La enésima resurrección de Bofill: «Pasan cosas que duele decirlas»
Aquellos que lo excluyeron pueden dar por concluida su carrera. Hacerlos quedar mal siempre será parte del chiste. Vuelve la Liga Superior y el baloncesto cubano se persigna ante la enésima resurrección de Bofill
A Andy Bofill no lo detienen los tragos amargos. Si así fuera, se hubiera retirado cuando las selecciones nacionales cubanas de baloncesto lo dieron por acabado, las tantas veces que integró un «todos estrellas» de la Liga Superior y convocaron a cualquier otro, o cuando se derrite en el entrenamiento sin probar bocado.
Aún se rasura la cabeza y el rostro. No cumple con el arquetipo de gigantón de manos largas. Es un mulato claro de rasgos toscos y de 190 centímetros. Ya tiene 39 años y el rigor de la cancha lo obliga a administrarse. Usa más cambios de ritmo y menos carreras fugaces. No defiende como antaño. Asiste. Tira de tres. Encuentra la media distancia más allá de las torres rivales.
«En los últimos años sigue siendo el guía de nosotros, el capitán del equipo. La gente lo sigue y ha sido el puntal», admite Carlos Valle, director técnico de los Lobos. «Es un atleta que Cuba entera lo respeta y eso vale mucho en el juego de baloncesto».
Bofill es un tipo volátil dentro y fuera de la cancha. Su carácter se curtió cuando la pintura era una zona de guerra; lanzar de tres, un recurso secundario para jugadores sin las armas para ello. Pero no juega un partido oficial desde que la pandemia detuvo al país y a la edición última de la Liga Superior de Baloncesto (LSB).
En su hombro, un Fidel Castro de dedos largos y ángulos afilados se fuma un puro. Dice que cada hombre debe consagrarse de a lleno a lo que hace y firma como tantas veces. Bofill ha dicho que lo lleva con la admiración que se siente por los hombres que defendieron la verdad a ultranza.
Sin embargo, vivimos en una época que prefiere los eufemismos: llevar la verdad como estandarte no está precisamente de moda.
“Pasan cosas que duele decirlas”
«No me considero el mejor de Cuba, no por estar aquí, fíjate. Pero en mi posición, en la mía, no pienso, no pienso que haya uno mejor que yo. Actualmente. Y el hecho de que otros estén jugando en cualquier liga (…) muchos no están jugando en primera división, muchos no están en la segunda. Son jugadores muy normales. No han sido capaces de jugar aquí, pero han resuelto un contrato por una u otra vía, y esos son los que supuestamente van directo a un equipo nacional».
El alero de los Lobos aún recuerda que fue de los seis jugadores que sí regresaron de aquella gira por España. Y cómo se extraviaron sus documentos cuando probó suerte con equipos de Bolivia y Ecuador. «El último año que fuimos campeones traté de resolver un contrato. Había hecho los papeles. Me dijeron: se perdió el disco duro tuyo, ¿cómo que se perdió? (…) Pasan cosas que duele decirlas».
Sus compañeros lo tratan como la reliquia que es. Muchos de ellos ni habían nacido cuando Bofill cambió el baloncesto por el béisbol y esperaba que su madre llegara de Caibarién a matarle el hambre de mitad de semana.
Bofill no tiene la fuerza explosiva de ese que le robó par de balones en el entrenamiento, pero sí el temple para ser el segundo anotador del torneo doméstico, liderar la barrida final a los Búfalos de Ciego Ávila con más de 90 puntos; o marcar 23 en 10 minutos y rematar a Artemisa para ganar el bicampeonato.
Los Lobos son ahora mismo uno de los pocos equipos campeones en primera categoría que posee Villa Clara. El tema alimentación los golpea desde que comenzaron a entrenar, declaraciones de Carlos Valle y de varios atletas así lo confirman.
«Ya estamos a punto de empezar y aún hay problemas. Los entrenadores nos dan el pie forzado para que uno se esfuerce pero créeme que es difícil: muchas veces sin desayuno, sin plato fuerte», dice Bofill secándose el sudor. «El equipo está bien, pero muchos se han alejado. Va a ser un poco complicado. Cuando la competencia comience debe mejorar, pero la alimentación ha sido muy mala».
«Este es el único año que yo puedo decir, así honestamente, que no estoy muy seguro (sobre la defensa del campeonato). Ser realista no es tener miedo a enfrentarse a las cosas. No lo veo muy seguro. Ahora mismo dependemos de jugadores que están en La Habana y de refuerzos que no hemos visto cómo están, qué han hecho».
“Parece que somos un equipo octavo lugar”
Reencarnar en sí mismo cada año agota al más pura sangre. Bofill no busca agradar a nadie. Tiene claro que su último baile ocurrirá bajo sus propios términos. El día que su cuerpo decida que el baloncesto le fue demasiado o que no encuentre motivos para zanjar rencores con canastos.
Andy no vivió exento de faltas y tropiezos, pero regresó otra vez a capitanear una jauría de embistes coordinados. «Me mantuve entrenando todos los días, la salud me acompañó. Trataré de ayudar al equipo en lo que se pueda. Ya te digo: va a ser difícil. El equipo está diezmado, un poco desmotivado».
La hegemonía reciente de los Lobos incluyó dos terceros lugares y dos campeonatos consecutivos, una ofensiva con más de 90 puntos por partido, firmeza bajo las tablas y fluidez aceptable en el movimiento del balón. Hay varias caras jóvenes que quieren pertenecer…
«En esta década es difícil, no, dificilísimo ser dos años campeones. Y lo hemos hecho sin estímulos, sin nada, a corazón. Ayudando a los entrenadores que están haciendo magia con nosotros. Estamos cinco días aquí y muchas veces el alimento está malo y las condiciones no están creadas. No hay un estímulo. A veces hay que acortar los entrenamientos a tres días porque no hay (…)
«El público no tiene culpa de nada. A veces te va a exigir más sin saber las cosas que pasan durante la preparación».
Dice Carlos Valle que no fue por no avisarles: eligieron mal comer y entrenar a media máquina para defender, transpirando la cancha, el honor del bicampeonato. Eso o jugar sin preparación.
«Parece que somos un equipo octavo lugar, que somos novenos», añade Bofill. «Y somos, junto con el softbol, los únicos campeones de la provincia. Estar al cien, cien, va a ser imposible (…) Yo pienso: si es parejo es parejo. Si no hay, no hay para todos. Pero si hay para algunos y no para otros… Entonces sí hay alimentación, sí hay condiciones, sí hay recursos».
“Quiero dejarlo todo de reserva para cuando empiece la Liga”
El equipo de futsal espera su turno para entrenar, mientras los Lobos realizan un juego de preparación que ya acumula más de 100 puntos. La Sala Amistad exige una mano de pintura y algunos parches en el tabloncillo. Dentro, la instalación tiene posters de una ciclista y de un pelotero, deportes que nunca llenaron este foro.
Todos los años el retorno de Andy se convierte en una de las pocas curvas de interés del tiempo muerto. Esta vez se acentuó: dos años parece demasiado para un deporte que busca la consagración de la eficacia y la memoria muscular. «Esa siempre es la sorpresa. A veces tenemos topes de confrontación y yo no juego. Quiero dejarlo todo de reserva para cuando empiece la Liga se encuentren con lo que hay y lo que les toca».
La Comisión Nacional de Baloncesto ni se molestó en aclarar el asunto cuando estaba en auge su carrera: menos ahora que va a cumplir 40. Andy está seguro que lo apartaron de la selección luego de un malentendido por unas vacaciones que solicitó y no quisieron darle, en un año sin competencias internacionales. Que la edad funcionó como chivo expiatorio y esta vez no ha sido diferente.
«Yo voy a jugar hasta que pueda, hasta que yo quiera, pero es difícil cuando no hay una motivación, somos un equipo», dice.
«El deporte no es por edad. Si tú no haces un equipo por rendimiento no puedes tener resultados y él ha rendido en todos los torneos nacionales –dijo Valle sobre la no convocatoria de Bofill–. Dicen que es un problema de edad».
Aquellos que lo excluyeron pueden dar por concluida su carrera. Hacerlos quedar mal siempre será parte del chiste. Vuelve la Liga Superior y el baloncesto cubano se persigna ante la enésima resurrección de Bofill.
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*Publicado originalmente en la Revista Alma Mater
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