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3 min readDec 20, 2018

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De flojos e inútiles

Héctor Castañón

Foto: El Universal

Saltar al ring contra el partido en el poder es lo que la oposición tradicional considera indispensable para estar en la jugada electoral, aunque falten los años que falten. Se dan con todo, pero nunca caen. En realidad, quienes terminan siempre salpicados y perjudicados por estos enfrentamientos son quienes más necesitan de los bienes y servicios públicos que estos gladiadores electorales administran.

Y es que el mercado no resuelve las necesidades de una parte muy significativa de la población. CONEVAL (2018) estima que cuatro de cada diez trabajadores mexicanos reciben un salario que NO les alcanza para adquirir los insumos de la canasta básica, y esto no mejora, porque en 26 de los 32 estados del país la situación del ingreso laboral empeoró entre el segundo y el tercer trimestre del 2018.

Si quienes reciben un salario no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas, imaginen a quienes no lo reciben: jefas de familia, adultos mayores, personas con alguna discapacidad, jóvenes. Para ellos y ellas es simplemente imposible sostener una actividad más allá de la mera lucha por la subsistencia, y por eso es que necesitan un complemento a sus precarios ingresos

Pero desde el punto de vista de algunos empresarios y políticos de élite, los programas de asistencia social son una fábrica de inútiles o un premio a la flojera. Eso si, reclaman para las más grandes empresas subsidios y privilegios como estímulos a fondo perdido, exenciones fiscales, las cargas impositivas más bajas entre los países de la OCDE y un tope salarial por debajo de la línea de pobreza.

Los programas sociales, bajo este escenario, lo que hacen realmente es subsidiar a los grandes corporativos para compensar los bajos salarios y la baja recaudación fiscal que les permiten aumentar su rentabilidad. Bajo la lógica de “empresarios primero” no sólo ha aumentado el número de pobres y la violencia económica, sino la desigualdad social y la concentración de riqueza en cada vez menos y más poderosas manos.

“Pero pagamos impuestos”, dicen. Lo cierto es que el efecto redistributivo de la política fiscal en México es prácticamente nulo. La OCDE (2017) revela que la desigualdad antes y después de impuestos en México se mantiene prácticamente igual. Pagar impuestos, curiosamente, no basta para distribuir riqueza. Por eso es que el estado tiene que intervenir para compensar esta deliberada y cuidadosamente planeada “falla del mercado”.

“¡Mujeres y niños primero!”, que junto con las comunidades indígenas presentan las tasas más altas de pobreza en México, es la propuesta que ganó el respaldo de la mayoría de las personas que participaron en las elecciones del 2018. Asegurémonos de que sea efectivamente así; que el gasto social llegue efectivamente a quienes más lo necesitan para ser parte del desarrollo del país. Incorporar a los adultos mayores, jefas de familia, jóvenes, indígenas y otras poblaciones marginadas a las redes de ahorro y generación de valor, en las que actualmente participan de forma precaria, significaría potenciar la base productiva de este país desde el lado más débil, no desde el lado más fuerte, que ha mostrado muy poca efectividad para distribuir la riqueza generada.

Estigmatizar a las poblaciones vulnerables y culparlas del limitado desarrollo del país, no sólo es una grave injusticia y una muestra de ignorancia, sino que reproduce un juego tramposo y perverso que ha beneficiado a pequeños grupos que acumulan sin límite poder económico y político.

La captura del estado por parte de estos grupos, también conocidos como “mafia del poder”, ha capturado también la imaginación y los discursos de los políticos, y ha distraído la atención de las verdaderas causas de la pobreza y desigualdad, hacia las poblaciones que son realmente las víctimas de un injusto arreglo social y económico. Las recientes declaraciones de nuestros políticos locales encienden una señal de alarma en uno de los municipios más desiguales de la región más desigual del planeta. ¿Serán capaces de mirar más allá de sus círculos de privilegio para asumir un rol más activo en la lucha contra las desigualdades, o seguirán beneficiándose de ellas?

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