El lado oscuro del bar

Timbalandia
Timbalandia
Published in
4 min readOct 21, 2016

por Lautaro Gimenez

El bar “La Posta”, ubicado en la zona de Altos de San Lorenzo, La Plata, es conocido por la jerga local como el bar del “Cabezón”. En los últimos 5 años por la poca clientela, dejo de funcionar solo como un resto bar y se metió de lleno en el negocio clandestino. La entrada no es atractiva a simple vista y de no ser por las dos ventanas abiertas, pareciera que está cerrado. Cuando abrís la puerta, te chocas la cara con esas cortinas plásticas cortadas en tiras como las de las verdulerías. El piso de loza gris está roto en partes, ahí adentro vas pisando hojas de libreta que son las apuestas realizadas, “100 pesos ganador al caballo 1, carrera 2” dicen y ya no sirven.

El Cabezón se mueve con agilidad en el lugar, va y viene, pasa la barra como si tuviera todo el espacio del mundo. Es cajero, mozo y barman al mismo tiempo. Sirve un vino y lo lleva a una de las 3 mesas. “Acá tenes mi amigo”, dice dirigiéndose a un hombre canoso, con el bigote manchado de violeta por la acumulación de vino.

Alrededor de 10 personas están adentro, otros 4 o 5 charlan afuera y se quejan por la carrera que perdió el jockey. “Es pendejo, le falta experiencia”, dice uno y los otros lo aprueban con la cabeza. En la media hora que hay entre carrera y carrera, el vino copa la barra en los jarrones de vidrio. Se muestran los caballos por el televisor estilo caja negro, antiguo, colgado en una esquina. Todos adentro de pie, lo miran fijamente y el humo del tabaco se apodera del lugar. Empiezan a debatir, es una especie de “mini pueblo”. Todos se conocen, Enrique, Luis, Juan y otros tantos nombres más suenan. “Me gusta el bayo”, dice un hombre canoso que opta por el café con leche sentado en otra de las mesas.

— ¿Arrancamos las apuestas muchachos? — dice el Cabezón, dueño del bar. Agarra su libreta y hacen fila. No existe la máquina que te hace el ticket, esas que están en el Hipódromo o en las agencias hípicas oficiales. Acá es papel y lápiz. Con el correr de la fila va guardando la plata. Termina la fila. Sergio hace el llamado típico cuando todos terminan de apostar. Se larga la carrera, todos miran. Cuando los caballos van llegando a la meta empiezan los gritos. “Vamos Ortega” “Vamos Villagra”. Son apellidos de jockeys. El grito es acompañado con el movimiento de sus manos de atrás para adelante, como si estuvieran haciendo un lateral en fútbol. Es una arenga, como si el jockey pudiera escucharlos y acelerar, como si el caballo tuviera un motor.

Terminó la séptima carrera, solo Enrique ganó. Apostó 100 pesos al número 1, montado por el paraguayo Eduardo Ortega Pavón. El caballo paga 5 pesos multiplicados por 100 que es la apuesta, le corresponden 500 pesos, pero en realidad ganó 550 pesos porque al ganar la casa te beneficia con él 10% de lo que haya ganado. Ese 10% es una estrategia para que los apostadores vayan al bar y no al hipódromo, al igual que llevar esta actividad en un barrio. Enrique toma un sorbo de vino, se prende un cigarrillo, todos lo felicitan con algo de envidia. Sentado en la barra espera a que Sergio saque su plata de la caja. Plata que es de todos los demás que no ganaron y vuelven a salir afuera a charlar.

Durante la tarde, la caja gana más de lo que pierde. Muy rara vez –cuenta Sergio- tiene que llamar a Mauro “puntero” que está en el hipódromo. Aquel anota todas las combinaciones que el Cabezón le comunica, todas hechas en el bar y apuesta por ellos de manera legal. La plata que pone de su bolsillo la pasa a buscar tipo 10 de la noche cuando el bar cierra.

Martes y jueves la historia se repite. Quizás algún domingo también. Todos estos personajes conviven y se relacionan entre sí y con el resto de las personas que eligen el bar solo para tomar algo. Es un ambiente que -además de ser un lugar donde se apueste ilegalmente- se transforma en un espacio social.

--

--

Timbalandia
Timbalandia

Información para timberos y apuestas en general sin prejuicios ni condicionamientos.