La desconexión como la última necesidad vital

Fernando Álvarez del Vayo
Think by SHIFTA
Published in
6 min readOct 27, 2020

El ser humano es una especie que ha evolucionado a lo largo de su historia, como todas las demás, para aumentar su supervivencia. Uno de los aspectos por el cual el Homo Sapiens logró la dominancia sorbe el resto de especies fue por su mayor capacidad de comunicación.

El lenguaje, la relación entre iguales, la organización que eso conllevaba, ha sido el motivo por el cual la raza humana sea como es. Esa conexión ha ido aumentando con el paso de los años, siglos y milenios, y actualmente estamos en la cúspide de la misma.

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Los cambios como constante en la historia de la humanidad

Pese a que llevamos miles de años evolucionando, las diferencias entre generaciones consecutivas no eran demasiadas, debido a que los cambios evolutivos con lentos.

Desde hace algo más de un siglo, con la primera revolución industrial, estos cambios han sido adelantados de forma incontestable por la evolución tecnológica. Ya a principios del siglo XX la industria y el coche supusieron un gran cambio en la forma no sólo de trabajar, sino también de relacionarnos. Esos cambios nos afectaban directamente, por el hecho de usar esas nuevas máquinas, e indirectamente, por cómo las ciudades cambiaban por ellas.

A finales del siglo XX y, sobre todo, a principios del siglo XIX, estos cambios se han centrado sobre todo en el aspecto comunicativo, con la invención de los ordenadores personales, Internet y, sobre todo, el smartphone.

El teléfono inteligente se ha convertido en el mayor catalizador del cambio social que se ha visto en décadas.

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La necesidad de socializar

Como decía al inicio, la propia evolución humana ha premiado de forma obvia a los individuos que más han socializado, que han sabido comunicarse e interactuar para lograr metas comunes. Durante milenios esto se circunscribía de forma masiva al lenguaje oral y, sólo recientemente, al lenguaje escrito.

Sin embargo, con la aparición del chat pero, sobre todo, de las redes sociales, esta posibilidad ha explotado, casi literalmente, en nuestra cara.

Gracias a la omnipresencia de internet, a lo sencillo de su uso y a las cientos de plataformas disponibles, podemos estar contando nuestra vida en tiempo real, o viendo la de los demás. El Show de Truman nunca fue tan premonitorio como ahora.

Así pues, ahora que es fácil llenar todo nuestro tiempo leyendo lo que hacen los demás, viendo sus fotografías y sus vídeos, o subiendo los nuestros, es buena idea empezar a pensar en poner límites. Ponernos límites.

La dificultad de cortar la dopamina

La creación y desarrollo de la mayoría de redes sociales es muy similar, y eso no es una casualidad. Como se ha visto en numerosos estudios y podemos ver de forma más amena en documentales como The Social Dilemma (Netflix), la intención de las plataformas es hacernos sentir bien mientras las usamos.

De esa forma aumenta el tiempo que estamos conectados a ellas, tiempo que para ellas significa dinero y datos. Y bueno, estos datos también significan dinero.

El problema es que esta conexión permanente puede llegar a dañar nuestra salud mental, como se ha estudiado en diversas publicaciones a nivel mundial. Nuestra capacidad de concentración, nuestra autoestima o nuestra forma de dormir pueden verse perjudicados por el uso excesivo de estas plataformas. Esto es especialmente importante en los adolescentes.

Así pues, es buena idea aprender a desconectar porque, aunque muchas voces critiquen el mero hecho de estar conectados en cualquier lugar, la realidad es que desconectarse por completo tampoco es una opción válida, al menos para la mayoría de nosotros. Y las propias redes, bien usadas, pueden ayudarnos.

Haciendo uso de la tecnología para desconectar de la misma

Aunque alguien con una férrea voluntad pude pensar que es fácil desconectar, que lo único que hay que hacer es no coger el móvil, la realidad no es tan sencilla.

Y es que no es sólo el teléfono la única fuente de distracciones, sino que podemos ver notificaciones en otros aparatos, como el ordenador, la tablet, el televisor o el reloj. Incluso hay modelos de gafas y anillos conectados, que entran dentro de una categoría mucho mayor, los dispositivos vestibles o wearables.

Para no estar pendientes en todo momento del mundo online, es buena idea seguir unas sencillas pautas.

  • No llevarse el móvil a la habitación: tener la tentación de mirar la hora en cualquier momento puede ser un error ya que un icono basta para avisar de que alguien nos ha escrito por WhatsApp, por correo electrónico… Y si encendemos la pantalla no sabemos el tiempo que pasará hasta que la apaguemos.
  • Activar el modo no molestar: Una función clave para no estar pendiente del teléfono es activar el modo No Molestar (DND o Do Not Disturb en inglés), haciendo que el móvil no emita ningún sonido. Personalmente sólo activo el sonido de las llamadas, para que siempre sea posible localizarme si hay una emergencia.
  • Desactivar el sonido de las notificaciones importantes: Si lo primero no es una opción podemos silenciar el sonido de las notificaciones de manera que sólo las veamos si miramos activamente el móvil, no siendo él el que reclame nuestra atención con algún pitido inoportuno.
  • Ocultar por completo las notificaciones: Si esto no es suficiente, también recomiendo ocultar las notificaciones de ciertas aplicaciones. Un buen ejemplo es Instagram. Cada vez que configuro un móvil nuevo, y lo hago dos o tres veces al mes por mi trabajo, hago que esta app no pueda enviarme ningún tipo de notificación. Al no trabajar con la misma, no es necesario que me avise de cuando alguien le ha dado Me Gusta a una fotografía o si una persona ha subido una nueva historia.
  • Usar las funciones de salud digital: Tanto Apple como Google saben que la sociedad empieza a mirar con preocupación el tiempo que pasamos conectados así que han creado, dentro de sus sistemas operativos móviles, funciones que nos ayudan a limitar el uso. Podemos activarlas para ser conscientes de cuánto tiempo al día pasamos en cada aplicación o cuántas veces desbloqueamos el teléfono.
  • No usar el móvil sin motivo concreto: Otro consejo que puede ser útil es no usar el móvil salvo que sepamos de antemano qué vamos a hacer. No es lo mismo coger el móvil para jugar porque nos apetece, o para hacer una foto o realizar una búsqueda que porque nos aburrimos viendo una película.

La importancia de la vida offline

La informática ha sido una de las mayores revoluciones de la historia de la humanidad y, per se, eso no tiene que ser malo.

Sin embargo, corremos el riesgo de no valorar las ventajas de una comunicación cara a cara. Es cierto que en el contexto actual de pandemia las relaciones sociales presenciales se limitan, pero no hay que obviar sus beneficios.

Siempre es buena idea potenciar aspectos que nos obliguen a no estar pendientes de las notificaciones, como hacer deporte, salir con amigos, pasear… Es necesario educarse en el consumo de contenido digital para no generar más ruido e intoxicarnos y aprender que hay una vida detrás de la pantalla. Es en esta vida offline donde nos nutrimos para usar mejor nuestra vida online.

Fernando Álvarez, Arquitecto y Analista de tecnología.

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