El virus de la desinformación

La “infodemia” detrás de la pandemia

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7 min readJan 25, 2021

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Alexia Tefel-Escudero

Para difundir una mentira basta con apretar un botón. La desinformación es uno de los temas más importantes de nuestro tiempo. Especialmente en momentos de crisis, es de inmensa importancia poder identificar correctamente y controlar la información falsa y engañosa para evitar comportamientos que pongan en riesgo la seguridad de las personas.

Vivimos en un mundo altamente interconectado y globalizado. Con el avance de la tecnología, avanzan también las maneras de desinformar. Este es el tema de nuestros tiempos: la desinformación desemboca en la banalización de la mentira y en la relativización de la verdad, lo que hace crecer la desconfianza de los ciudadanos, poniendo en riesgo la cohesión social y el bien común. Si a todo esto sumamos unos medios débiles que buscan atraer atención, tenemos el contexto propicio para el auge de la desinformación.

Es algo que hemos visto con intensidad durante la crisis sanitaria del COVID-19. La pandemia generó un clima de opinión social y opinión pública sin precedentes en la historia del mundo. Junto a un virus altamente contagioso hemos vivido una “infodemia” en la que la información falsa (hechos, miedos, rumores y especulaciones) se propaga también con un especial vigor. Esta sobreabundancia de información, alguna verdadera y otra no, ha dificultado que las personas puedan encontrar información de confianza cuando la necesitan.

La falta de información sobre el virus y sus consecuencias en la seguridad y en la salud de las personas, la incertidumbre sobre cómo puede ser transmitido, y la diseminación de varios tipos de desinformación sobre el COVID-19 trabajaron juntos para incrementar esta “infodemia”. El flujo caótico de comunicación genera una crisis informativa, que muchas veces fomentamos cada uno de nosotros reenviando un simple mensaje de WhatsApp.

¿Qué es la desinformación?

A pesar de ser uno de los temas más candentes de los últimos años, no son muchas las personas que pueden definir qué es la desinformación, sus tipos, o cómo se diferencia de otras formas de información falsa.

La clasificación más útil es la que cataloga al desorden informativo en:

  • los mensajes que son falsos o no lo son,
  • los mensajes que buscan dañar y los que no,
  • y aquellos en los que convergen estos dos.

De esta manera, podemos definir la desinformación como la información que es falsa y que busca causar un daño. La Comisión Europea define la desinformación como:

“Información falsa, inexacta o engañosa diseñada, presentada y promocionada para causar daño público intencionalmente o con fines de lucro. El riesgo de daño incluye amenazas a los procesos y valores políticos democráticos, que pueden dirigirse específicamente a una variedad de sectores, como la salud, la ciencia, la educación, las finanzas y más”

La desinformación es más que fake news. La desinformación implica campañas de influencia sofisticadas y dirigidas, muchas veces creadas por gobiernos, con el objetivo de influir en eventos sociales, económicos y militares alrededor del mundo. Es un problema complejo, y mientras que no hay ninguna solución tecnológica sencilla, el primer paso es comprender mejor la cuestión. Debemos entender cómo las campañas de desinformación están siendo utilizadas cada vez más como una forma de manipular la percepción de las personas sobre los asuntos más importantes de las sociedades. Un gran ejemplo ha sido esta pandemia.

Photo by United Nations COVID-19 Response on Unsplash

Más información, menos protección

La incertidumbre que rodeaba la etiología y las consecuencias del virus dio lugar al surgimiento de una cacofonía de voces, entre las cuales la comunicación institucional muchas veces estaba desalineada con la cobertura de los medios y con una mezcla indistinguible de mala información, rumores no confirmados, e información intencionalmente manipulada. De esta manera, la cantidad de información sobre el Coronavirus se incrementó rápidamente en línea.

De acuerdo con la supervisión de redes sociales por parte del Vaccine Confidence Project, 3,08 millones de mensajes sobre el Covid-19 fueron diseminados a diario entre enero y mediados de marzo de 2020. Distintos tipos de desinformación representaron una porción considerable del contenido. Los rumores y las farsas se esparcieron rápidamente en las redes sociales, interrumpiendo el balance de autenticidad del ecosistema de comunicación. Esto causó que los gobiernos se comprometieran rápidamente a frenar la propagación de la desinformación para evitar el riesgo de comportamientos que pudieran ser perjudiciales para sus ciudadanos. Por ejemplo, un estudio analizando la desinformación calificada como falsa por fact-checkers, o verificadores de hechos, informó que el contenido falso era difundido sobre todo en redes sociales (88%).

La autoridad italiana en materia de comunicación, AGCOM, encontró que, como proporción de la desinformación publicada en línea, los contenidos relacionados con el Coronavirus incrementaron de un 5% a principios de enero a 46% a finales de marzo. Particularmente en redes sociales, las publicaciones sobre el Coronavirus aumentaron a un 36% de todos los mensajes producidos por fuentes de desinformación. Una parte de esta desinformación parecía estar relacionada a teorías de conspiración e informes y afirmaciones falsas de actores cercanos a Rusia y China, con el objetivo de quebrantar las alianzas dentro de la Unión Europea cuando Italia y España entraban a la primera fase de emergencia.

A pesar del compromiso de las compañías digitales y plataformas de redes sociales para detener la difusión de desinformación, y pese a las asociaciones estratégicas hechas entre la Organización Mundial de la Salud y los ministros de sanidad de varios países, las noticias falsas continuaron siendo difíciles de contener. Un estudio describió cómo la desinformación no fue eliminada uniformemente por parte de Facebook: 68% de la desinformación no fue etiquetada para advertir a usuarios sobre fake news del Covid-19. Además, 21% de las publicaciones de desinformación caían dentro de la categoría de “contenido dañino” que Facebook había prometido quitar, pero estas publicaciones seguían en la plataforma a principios de abril.

Cada hora, a veces cada minuto, hay alguna noticia nueva relacionada con el Covid-19. Es imposible escapar a lo que probablemente sea el evento más grande de nuestra generación. No es sorprendente que las personas estén usando las redes sociales como fuentes de información, entretenimiento y una forma de conectar con las personas cuando no pueden hacerlo físicamente.

Fuente: WhatsApp

Los expertos han advertido que, mientras Facebook ha tomado medidas drásticas para combatir la desinformación en su plataforma principal, su servicio de mensajería WhatsApp está convirtiéndose cada vez más en una esfera clave para la difusión de desinformación. El gigante de las redes sociales ha invertido millones de euros en abordar las falsedades en su red principal y, como consecuencia, las personas están recurriendo a WhatsApp porque está menos regulada y le permite a las personas compartir mensajes personales con una gran cantidad de personas.

Photo by United Nations COVID-19 Response on Unsplash

En una declaración, la empresa dijo que está “comprometida con cumplir con su parte para eliminar los mensajes virales con medidas como, entre otras, “reducir el número de personas a las que se puede reenviar un mensaje”. Adicionalmente, en los últimos años Facebook también se ha unido con gobiernos para ayudarles a compartir anuncios oficiales en la plataforma.

Sin embargo, estos meses hemos sido testigos de este fenómeno y hemos recibido y compartido más de un mensaje sin conocer su procedencia. Por ejemplo, en Bélgica se desató el pánico por una nota de voz en la que una mujer afirmaba que el hospital en el que trabajaba había activado la “alerta máxima por pandemia”. Otras notas de voz advertían a las personas sobre un cierre de emergencia total y les instaba a surtirse de comida. Uno de los ejemplos más notables, además, es el del mensaje que advertía que las personas hospitalizadas por COVID-19 habían tomado ibuprofeno, y encontraban una “fuerte evidencia de que este medicamento acelera la multiplicación del virus”.

¿Qué queda por hacer?

Hoy en día existen y se están desarrollando tecnologías para entender la creación y difusión de noticias falsas para intentar frenar su impacto. Sin embargo, la tecnología no puede ser la única respuesta.

Detrás de cualquier solución o aproximación tecnológica, hay preguntas fundamentales, éticas y filosóficas sobre cómo definimos la verdad:

— ¿Quién tiene el poder de definir lo que es falso?
— ¿Qué tipo de información debe ser prohibida?

La respuesta no la encontraremos en la tecnología.

Casi todas las teorías de toma de decisiones, cooperación y coordinación humana, giran en torno a algún sentido de la verdad. Pero con el surgimiento de las fake news y los distintos tipos de desinformación, nos estamos tambaleando en el borde de la realidad, en el que nos cuesta distinguir lo verdadero de lo falso. Esto es increíblemente peligroso.

Debemos permanecer vigilantes en la defensa de la verdad ante la desinformación con nuestras tecnologías y políticas. Pero, sobre todo, con nuestras responsabilidades, decisiones, comportamientos y acciones individuales. Las plataformas tienen cierta responsabilidad pero, a fin de cuentas, somos nosotros los protectores de la verdad y debemos afirmar nuestro compromiso con ella en el camino al bien común de nuestra sociedad.

Alexia Tefel-Escudero estudia Filosofía, Política y Economía en la Universidad de Navarra| LinkedIn

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