ADIÓS A LAS ARMAS: Villa Clara otra vez fuera de postemporada

Juzgamos muy a la ligera cuando se trata de béisbol. Ningún proyecto de cimientos fuertes fragua de ahora para ahora.

Lázaro Ernesto Arias
lazaroarias
6 min readMay 20, 2022

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Tercera base Yuri Fernández, fotografiado por Juan Carlos Gallardo.

Este jueves se materializó algo peor que una derrota: nunca en la era moderna de las Series Nacionales un equipo de Villa Clara había faltado a tres play off consecutivos. No después de la división política administrativa de 1976 y de que esos trajes de gala naranjados fueran de los más vestido durante las alfombras rojas de la postemporada beisbolera.

Se avecina la evaluación hipoacústica de lo que pudo y no fue. El oportunismo y la mala fe de los que solo entienden que para modelar con éxito un proyecto deportivo, basta con remover a los mandos visibles sin replantear nada más. No sé si necesiten más contraejemplos: las tres inasistencias naranjas han ocurrido bajo las órdenes de cuerpos técnicos distintos. La maduración deportiva es un proceso convexo donde los ciclos biológicos no están delimitados. Los tragos amargos y las reconfiguraciones se hacen cada vez más cotidianas.

Al equipo de dirección de los Azucareros se le podrán reprochar muchas cosas: movimientos en falso en el bullpen, pocas oportunidades a Mailon y a Zamora, trabajar más con Yuri Marcos que con su sustituto, no emplear a fondo a Freddy Asiel. Ellos, Humberto, Riscart, Machado, Luis y Pedro Jova, los que lidiaron –guiaron– a una treintena de temperamentos y capacidades distintas. Esos fueron los dispuestos cuando otros prefieren permanecer desvinculados, por causas justas o no, del sistema del alto rendimiento en la provincia. Si mañana Jova decide que su salud no está como para esto, detrás suyo se sentaron toda la serie sus posibles relevos.

La curva generacional del Villa Clara, entre noveles y veteranos, hace años, está fracturada. Sobre todo entre los que defienden y batean. El tiempo no los hace más sabios, diría Hemingway, pero sí más prudentes. Podremos hablar otra vez de que el picheo que menos extrabases permite sea el que hale la nave naranja, cuando la ofensiva no sea la tercera que menos carreras produce o cuando el apoyo ofensivo (cada 9 entradas) no sea el penúltimo del campeonato.

La edad promedio de consolidación deportiva en Series Nacionales es un poco alta (27 años) y precisamente en esas edades es donde faltan los mejores hombres que han salido de las academias villareñas (ya sea por éxodo, por falta de estimulación, por buscar protagonismo en otra parte). Confluir las aspiraciones de clasificar con los objetivos específicos para el desarrollo de peloteros que iniciaron esta serie con tan poco juego, resulta una tarea complejísima.

Juzgamos muy a la ligera cuando se trata de béisbol. Tardamos siempre en entender el peso o la connotación del relato popular. Ese que va de los detalles al contexto, del lance que torció el destino del juego al punto donde se manchan o consolidan reputaciones. Donde se dejan de lado las jugadas de rutina, para contar nueve entradas con algunos héroes y villanos: la narrativa juglar, sus deformaciones y añoranzas.

Donde hoy un aficionado recalcó sobre la importancia de alinear a Leandro Turiño, mañana quiere que lo sienten por consumir ponches consecutivos. Donde hoy felicita al cuerpo de directores por 10 victorias en racha, mañana suscribe carta abierta sobre su destitución irremediable. Los cambios de humor repentinos son el peor enemigo tanto de un jugador como de un seguidor del béisbol. Ningún proyecto de cimientos fuertes se erigió de ahora para ahora.

Decía también el autor de “Adiós a las Armas” y otros clásicos de posguerra, que necesitamos dos años para aprender a hablar y 60 para aprender a callar. El cinismo hemingwayano siempre tendrá fundamento cuando los pueblos viejos –los equipos viejos– sean los que pierdan la guerra.

Sí quedó claro: Villa Clara es de los equipos que menos jugadores reincorpora a sus filas. Regresó Leandro Turiño, Daniel Conde, pero perdieron a Raúl Reyes, a Pacheco, a Olivera. Tenemos la mala costumbre de esperar a que sea el atleta el que se interese, el que solicite, el que se disculpe, el que deje su orgullo de lado. Si la estrategia es desarrollar y jugar con lo que se tenga, a expensas de lo que en el trayecto se pierda, pues habrá que tener mucho más que paciencia para ver a Villa Clara otra vez discutiendo un campeonato.

El más veteranos de los regulares del cuadro tiene 27 años. 26, el receptor más longevo. El cuarto madero es un exlanzador de 37 que (por suerte) se convirtió en bateador. Antes de comenzar la Serie 61, entre Yuri Marcos, Christian Rodríguez, Ariel Díaz Paret y Yosbel Borges reunían 113 veces al bate y 121 lances a la defensa. En llegar hasta este punto a pesar de su puntos flacos, radica parte de la proeza de los pupilos de Pedro Jova. Nadie ha calculado con exactitud cuántas veces hay que fallar antes de alcanzar la maestría deportiva, pero ningún talento se consagra con tan poco.

Muchos asiduos en la alineación durante la Serie no lo eran ni en el subcampeonato al mando de Eduardo Paret, ni el sub-23 de Ariel Pestano. Así de endeble puede ser la pirámide deportiva de uno de los equipos históricos del béisbol cubano. (Ni siquiera Paret y Pestano están ya vinculados al béisbol de esta povincia). “Aquí nadie habló de clasificación”, casi susurró Pedro Jova. “Yo no soy mago”, advirtió de antemano. Ya no es antes. Su franqueza les pareció a algunos de mal gusto.

La Serie Nacional se deshoja y se empareja sin embargo. Los ocho clasificados ganaron 40 juegos o más y, aún así, algunos ellos estaban pendientes a lo que sucediera en el Sandino. En 75 juegos, la clasificación de un equipo que se forma se disputaba en los pequeños detalles. A la hora de matar una entrada complicada. Cuando un árbitro dice digo donde dijo Diego. Cuando la bola sale del parque por encima de la cerca correcta.

Lloverá fuerte y con viento hasta la Serie 62. Paridad no debe confundirse con evolución positiva. Cuando se trabaja con pocos elementos constantes, la ecuación ganadora puede cristalizar demasiado tarde. Ningún árbitro tiene la culpa, clasificar siempre estuvo en sus propias manos. Ningún vestuario con media centena de hombres permanece en paz realmente. Los privilegios pueden ser tan dañinos como el igualitarismo.

Tantas cosas pudieron ser distintas, pero no lo fueron. Tanto se puede cambiar y tan lentamente cambiamos sin embargo. “La vida fácil es sólo para aquellos que no tienen nada que perder”, escribió el viejo sabio años antes de quitarse la vida. Los Leopardos dieron batalla. El play off tuvo que esperar por su penúltimo empeño posible. Con eso me quedo, con eso se quedan.

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*Fotos cortesía de Juan Carlos Gallardo

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Lázaro Ernesto Arias
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Periodista cubano, de pueblo y de sangre caliente... Escribo por convicción, reciclo historias que con el tiempo prescriben...