El tráfico: método probado de autoconsciencia e introspección hacia el camino de la Luz y la Verdad

Pablo Rodríguez
Tiempos y encuentros
4 min readSep 3, 2018
CDMX — Santiago Arau

*Ensayo ficción*

El caos del mundo post-industrial podría encontrar escenificación en el diario acontecer de las calles de las grandes ciudades del mundo. El tráfico es ruido, es violencia, incomodidad…claustrofobia. Si nos damos cuenta y ponemos un poco de atención, la anterior descripción del tráfico se hace desde quien lo vive como peatón.

El peatón es atropellado, respira de los escapes del microbús que se acaba de pasar el alto; a fin de cuentas es invisible. El automovilista vive encapsulado en su realidad y meramente fluye con el cauce que lo guía a su destino. Este espacio es uno de los pocos momentos en su rutina en el que tiene poco hacer y poco control con lo que sucede afuera, es el momento ideal para reparar en lo que acontece dentro de sí.

¿No vivimos pidiendo a gritos tiempo para nosotros, para pensar y dar vueltas a la mente?

La solución lleva años frente a nosotros.

El tráfico es un sistema lógico de esquizofrenia y masoquismo del que nos quejamos y que nos esclaviza, mientras que no sabríamos que hacer sin él y el tiempo que inmediatamente se añadiría a nuestras rutinas. Es el momento que añoramos llegue para estar bajo control de nosotros. Es nuestro espacio: lo que pase afuera está sujeto al azar, lo de adentro está en uno.

El universo del tráfico ha dado muestras de fenómenos y comportamientos de carácter místico e inexplicable. Estancamientos eternos que de un segundo a otro quedan liberados, granizadas torrenciales que dan paso a calles secas y desérticas. Lo aleatorio y lo inasequible de vivir en el tráfico dan lugar a una sola cosa y quien lo ha descubierto ha develado una de las grandes verdades del cosmos.

Vivir inmerso en el tráfico supone un sistema de códigos y significados compartidos que se van adquiriendo y asimilando hasta que actúan sin que nos demos cuenta. Nuestros sentidos se agudizan y esquivamos baches o coladeras con destreza y maestría inusual. Códigos que forman parte de nuestra vida diaria adquieren en el tráfico una nueva configuración de sentidos e intenciones.

Por lo anterior y por muchas razones más, hemos sido bendecidos al vivir en una ciudad como la nuestra. Contamos con el escenario ideal para explotar lo que cada uno lleva dentro. De forma directa o tangencial todos tenemos relación con el tráfico, todos lo provocamos. Aprovechemos la oportunidad y descubramos el camino de la luz.

Las manifestaciones, bloqueos y marchas son un llamado que obliga a darnos un espacio a nosotros. El caos de afuera es el catalizador para encontrar la paz dentro. Cada momento que pasemos en el tráfico es la oportunidad para ser con uno y al mismo tiempo ser con todos en un flujo de masas con las que a diario compartimos la gracia y dicha de los caminos de asfalto.

La lluvia es el elemento que se añade e instaura la combinación perfecta para que el automovilista entre en un trance que provoca una distensión del tiempo y todo se vuelve más lento. Nuestra capacidad de reacción, reflejos y consciencia del entorno se pasma y aturde ante el espectáculo que resulta ser la lluvia. Mientras más torrencial sea el aguacero, más tráfico y entre más tráfico, mayor tiempo con uno mismo en el aquí y el ahora.

El trafico como el caos en el que encontramos el tiempo y espacio para la introspección y soledad. Es la prisión que nos traslada de un destino a otro y a la que destinamos gran parte de nuestra vida. Es inevitable. Cada uno viaja consigo y a la vez es parte de la masa que hace lo mismo y comparte el mismo tiempo y espacio. Nos vamos construyendo con los otros seres al volante. Sin embargo nuestra esencia e individualidad se mantienen rígidas y contenidas por la carrocería del auto que nos traslada.

Estamos hablando entonces de que todas las teorías de meditación, mindfulness y respiración pranayama, encuentran en el tráfico el espacio ideal para que exploremos y seamos conscientes de nuestros pensamientos y aterricemos nuestra mente divagadora. El estado mental y físico en el que nos encontramos a bordo de un auto en el tráfico no podría ser más ideal. Estamos lo suficientemente atentos para no estrellarnos con el auto de enfrente pero al mismo tiempo con toda las posibilidades de viajar hacia nuestro adentro de formas que en cualquier otro espacio sería imposible.

Somos en tanto tráfico

Vivir en sociedad se traduce en una vida llena de autocensura y autocontrol ejercido por un contrato social que nos priva y evita que nuestro yo real salga. En el tráfico todo queda diluido y abre espacio para que nuestro deseo aflore sin reparos. Descargas de violencia, frustración y coraje brotan de los automóviles en un ejercicio sano de liberación emocional. La radicalización de nuestros impulsos es observada por el retrovisor sin juicio alguno y quien observa desde afuera tampoco se entromete por que al mismo tiempo lucha contra sus propios demonios en su realidad al volante.

El tráfico es el discurso oculto que mantiene y sostiene el orden. La línea entre la luz y la oscuridad. Sin tráfico no habría lugar para esta descarga necesaria y fundamental en el aparato psíquico del ser humano. Estar en el presente y ser consciente de ello, sin nada ni nadie

Nos encontramos frente a una solución que no necesita receta. Queda en nosotros ser conscientes de ello y entender lo afortunados que somos de vivir gran parte de nuestra vida en el tráfico. No es gratuito ni casualidad. Tenemos la clave y el camino marcado. Develemos la gran verdad que se disfraza de tensión y caos, vayamos hacia adentro sin prejuicios y sin miedo.

Om

Gloria a la prosperidad

Que los gobernantes guíen el mundo con ley y justicia

Que todas las cosas sagradas gocen de protección

Y que los habitantes del mundo sean felices y prósperos.

Om

--

--

Pablo Rodríguez
Tiempos y encuentros

Empeñado en ver más allá de lo evidente. Investigo, analizo y escribo.