Humane Tech

¿Tecnologizar al hombre o humanizar la tecnología?

ThinkTech Seminars
ThinkTech
5 min readMar 26, 2021

--

Carmen Fontenla e Isabel Puigferrat

A primera vista podría parecer ideal suprimir el esfuerzo, el dolor y los defectos del mundo. Pero ¿hasta qué punto conviene suprimir la falibilidad humana? ¿Debe — y puede — la persona borrar todo indicio de la imperfección que es parte de lo que nos hace humanos?

Photo by Giu Vicente on Unsplash

El Destino de la IA Está en Nuestras Manos

Los últimos ochenta años han traído consigo un vivo avance en software, robots e inteligencia artificial. En este periodo se pueden distinguir momentos de luces y sombras, así como importantes hitos que han demostrado la superioridad de la máquina respecto a ciertas limitaciones humanas. Eventos como la victoria de la máquina en el ajedrez son prueba de ello. Es indiscutible que la ampliación de las habilidades de la Inteligencia Artificial para mediar en el trabajo, la salud y el ocio humano han supuesto un excelente desarrollo de su — cada vez más — extensa potencia.

Parece un sueño hecho realidad que una máquina cumpla la promesa de traer la eficiencia y comodidad a nuestras vidas; y ocupe el puesto del hombre en las tareas más arduas y sacrificadas. Sin embargo, antes de seguir a ciegas este “progreso ilimitado” tendríamos que preguntarnos: ¿Cuál es la diferencia entre complementariedad y sustitución de la tecnología respecto al hombre? ¿Cómo dibujar los límites de la Inteligencia Artificial?

Tecnología ¿Humana?

Últimamente, el binomio “tecnología humana” resuena en los discursos científicos como dos constantes que van de la mano. Sin embargo, lo humano se va desplazando y la balanza se inclina cada vez más hacia una tecnología que supera al hombre, en términos de velocidad, precisión y manejo de datos. Gracias a este progreso, el binomio evoluciona hasta transformarse en una “tecnología supra-humana”. ¿Qué es entonces lo humano y qué lo tecnológico?

Este desarrollo tecnológico pretende replicar tareas humanas transformándolas en lenguaje informático. No obstante, esta ambición encubre una dificultad: ¿es el hombre reductible a mera información y datos matemáticos? Muchos creen que sí. Empresas como Neuralink trabajan para diseñar un chip de IA que, implantado al cerebro, facilite la comunicación interpersonal. Se plantea como un proyecto revolucionario, pero es importante analizar la premisa de la que parten: el lenguaje es concebido como un conjunto de datos, solo una transmisión de información. Esta concepción desecha la enorme riqueza que tiene una lengua como cultura e historia, así como la emoción y la relación que se crea a través de la comunicación. ¿Existe un riesgo de “tecnologizar” al hombre, en lugar de crear una tecnología humana?

Hace unos años se creó a Replika, un algoritmo diseñado para ofrecer una compañía semejante a la humana a quienes carezcan de ella. Pero ¿son las relaciones humanas realmente sustituibles por la IA? Ciertamente, dicho programa puede hacerlo de un modo aparentemente satisfactorio, pero difícilmente alcanzará la intrínseca cualidad — y calidad — del vínculo humano: la búsqueda del bien ajeno por amistad, por amor. Al contrario, y a pesar del beneficio que pueda aportar, la IA busca atención, anhela clicks, y es indudablemente incapaz de amar.

Y precisamente por este motivo es importante tener presente que humanizar la tecnología significa enfocarla única y principalmente en la persona. No reemplazarla — algo seguramente improbable — sino complementarla, contribuyendo a su perfeccionamiento y desarrollo, y siempre con una intención de refuerzo. Sin embargo, para concebirla como una herramienta es necesario dotarla de unos límites, un margen de actuación concreto y definido que no invada el espacio irrebatible que corresponde al ser humano. Y por supuesto, en este espacio nos encontramos con las carencias y limitaciones del hombre.

Photo by Possessed Photography on Unsplash

Más trabajo en equipo

La reflexión vigente gira entorno a los desafíos éticos que propone la IA: ¿se le debe confiar la toma de decisiones no estrictamente matemáticas al algoritmo? El conocido dilema del tranvía es prueba de una disyuntiva cuya decisión no depende únicamente de un cálculo numérico, sino que exige una moralidad inconmensurable y difícil de introducir en el programa. Por ello es interesante plantear: ¿qué tipo de decisiones se deberían delegar al autómata? ¿Cabría una opción espontánea, no escrita en el algoritmo? ¿Es posible predecir una reacción humana?

La conducción autónoma es otro de los retos que se plantean en la relación entre la IA y la ética. Antes de insertarla en el mundo humano es importante legislar sus prácticas, definir un marco de actuación, precisar los requisitos para acceder a sus servicios, y un largo etcétera. Es aquí donde entra la imprescindible cooperación entre distintas áreas de conocimiento.

Así pues, el desarrollo ético, creativo y humano de estas herramientas precisa de la formación de equipos multidisciplinares. En primer lugar, debe reservarse un espacio para filósofos y antropólogos capaces de analizar el impacto real y directo de la IA sobre el hombre. Por otra parte, se requiere de la creatividad del emprendedor para diseñar ideas innovadoras que, combinadas con la ética y la ley de los juristas, creen proyectos legítimos que sirvan al bien común. Y, por supuesto, los tecnólogos tienen el papel de esbozar y materializar las ideas en la realidad.

La coordinación de diferentes disciplinas no podrá sino encauzar la tecnología hacia el verdadero enriquecimiento humano, que debe ser el protagonista perpetuo del desarrollo técnico. En definitiva, es obligación y responsabilidad colectiva velar para que la Inteligencia Artificial no ocupe más espacio del que le corresponde habitar, y la multidisciplinariedad ofrece el buscado límite a su campo de actuación.

La Belleza del Camino

La IA queda oscilando en el punto de mira entre la eficacia y la ética. Es por ello necesario reflexionar, detenerse a pensar si esta manera de desplegar la tecnología humaniza al hombre, o si más bien logra un efecto opuesto, reduciéndolo a códigos numéricos. La tecnología es importante y extensamente beneficiosa, siempre y cuando se oriente al enriquecimiento y bienestar personal, siempre y cuando mantenga al hombre en su eje y gire entorno a su bien.

Ante todo este progreso, es importante reflexionar el por qué de este traspaso de tareas a la máquina y del anhelo de eficacia e inmediatez: ¿son la efectividad y el rendimiento lo primordial? ¿Qué hay del proceso, del camino que lleva a la meta? Puede que, sin darse cuenta, el hombre moderno haya adoptado una actitud utilitarista, y que por ello pretenda “subir una montaña en ascensor”. ¿Qué le pasaría al ser humano si desdeña la escalada, la belleza del trayecto, para cumplir una aspiración de modo inmediato? ¿Qué perdemos en este intercambio? Quién sabe los bienes que podríamos conseguir por el camino...

¿Tecnologizar al hombre o humanizar la tecnología? La decisión está, hoy más que nunca, en nuestras manos.

Carmen Fontenla es ingeniera y humanista | LinkedIn

Isabel Puigferrat estudia Philosophy Politics and Economics en la Universidad de Navarra | LinkedIn

--

--

ThinkTech Seminars
ThinkTech

Somos una comunidad de universitarios de distintas disciplinas. Escribimos sobre tecnología y su papel en el presente y futuro de la sociedad.