Cómplice

Eduardo Franco
Todos, menos yo
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6 min readJun 21, 2015

Estaba conduciendo por la parte norte de la ciudad, un día de esas protestas que ya perdieron sentido hace semanas, uno de esos días donde ponían barricadas en cada esquina, que son pequeñas, pero incluyen 47 policías antes obstruyendo el paso para que no sea obstruido por los protestantes. (irónicamente).

Mi misión, — y digo misión porque me gusta creer que soy un agente secreto del gobierno de algún país asiático — consistía en llevar a dos pasajeros al hotel, dos hombres de estatura promedio, muy elegantes para la clase media, pero de poco gusto para la clase alta, un rango en donde mi capacidad de observación se activó para encontrar lo que estaba fuera de lugar.

Es difícil mirar sin que te miren, notar sin que te noten, jugar a ver el retrovisor y estar atento a lo que dicen. Muchas palabras no las escuchas, tienes que completar con las siguientes y armar tu propia historia, el sonido del radio del centralista suele estorbar, pero es la cuartada perfecta para que sigan sus conversaciones sin sentirse escuchados, aprendes a enfocar los sonidos, aprendes a dar una pausa a los pensamientos y reconstruir sus historias, para luego hacerlas tuyas.

Dos pasajeros de un mismo sexo, vestidos de esa manera, después de 5pm en un día no laboral, tienen un comportamiento estadístico curioso, por lo general, van a un destino donde se encuentran a dos pasajeros del sexo opuesto, o también puede ser el caso donde el origen sea ese lugar, ida o vuelta, vivimos en una sociedad de parejas. Ellos tenían algo diferente, no iban a ver, ni venían de ver a sus otras dos correspondientes.

Cuando se salen de ese margen estadístico se convierten automáticamente es una historia que debo recolectar, fue difícil escuchar datos claves por estar atento a las barricadas, por esquivar a la policía, por pensar vías alternas, por hablar con el centralista dejando claro que el agente 301 iba a trabajar pasara lo que pasara en la ciudad, — pues mi especialidad es el desastre, y el gobierno del país asiático (que aun no me decido) necesita mi información para no ser derrocado-.

“Llegamos al hotel, nos encontramos con el contacto, pagamos lo que nos pide y nos vamos”

Esa fue mi primera sospecha, pensaba al principio que simplemente era una pareja homosexual que iría al hotel a pasar la noche después de unas copas de vino — pues seguramente no bebían ron, si dos hombres se miran a los ojos para hablar y se tocan los hombros de vez en cuando con suavidad, mientras van en camino a un hotel, definitivamente no beben ron — pero me equivoque, lo aseguré cuando me ofrecieron dinero para esperarlos — cosa que rechacé -.

En el camino, a pocos minutos de llegar, entre el tercer grupo de 47 policías, y el sexto de 15 protestantes, escuché algo como: “Aún no lo tiene, pero dice que hoy mismo lo consigue” — Y fue en ese momento que el misterio se apoderó de mi, estuve a punto de voltear a preguntar que demonios era lo que iban a comprar, pero por razones obvias, tenia que seguir actuando como si me importara lo que dice el centralista -.

Una vez llegamos al hotel, se bajaron sin recibir el dinero que les quedaba de cambio, y sin poder decirles nada se subieron en ese instante dos personas totalmente diferentes, una pareja corriente, un hombre y una mujer, jóvenes, sin ninguna historia que ofrecer aparentemente, pero en estos casos juego a adivinar que clase de relación tienen.

Cuando ves diferentes tipos de personas en todo el día, todos los días, te das cuenta que las personas por más diferentes que parezcan tienen comportamientos similares, no importa su nivel económico, o donde vivan, ni siquiera importa su orientación sexual, son personas después de todo, y si hay algún sinónimo para taxista, seguro sería cómplice.

En esta sociedad de parejas que planteo, cada par establece una relación que gira alrededor de dos cosas únicamente: amor y/o sexo, dependiendo del nivel de cada uno de estos elementos, la gente inventa diferentes títulos: amantes, amigos, esposos, novios, pero sencillamente son relaciones de pares, y usualmente el titulo que tienen es distinto al que representan, y de eso se trata mi juego, diferenciar ambas.

Lamentablemente perdí, no pude determinar cual era el caso, y en otro momento estaría al borde de la desesperación al no lograrlo, pero no dejaba de pensar en el paquete y que podría tener.

A este par los deje en un edificio residencial, minutos antes de llegar me reporte con la central para cubrir otro servicio cerca, así que debía moverme rápido, pues yo, el agente 301 del Servicio Secreto de Taxis, nunca llego tarde. Aquí se tornó incomodo el momento, era un solo individuo, no era un par y eso me aburre, se sentó a mi lado, queriendo comunicarse conmigo.

Al contrario del perfil común que yo debería representar, no hablo con clientes, me gusta detallar sus vidas, pero no me gusta participar en ellas, soy como un lector, soy su publico y ellos en ese momento viven para que yo los vea, viven para mostrarme lo que no puedo ver de sus vidas, y si en algún caso esa vida interactua con la mía, arruina el momento, arruina ese sentimiento vouyerista.

Afortunadamente este servicio fue muy corto, ademas, maneje a una velocidad exagerada para finalizarlo, miré la hora, y decidí hacer uno más, y como ya me encontraba en un centro comercial, podría darme el lujo de escoger a donde quería ir. Decidí llevar a un señor de la tercera edad, perfecto para mis requerimientos en cuanto al sector del destino, y al escuchar su voz seca y notar su dolor al emitir algún sonido, era el cliente perfecto porque aunque iba solo, sabía que mantendría silencio.

Justo antes de cerrar la puerta, dos señoras, un poco desesperadas, me rogaron llevarlas en el mismo viaje, y entre la presión por querer ir a mi casa, y el poder de convencimiento del pasajero mayor con sus palabras, opté por aceptar, en realidad no tenia nada que perder, era un par, los pares hablan entre sí, sumado al otro pasajero, nadie hablaría conmigo.

No había vidas que curiosear más allá de lo que los ojos ven, dos señoras corrientes a un destino corriente, un señor mayor queriendo ir a su casa, no existía ninguna relación entre esos universos.

Las protestas habían terminado, ya esos tiempos de guarimbas nocturnas acabaron hace semanas, así que era un perfecto ultimo servicio del día. Llegamos al primer punto, se bajaron las dos señoras y el pasajero mayor, como todo un caballero se bajo para abrirles la puerta. Luego nos dirigimos al destino final, que no me pareció muy extraño pero si poco común, el hecho que fuera al mismo hotel donde lleve a los primeros dos en la tarde.

Lo siguiente que pasó, fue el momento en donde conecte los puntos, el pasajero mayor al bajarse dijo: “Casi olvido el paquete”, me lanzó una mirada soberbia de que todo estaba saliendo bien de algún extraño modo. Justo cuando cerró la puerta, el centralista me llamaba gritando mi código desesperadamente.

- 301, ¿usted llevó unos pasajeros desde el Hotel Intercontinental?
- Si, hace un rato.
- ¿Un chamo y una chama?
- Afirmativo.
- Dicen que dejaron un paquete en la parte atrás…

¡Y LO ENTENDÍ! fui usado, fui increíblemente manipulado, primero, lleve a los compradores al hotel, y la segunda pareja, misteriosamente tenía el paquete que no sabían que iban a dejar, el siguiente pasajero me iba a llevar a donde se encontraba el vendedor y al hablarme tanto me hizo olvidar de mirar en los asientos traseros si algo había sido olvidado, luego, las dos señoras en el momento que el pasajero mayor les abrió la puerta le entregaron ese paquete, y él, se fue al hotel a concretar la venta.

Fue la mirada del pasajero mayor lo que lo delató, pero seguramente lo hizo de manera perversa para convertirme en lo que soy, su cómplice.

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Eduardo Franco
Todos, menos yo

Diez mil líneas de código es un buen desayuno. Developer & Co-Founder @Hozt_