitaba a robar fotografías de otros profesionales –aunque la mayoría fueron del estadounidense Daniel Britt- y se había limitado a girarlas, recortarlas un poco y cambiarles la ubicación. La falsa identidad de Martins incluía una biografía llena de retos y dificultades y una imagen también robada, en este caso de los perfiles de instagram y facebook de un surfero galés.
Una historia de falsificación y fraude que haría las delicias de Orson Welles y que no solo no es imposible en la era donde todo está grabado y fotografiado, sino que incluso parece más fácil.
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Elena Olcina, fotógrafa profesional y docente del Máster en Fotografía y Diseño de SHIFTA.