Shevagol: Chernóbil y guantes de boxeo
“Todo parecía normal. Yo tenía 10 años y me lo pasaba bien jugando fútbol”.
Andriy Shevchenko había nacido en septiembre de 1976 y su infancia parecía transcurrir con normalidad en una Ucrania en la que ciertas cosas ya sonaban a cambio. La URSS, sin prisa pero sin pausa, perdía la carrera contra Estados Unidos y la decadencia tecnológica ya era evidente. Sin embargo, para Andreyi todo iba bien. Su familia se había mudado, cuando él tenía tan sólo 3 años, para Obolonskyi, un nuevo barrio de Kiev, y el niño acudía a la escuela número 216 de la ciudad.
Pero la decadencia de la URSS le pilló por el camino…
“El reactor número 4 explotó y nos llevaron a todos. Aún hoy siento angustia. Vinieron autobuses de la URSS y llevaron todos los críos entre los 6 y los 15 años. Me tuve que quedar viviendo a 1500 quilómetros de casa…Lo recuerdo todo como si estuviera en una película”
El accidente de Chernóbil, que ocurrió el 26 de abril de 1986 en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, fue un desastre de dimensiones trágicas que también afectó a Andreiy. Se tuvo que ir de su casa con otros chavales jóvenes hasta que fuese seguro volver, como contó en una entrevista al Corriere Della Sera en 2021.
Y Chernóbil no hizo sólo víctimas de todo tipo. También fue la evidencia de que, en aquella zona del mundo, algo estaba yendo muy mal y estaba a punto de cambiar. Y Andriy lo sentía.
“Era un país encerrado que te llevaba a que te encerraras. Empecé a tener cada vez menos amigos cuando he ido creciendo. Todos fueron muriendo, no por la radiación, sino por el alcohol, drogas o armas… Las cosas en la URSS empeoraron mucho. El mundo que conocíamos se estaba desmoronando y mis amigos, como todo el mundo, no creían en nada y se terminaban perdiendo”, confesó Shevchenko en dicha entrevista al Corrierre, rematando:
“El amor de mis padres y el fútbol me salvaron”
Y es que al chaval Andriy le gustaba mucho el deporte, sobre todo el fútbol y el boxeo. Cierto día, no logró pasar una prueba para entrar en una escuela deportiva en Kiev, pero llamó la atención de un ojeador del Dinamo de Kiev y entró en la cantera del gigante de su país. Y su talento pronto se dio a conocer.
En 1990, con 14 años, Sheva estaba en la Ian Rush Cup, un torneo en Gales apadrinada por el legendario ariete. Y el joven que venía del Este fue el máximo goleador del torneo, lo que le valió su primer trofeo en el balompié: un par de botas de Ian Rush, entonces estrella del Liverpool.
Andriy también competía en boxeo en la LWI Ukranian Junior League, pero escogió el balón. Y no se arrepintió.
En una Ucrania con muchas heridas y traumas recientes, que aún se intentaba levantar tras el final de la URSS, Sheva se convirtió en el gran símbolo de orgullo patrio. Estrella de su Dinamo, se fue a la Serie A para ser héroe en Milán (y para tener un hijo cuyo padrino es Berlusconi), capocannoniere en Italia y rey de Europa.
Séptimo máximo goleador de la historia de las competiciones europeas (67 tantos), segundo máximo anotador de la historia del AC Milan (175), más tantos marcados en el Derby della Madonnina (14)… Y aquel Balón de Oro en 2004, claro.
Ucrania se estaba descubriendo como país, quitándose fantasmas y, en la búsqueda por una estabilidad nacional, aquel rubio rápido y con una increíble hambre por el gol le dio al pueblo una razón para creer que allí se podrían forjar estrellas y no sólo sueños rotos. Los jóvenes que le miraban ya tenían algo en que creer, un modelo que les inspiraba, algo que demostrara que merecía a pena pelear. Lo que sus amigos no tuvieron, vaya.
Y Sheva siempre guardó en su repertorio un espacio muy especial para la selección. Máximo goleador histórico (48 dianas), cuando Andriy debutó con Ucrania, en 1995, la selección era un joven conjunto que disputaba su primera fase de clasificación de siempre. Y su estrella no descansó hasta llevarla al gran escenario mundial.
Tras caer en las repescas de la clasificación para los Mundiales de 1998 y 2002, en 2006 llegó el primer gran torneo de aquella selección. Shevagol marcó seis tantos en la clasificación para el Mundial, donde Ucrania no fue sólo a debutar y listo. Fue a competir. Andriy marcó en los triunfos ante Saudí Arabia y Túnez, en grupo, y, tras eliminar a Suiza en octavos, Ucrania sólo cayó en cuartos ante Italia, la futura campeona. Shevchenko había puesto a su país en el mapa del balompié mundial.
En 2012 el legendario delantero puso un punto y final a su trayectoria futbolística. Y, pocos meses después, ya la federación le había propuesto ser el nuevo técnico de la selección. Pero Andriy rechazó. Estaba más interesado en la causa pública: se sumó al Partido Social-Demócrata Ucraniano y fue candidato en las elecciones para el parlamento en 2012. Sin embargo, el partido sólo tuvo 1,58% de los votos y no eligió a ningún diputado.
Amigo personal de Giorgio Armani, con quien abrió dos tiendas en Kiev (y fue en una fiesta privada del estilista donde conoció a su mujer, la modelo americana Kristen Pazik), a Shevchenko le tocaba volver a “su mundo”, como él dijo poco después. Y le tocaba recuperar las enseñanzas de su maestro.
Valeriy Lobanovskyi es uno de los más influyentes entrenadores de la historia del juego. Y uno de sus últimos alumnos fue Sheva a quien entrenó en el Dinamo de Kiev, entre 1996 y 99, y en la selección, entre 2000 y 2001, poco antes de su muerte, en mayo de 2002. La importancia que Andriy da a su maestro es tan grande que fue a ofrecerle la Champions y el Balón de Oro que ganó a su estatua.
Y en 2016 tocó acordarse de sus enseñanzas. Segundo entrenador de la selección de Ucrania desde febrero, Andriy aceptó el puesto en julio, tras la Eurocopa. Cuatro años después de la primera oferta, ya se sentía preparado.
El que pensara que Shevchenko sólo sería el seleccionador ucraniano por ser el gran ídolo del país no pudo equivocarse más. El entrenador dio, desde muy pronto, pruebas de su competencia.
Ucrania compitió muy bien en uno de los grupos más parejos en la clasificación para el Mundial 2018. Jugando ante Croacia (futura subcampeona del mundo), Islandia (que venía de ser la gran sorpresa de la Europa), Turquía, Finlandia y Kosovo, Ucrania llegó a la última jornada empatada a puntos contra Croacia. Dos décadas antes, los croatas le quitaron a Sheva la opción de jugar un primer Mundial con su país. Y lo volvieron a hacer, ganando 0–2 en Kiev.
Pero las bases para el futuro estaban sentadas. Ucrania ganó con holgura el grupo 1 de la Liga B de la Nations League 2018–19 y, en marzo de 2019, se lanzó a por el reto de estar en la Eurocopa 2020. En el grupo B, ante Portugal, la vigente campeona de Europa, una Serbia llena de buenos jugadores, Luxemburgo y Lituania, la Ucrania de Sheva fue una de las buenas sorpresas de la clasificación.
Con gente con menos de 25 años de edad siendo protagonista, como Matvienko, Mikolenko, Zinchenko, Yaremchuk o Tsyganko, los Жовто-Сині (azules y amarillos) ganaron el grupo, obteniendo seis triunfos y ninguna derrota. En Da Luz, en casa de la campeona da Europa, Ucrania empató a cero, imponiéndose ante los lusos, por 2–1, en Kiev.
En los últimos meses, el equipo ha confirmado las buenas sensaciones. En octubre ha derrotado España por 1–0 y en marzo ha empatado en Saint-Denis contra Francia (1–1). Con Yaremchuk (tercer máximo marcador de la Liga belga) y Malinovskyi (10 goles y 12 asistencias) llegando en un gran momento a la Eurocopa, Ucrania quiere demostrar que el hecho de que, en los últimos tres años, haya derrotado a España y Portugal y empatado con Italia y Francia — y haya estado sin perder desde noviembre de 2018 hasta septiembre de 2020 — no es casualidad.
Shevchenko creció donde no había esperanza. Ante la tragedia, sus amigos no tenían permiso para soñar y terminaban pagando el precio de algo de lo que no tenían culpa. Sheva, a base de goles, dio un motivo de orgullo a toda aquella gente. Era su manera de agradecer al fútbol, a esa pelota que, junto a sus padres, le salvaron de otro destino.
Hoy, Andriy, que tiene una fundación para apoyar niños huérfanos, sigue haciendo lo que mejor sabe. Unir a un país. Regalando ilusión, eso que no sirve para comer pero te empuja para caminar. Matvienko, Mikolenko, Zinchenko, Yaremchuk o Tsyganko, nacidos en los 90, ya supieron lo que es tener alguien que les inspirara. Ahora, juntos con su héroe de infancia, buscan darle a Ucrania la gloria que hace poco le era negada hasta en los sueños.