Éxodo y Atletismo

CUBA EN OREGON, o de la conformidad a la inercia

Algo apesta cuando los sueños de un atleta olímpico o mundial florecen más y mejor después del río Bravo o cruzando el Atlántico

Lázaro Ernesto Arias
lazaroarias

--

Cuando la china Bin Feng lanzó el disco tres metros más allá de la mejor marca de su vida para colocarse por delante de Sandra Perkovic y Vallarie Allman, se temió más por lo esperado. Las probabilidades de Cuba de estar en el medallero del campeonato mundial de atletismo cayeron en picada.

Es la primera vez en la historia que la isla grande de las Antillas se marcha sin metales. Otra vez correrá tinta sobre las venas abiertas del sistema deportivo cubano y la zozobra continuada del atletismo criollo. Perkovic y Allman abrieron sin sudar una final del disco con más de 67 metros. Yaimé Pérez se sintió otra vez desordenada y fue hasta Oregon sin la Denia de siempre.

Cuba asistió al Hayward Field sin grandes pretensiones, con 16 atletas que pronto fueron 14. Poco antes del Mundial, Renier Mena corrió uno de los 200 metros más rápidos de la historia para un club portugués. Tres triplistas cubanos hegemonizaron la Liga del Diamante bajo estandartes europeos. El saltador largo cubanos con más potencial desde Ivan Pedroso prefiere esperar la baja de la Federación a asistir al mundial 2022. Correr, saltar o lanzar por otra bandera o franquicia resulta más asequible que nunca.

Algo apesta cuando los sueños de un atleta olímpico o mundial florecen más y mejor después del río Bravo o cruzando el Atlántico. La reconciliación del deporte cubano con sus atletas no federados ha sido un proceso torpe y condicionado. Orgullo y prejuicio. No todas las federaciones llevan el mismo ritmo ni igual desempeño. Apenas después de Tokio a algunos atletas del campo y pista se les permitió autogestionar su preparación en otro país.

El subdesarrollo, temprano o tarde, cobra sus facturas caducas.

(Des)motivos para la gloria

A pesar de sus tropezones, no dudo que la Comisionada (y miembro de la Asamblea Nacional) Yipsi Moreno aún quiera lo mejor para el deporte que la condujo a la grandeza. Hay cuestiones que están en sus manos resolver y políticas financieras y morales más grandes que el comité olímpico cubano mismo. El contexto socioeconómico y los (des)motivos para la gloria nada tienen que ver con los de la etapa de élite de la ex martillistas camagüeyana.

Más simple parecía todo antes de la tiranía del patrocinio, de la caída del mercado socialista. Cuando el embargo tenía fisuras visibles y antes del parón económico de la covid-19. Cuando las necesidades del hombre ponderaban sobre la necesidad del capital o la escasez y la inflación no eran el desayuno de todos los días. Toda pirámide deportiva se cimenta sobre flujos financieros: primas, bonos, patrocinios, contribuciones, becas…

Insertarse a medias en la maquinaria del deporte rentado implica riesgos prácticos y conceptuales. Si no compites por un motivo más grande, por una idea, por un proyecto, pero si tampoco tus necesidades y la de tus familias están satisfechas, si sientes que tu rendimiento se estanca por entrenar contra ti mismo y la Federación suele poner más peros que opciones; entonces resulta imposible sostener el legado de las generaciones de antaño. Burocracia, centralidad y un reprobado en relaciones públicas.

Para tener una idea clara de ese legado: desde el nacimiento de este tipo de eventos Cuba siempre se colgó alguna medalla. Después Berlín 2009 ocupó la 5ta plaza (con 15 oros) en el medallero histórico de este tipo de justas. Al finalizar Doha, con 7 oros más en una década, Cuba se encontraba aún por delante de países como China, Francia, Australia, Sudáfrica. Oregon nos dejará en un escaño más acorde con nuestra realidad inmediata.

Dolorosa nostalgia

En la última jornada de Cuba, solo Lázaro Martínez podía cambiar desastre por una palabra más ligera de tragar. Hace 4 meses Martínez le ganó el duelo a Pichardo a pista cubierta, en la gélida Serbia. En Oregon los tres primeros saltos de Martínez fueron invalidados, mientras Pichardo, el cubano que se mudó a Lisboa, marcaba la punta de la competencia a cinco centímetros de los 18 metros.

También en Oregon una pinareña de 20 años estuvo a dos centímetros de dar la sorpresa de la delegación cubana. Maikel Massó pudo broncearse. Roxana Gómez cayó otra vez en semifinales. Zayas saltó alto (por fin sano) hasta donde le alcanzaron las piernas. Pero el modo subjuntivo resulta pésimo para alentar a un público escéptico de tantos sinsabores.

Un deporte con ese historial no puede asumir la conformidad como filosofía. La nostalgia por el atletismo se une a la del voleibol, del baloncesto, el béisbol. Toda América nos resiste en cualquier cita multideportiva. Por estos días de julio, pero en los Juegos Olímpicos de Montreal ’76, Alberto Juantorena firmaba un doblete hasta hoy inigualado: ganar la vuelta y la doble vuelta a la pista con récord incluido. Celebramos la sacrosanta gesta con las manos vacías.

Recordar no debería ser tan doloroso.

Se advirtió de antemano. Para Cuba, ganar algún metal en Oregon dependía de una grata sorpresa. Se comentó con tacto, como se anuncian las enfermedades terminales o una metástasis irreparable. Varias arterias comunican a la conformidad con la inercia. El deporte cubano, hoy más que nunca, debe oxigenarlas todas. El momento fue ayer. El recorrido caduca: París queda en la próxima salida.

.

.

Otros textos sobre éxodo y deporte cubano…

--

--

Lázaro Ernesto Arias
lazaroarias

Periodista cubano, de pueblo y de sangre caliente... Escribo por convicción, reciclo historias que con el tiempo prescriben...