Kasper, en nombre del derecho a tener tu nombre

Pedro Barata
Tres de añadido
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7 min readMay 25, 2021

Todos hacemos de cuenta que no, pero es innegable que todos nos preocupamos con el legado, con el dejar algo para después. Ese “irse de la ley de la muerte” de la que escribió Luís Vaz de Camões, el gran poeta portugués, en mención a los que logran evitar que el paso del tiempo, el gran tirano, lleve al olvido de su nombre. Todos, en mayor o menor grado, buscamos que nuestro paso por esta vida deje algo para la posteridad.

En muchos casos, el “dejar algo para después” va relacionado con la permanencia de nuestro nombre. Los nombres, esa eternidad en pocas letras, son la mejor manera de identificarnos y, por eso, la mejor manera de que dejemos algo.

A finales del verano de 2000, un rumor asoló el vestuario de los infantiles del Estoril. A los jóvenes de 13 o 14 años les habían dicho “que viene a entrenar con nosotros el hijo de Peter Schmeichel”. “Estás loco”, reaccionó uno. “Sí, y el hijo de Roberto Baggio también”, dijo otro. La historia la contó el periodista portugués Hugo Tavares da Silva, que hacía parte de ese equipo, en un muy recomendable reportaje en “Observador”, del que nos serviremos en estas líneas.

Un año antes, en 1999, Peter Schmeichel había dejado el Manchester United para fichar por el Sporting Clube de Portugal, ayudando a que el equipo de Lisboa ganase la Liga en la temporada 1999–00, rompiendo una sequía de 18 años sin lograr el campeonato. Los Schmeichel vivían en Birre, en Cascais, cerca del Estoril, y por lo tanto no era imposible que el pequeño Kasper fuese a jugar al club que le pillaba cerca.

Y así fue. No era broma y el “hijo de Schmeichel” se sumó al equipo de infantiles del Estoril. “El hijo de Schmeichel”, no Kasper, porque era evidente que, para quienes le acababan de conocer, lo que estaba ahí no era un joven guardameta de 14 años que estaba viviendo lejos de su país a causa del curro del padre, sino el hijo del gigante portero danés.

En esta temporada, Kasper Schmeichel levantó el primer de sus títulos, el de campeón de infantiles con el Estoril. Recuerda Hugo Tavares da Silva en su reportaje que, cuando aquel chico rubio en un equipo de jóvenes portugueses hacía una buena parada, todo el mundo le decía: “Aquí está el futuro Schmeichel”. Y que cuando cometía algún error, eso también se amplificaba. Todo en la vida de aquel adolescente danés — los elogios, las críticas, la manera cómo la gente le conocía, la posición en el campo — le venía relacionado con su padre. El peso de haber nacido hijo de una leyenda se notaba. Ya tenía su apellido en la eternidad, pero no por algo que hubiese hecho.

Peter Schmeichel se fue del Sporting para volver a la Premier League, y su hijo le siguió. Llegó al Manchester City donde, entre una rueda de cesiones a Darlington, Bury, Falkirk, Cardiff o Conventry (“siempre que veía que no tenía hueco para jugar, pedía salir cedido, porque necesitaba tener partidos para estar bien”, explicó en su día), debutó con el vecino que, en ese momento, aún no era calificado por Ferguson como “ruidoso”. El 11 de agosto de 2007, fecha del debut de Kasper Schmeichel en la Premier League (triunfo 0–2 ante el West Ham), el Manchester City era entrenado por Sven-Göran Eriksson y tenía como estrellas a Rolando Bianchi, Martin Petrov o Elano. Terminaría noveno en esa edición de la Premier League.

Llegó el dinero de Abu Dhabi al City y se fue Kasper Schmeichel. En la 2009–10 fichó por el Notts County, de la League Two, la cuarta categoría del fútbol inglés. Con 23 años, la temporada le fue bien y el equipo ganó el título. Kasper Schmeichel ya era campeón de infantiles con el Estoril y de la League Two con el Notts County. Pero el público de los campos del fútbol de barro y de barrio inglés no le perdonaba el pecado de su apellido.

En cada partido de visitante con el Notts County esa temporada, las gradas cantaban “You’ll never be your father” hacia Kasper Schmeichel. “Tú nunca serás tu padre”. En febrero de 2010, en una entrevista a “Daily Mirror”, el aún joven arquero hablaba del tema:

“La gente está cierta cuando canta eso. Nunca seré igual de bueno que él. Pero me encantaría hacerme un nombre por mí labor, jugar al máximo nivel, y demostrar que hijos que siguen padres en el mismo trabajo no necesitan vivir a su sombra”.

Y Kasper Schmeichel encontró el sitio para dejar la sombra de Peter. Tras un curso en el Leeds, llegó al Leicester City. Estábamos en la 2011–12 y los foxes estaban en Championship. Sin embargo, la ascensión fue meteórica. En la 2013–14 lograron el ascenso a Premier League. La temporada siguiente obtuvieron la permanencia de manera agónica. Y en la 2015–16…

“Los sueños son hechos de esto. Esto es con lo que sueñas cuando eres un niño. Es difícil explicarlo por palabras”. Con frases cortas, pero de corazón lleno, habló Kasper Schmeichel el 7 de mayo de 2006. Aquel día, seis años después de ganar la League Two, el cancerbero levantaba con el Leicester City la Premier League más inesperada de la historia. El conto de hadas. El 5000 para 1 de probabilidades. Andrea Bocelli con Claudio Ranieri en el King Power Stadium.

Y, desde esa temporada, hay un guardameta danés entre los mejores del mundo. Un portero con un juego de pies espectacular, a la vez eficaz y impredecible, que obligó Pep Guardiola a decir a sus jugadores que “jugar contra él es una putada”. Un guardameta de grandes reflejos, que ocupa bien la portería. Un líder en el campo, cuya voz se hace oír de manera evidente en este triste fútbol sin público en las gradas. Un cancerbero que ayudó el Leicester a ir de Segunda a ganar la Premier, de Championship a Champions, de club inestable a proyecto de competencia y visión, capaz de meterse entre el big-6 y ganar la FA Cup.

Ese portero es Kasper, el hombre que logró quitarse el peso del apellido del encima. Al hablar de él en el futuro, no diremos “el hijo de…”. Más bien diremos: “Kasper Schmeichel, el portero del gran Leicester”. Campeón de la Premier League… y del Championship, de League Two y de la liga de infantiles, claro.

Y que liderará a Dinamarca en la Eurocopa 2020. Hace 19 años, una selección danesa con otro gran portero sorprendió el continente al ganar el título. Pero, después de eso, vinieron tiempos malos. Dinamarca no pasó de grupos en las Euro 1996, 2000 y 2012. Estuvo ausente de la Euro 2008 y 2016, al igual que de los Mundiales 2006 y 2014. Sin embargo, en el último Mundial, la cosa pareció cambiar.

Con un equipo competitivo, con mucha gente acostumbrado a jugar a buen nivel, Dinamarca quedó segunda en el grupo de la futura campeona Francia y, en octavos, empató a uno contra Croacia, futura subcampeona, en los 90 minutos. En la prórroga, Luka Modric, futuro Balón de Oro, dispuso de un penalti en el minuto 116. Kasper lo defendió. En la tanda para decidir quien iría a cuartos, Kasper paró dos más, los de Gudelj y Pivaric. Su padre celebraba en la grada. Pero la puntería de sus compañeros no fue la mejor y Dinamarca cayó eliminada.

Sin embargo, 2018 puede apuntar el camino para 2020. Un equipo de gente curtida en muchas batallas, como Kjaer, Christensen, Delaney, Hojberg, Eriksen o Poulsen. Un conjunto que llega bien, tras la buena imagen del Mundial y de la última edición de la Nations League, cuando quedaron por delante de Inglaterra (y por detrás de Bélgica) en su grupo.

Y, claro, el conjunto de Kasper Schmeichel. El chico que entrenaba en Estoril con más seriedad que los demás — “No era como nosotros, un chico de la zona que iba ahí a divertirse. Era muy competitivo, quería de verdad ser muy bueno, se lo tomaba todo en serio. Y nunca paraba de gritar desde la portería”, cuentan sus compañeros de entonces — y al que no le gustaba Luís Figo, dolido por lo que el famoso gol que el luso marcó a Dinamarca en su día. El hombre que defiende las redes del milagro del Leicester y que busca hacer semejante hazaña con su país. Una hazaña como la que él vivió cuando su país sorprendió Europa cuando él tenía tan sólo 5 años.

En esa gesta, el portero era alguien que Kasper admira mucho, pero cuyo apellido supuso un peso para él. Pero ya no es un peso. Es un honor. Porque Kasper Schmeichel, uno de los mejores porteros del mundo, se ha ganado el derecho a tener su propio nombre. A construir su propia leyenda, desde Leicester a Copenhague.

Decía W.C. Fields, famoso actor y humorista de Estados Unidos, que “no importa lo que te llamen, sino a que contestas tú”. Si hoy le cantasen a Kasper “jamás serás como tú padre”, él se giraría y diría: “No quiero ser como mí padre. Soy Kasper, encantado”. Y seguiría parando balones y ordenando la defensa.

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