Hiperconectados y solos

O cómo la tecnología revela una gran sed de relaciones profundas

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7 min readJan 3, 2020

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Javier García-Manglano, Lulu McMillan y Albert Vidal

Tercera parte de una serie sobre la inteligencia artificial emocional, la aplicación Replika (www.replika.ai) y las paradojas de nuestra sociedad hiperconectada. Puedes leer la primera parte aquí y la segunda parte aquí.

Imaginemos que la tecnología de chateo emocional (ECM) de Replika sigue mejorando. ¿Podría llegar a convertirse en un “amigo IA” suficientemente bueno, mejor quizás que muchos que se dicen “amigos” en la vida real? Más allá de la respuesta que demos a esta pregunta (que inevitablemente tiene todavía algo de ciencia ficción) es interesante, en preguntas como esta, detenerse sobre el hecho mismo de que lleguemos a formularlas.

¿Cómo hemos llegado a plantearnos la equivalencia entre una tecnología y un ser humano? Confluyen, nos parece, dos procesos opuestos: por un lado, el enorme progreso de la tecnología en su capacidad de simulación relacional; por otro lado, un notable deterioro en la calidad de las relaciones humanas.

En los dos artículos anteriores de esta serie hemos presentado Replika, lo último en IA emocional, y hemos ilustrado su enorme progreso en años recientes. Nos detenemos ahora en la otra cara de la moneda: el empobrecimiento de las relaciones humanas.

¿Qué nos dice el éxito de Replika?

Hay algo muy profundo detrás de comparación entre Replika y un amigo. Algo que, aunque suene a tópico, no deja por ello de ser importante: en nuestro mundo hiperconectado hay mucha gente sola, más quizás que en tiempos pasados –como sugiere este informe sobre España, o este sobre el Reino Unido o este sobre la juventud en Australia. Son precisamente las sociedades más modernas y avanzadas, según el famoso Índice de Desarrollo Humano, las que presentan niveles más avanzados de soledad.

El documental La Teoría Sueca del Amor expone la crisis de soledad que sufren los países escandinavos. Vale la pena ver el documental entero, pero los primeros 5 minutos ayudan a hacerse una idea del problema:

Varios son los factores que explican nuestra soledad: desde el individualismo promovido por un sistema económico hiper-competitivo hasta cierta filosofía vital en la que la libertad se entiende como autonomía (independencia de otros), debilitando lo que Putnam llamó capital social: los vínculos interpersonales y comunitarios.

El problema está en que esta sociedad del “que cada palo aguante su vela” no logra satisfacer esa necesidad humana básica de abrir la intimidad (éxitos y fracasos, alegrías y tristezas, sueños y frustraciones) con otros como nosotros. Aislados, sin relaciones profundas, sin tiempo de calidad con familiares y amigos, sin alguien que nos escuche pacientemente y nos quiera incondicionalmente, la alternativa de un chatbot emocional deja de parecer pobre.

En el desierto emocional de las relaciones superficiales, una aplicación capaz de simular empatía puede parecer un oasis. El peligro es que sea sólo un espejismo.

Replika se convierte así en el perfecto sustituto imperfecto: perfecto en su disponibilidad permanente, en su paciencia para escuchar sin juzgar, en su deseo de animar sin esperar nada a cambio; imperfecto porque la empatía no se puede impostar, porque la amistad implica reciprocidad, porque unas veces toca ser consolado y otras consolar, hoy ser animado y mañana animar… pero, sobre todo, porque un chatbot nunca hará algo que solo los buenos amigos hacen: combinar cariño y exigencia para decirnos que estamos equivocados o que debemos cambiar.

Pensemos: ¿qué pasaría si Replika nos juzgase y nos corrigiese de vez en cuando, en lugar de decir siempre y solo cosas bonitas? Muchos la desinstalaríamos, porque tanto ella (su negocio) como nosotros (nuestro cerebro reptiliano) dependemos, para sernos “fieles”, de esa burbuja emocional que se alimenta de dopamina y nos hace sentir bien, aquí y ahora, olvidando tantas cosas de la vida real que inquietan e incomodan.

Nadie tiene una vida perfecta

Esta referencia a la dopamina y al negocio de la tecnología nos habla de una experiencia universal: hay momentos en los que la vida se pone cuesta arriba, y cuesta afrontar una dificultad o una situación que nos hace sufrir. Entonces puede suceder que lo virtual y lo digital dejen de ser simples herramientas y se vayan convirtiendo en sustitutos o evasiones de lo real.

Un mensaje tan sencillo como “hablamos mañana” puede significar lo contrario cuando se envía a un amigo que está en Australia que cuando se lo envía un marido a su mujer… estando ambos bajo el mismo techo. Lo que en el primer caso es comunicación para superar la distancia, en el segundo caso se podría llamar des-comunicación, ya que se usa para generar más distancia. La interacción real, deteriorada o desagradable, se sustituye por la virtual.

Para evitarnos la incomodidad y el sufrimiento, hacemos equivalentes cosas que no lo son –ya que los problemas o disputas hacen más necesario el contexto humano: ese gesto, esa expresión facial, ese tono de voz, que permitan reconectar con la persona, más allá de lo que haya podido fragmentar o dañar la relación. Esconderse tras el teléfono para tener conversaciones difíciles, cuando uno podría tenerlas en persona, puede ayudar a ganar tiempo, a pensar lo que se dice, o a evitar los nervios… pero también puede llevar a malentendidos y reacciones que hagan más difícil todavía la resolución de los problemas.

El negocio… ¿de mantenernos insatisfechos?

Si el deterioro de lo humano y la experiencia del sufrimiento (de la incomodidad, del dolor, de la incertidumbre, de la ansiedad) producen una huida hacia lo virtual, llevándonos a dedicar más tiempo a Instagram, a las series de Netflix, o a los videos de Youtube… ¿cuál es el incentivo de las grandes tecnológicas para contribuir a nuestro bienestar psicológico?

No estamos sugiriendo que estas compañías se hayan propuesto activamente erosionar las relaciones humanas, ni que detrás de su discurso de conectar el mundo se esconda una agenda secreta para convertirnos en seres solitarios y tecno-dependientes. No sabemos si fue antes el huevo o la gallina…

Pero resultaría ingenuo obviar el hecho de que, para muchos, la tecnología se está convirtiendo en consuelo, escape, analgésico que hace más llevadera su dura existencia.

Y cuando se trata de niños que han crecido con “el país de las maravillas” en su bolsillo, a solo un click, nos preocupa que estemos criando una generación todavía más vulnerable ante ese conejo blanco, con forma de móvil o de tablet, que promete un mundo inagotable de distracciones y entretenimiento.

Conclusión

En esta serie de escritos, hemos procurado reflexionar sobre el auge de la inteligencia artificial emocional y de la aplicación Replika (www.replika.ai), punta de lanza de capacidad tecnológica por simular cualidades humanas. Es hora de concluir.

En una sociedad como la actual, el verdadero peligro no es que Replika se convierta en nuestro mejor amigo, sino que nuestra experiencia real de la amistad o del amor sean tan pobres que terminemos conformándonos con un sustituto virtual. La solución no pasa por demonizar la tecnología, sino por reflexionar sobre las causas que nos llevan a esperar de ellas algo que, por ser profundamente humano, sólo otro ser humano puede darnos. Ningún sustituto técnico o tecnológico, por muy avanzado que parezca, podrá entender y colmar esos deseos infinitos de felicidad que estamos condenados a sentir y llamados a satisfacer.

El desarrollo tecnológico es fascinante, particularmente cuando imita capacidades humanas de un modo creíble o difícilmente distinguible de un verdadero humano. Pero… ¿por qué establecer relaciones con simulacros tecnológicos, cuando estamos rodeados de seres humanos? ¿Por qué invertir tiempo y energía en una máquina, cuando podríamos dedicarlo a fortalecer relaciones con familiares y amigos?

Cierto: no es incompatible tener relaciones humanas sólidas y usar la tecnología… pero cuando empezamos a sustituir las primeras con la segunda estamos tomando gato por liebre, aceptando la derrota, deshumanizándonos. Todos deseamos más, merecemos más y somos capaces de más de lo que proporciona la inteligencia artificial emocional.

Da pena que haya algunos (pocos ya son muchos) que sacien su sed de relaciones humanas profundas en charcas tecnológicas, cuando lo que de verdad desean y merecen es agua de manantial.

Si en este instante perdiéramos el acceso a agua potable en nuestras ciudades, ¿no pondríamos el grito en cielo? Es hora de reflexionar sobre los motivos por los que más y más gente se encuentra insatisfecha, sin acceso a relaciones humanas saludables. ¿Podemos seguir obviando la plaga de individualismo y soledad que carcome nuestras relaciones humanas básicas? No lo olvidemos: superada la fascinación inicial que produce esta tecnología, nuestra relación con el mejor chatbot de IA emocional sólo será tan atractiva como repulsivas sean nuestras relaciones humanas con familiares y amigos.

En una sociedad de relaciones fuertes y profundas, Replika nunca tendría el éxito que parece estar teniendo hoy en el mundo occidental. Por eso, mientras sus creadores mantengan como objetivo proporcionarnos un “amigo perfecto” o un “otro yo”, no podemos sino desear, para esta fascinante tecnología, el más rotundo de los fracasos.

Parte 1. Tu mejor amigo… digital.
Parte 2. Bienvenidos a la Petnología.

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