Muerte, depresión, cárcel y llanto: Escocia, la nación que cambió el fútbol, ha vuelto

Pedro Barata
Tres de añadido
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11 min readJun 9, 2021

En la segunda mitad del siglo XIX, un grupo de pioneros británicos, herederos de una larga tradición de juegos con balón, se juntaron para crear las reglas y lanzar las bases que ordenarían el deporte que más influiría el mundo en los 150 años siguientes. El fútbol tiene una especie de fecha de nacimiento simbólica el 26 de octubre de 1863, cuando se produjo la primera reunión de la Football Association (FA) en la Freemasons’ Tavern, en Londres.

En sus comienzos, el football, jugado sobre todo entre jóvenes aristócratas, era el reflejo de la educación que ellos recibían. Esos chicos que estudiaban en Harrow, Eton o Chaterhouse eran entrenados para ser los futuros líderes del imperio británico, y su educación se basaba en demostrar que valían para convertirse en grandes jefes. Cuando jugaban a ese nuevo invento, pasar el balón era como huir de la responsabilidad, un acto cobarde, como escapar a un combate. El fútbol que jugaban los aristócratas ingleses se basaba en el dribbling, en coger el balón e intentar progresar con él la mayor cantidad de metros posible, ganando un duelo individual después de otro. Como en el rugby. Sin embargo, más al norte, ya se estaban haciendo las cosas de manera diferente.

En 1867, el Queen’s F.C. se convirtió en el primer club de fútbol creado fuera de Inglaterra o Gales. Y, en los años siguientes, fue el conjunto responsable por la primera gran revolución táctica de este deporte. Los jugadores del Queens’ Park, al revés de, en cada jugada, intentar llevar el balón lo más lejos que podían, decidieron empezar a… Pasarlo. A darle a un compañero. Nacía el combination game, un estilo de fútbol en el que los jugadores se asociaban a través del pase. El fútbol se convertía, de verdad, en un deporte de equipo y el Queens’ F.C. ganaba un apodo que se mantiene hasta hoy: the Spiders, las arañas que iban tejiendo trampas a sus rivales.

Un equipo del Queens’ F.C.

En 1872, se disputó el que está considerado por la FIFA como el primer partido entre selecciones de la historia, un Escocia-Inglaterra en Glasgow. El choque quedó 0–0, pero la habilidad, el estilo y la técnica de los escoceses sorprendió a sus vecinos del sur. Y en los siguientes duelos la superioridad del passing game fue evidente: entre 1874 y 1884, los dos países jugaron 11 veces y Escocia ganó nueve, con un empate y un triunfo inglés.

A raíz de esta revolución estilística y de la admiración que empezaron a granjear los jugadores de Escocia, los futbolistas del país pasaron a cruzar la frontera rumbo al sur, aprovechando que el fútbol se convertía en profesional en Inglaterra, mientras en Escocia seguía siendo, en teoría, amateur. Los Scotch Professors llevaron su estilo a Inglaterra y, desde ahí y aprovechando el alcance del imperio, a todo el mundo, a la medida que el juego se exportaba hacia los distintos rincones del planeta.

John Prentice, un ingeniero naval de Glasgow, introdujo el fútbol moderno a China; Alexander Watson Hutton, un escocés que estudió filosofía en Edimburgo antes de irse a vivir a Argentina, ayudó a crear, en 1893, la Argentine Association Football League y es por muchos considerado como el “padre” del fútbol argentino; Thomas Donahoe, un trabajador textil de East Renfrewshire (cerca de Glasgow) organizó el primer partido de fútbol en Brasil, en 1894, e incluso hay una estatua suya en Bangu; Chris Miller, otro escocés, organizó el primer partido oficial de fútbol en São Paulo, entre las compañía locales de ferrocarriles y gas y ayudó a crear la liga paulista; y también entrenadores no de Escocia pero que aprendieron el nuevo estilo lo trasladaron a otros países, siendo el ejemplo más evidente el de Jimmy Hogan, que desarrolló el passing game en Austria y Hungría, contribuyendo para la fuerza del fútbol de esa zona de Europa en los 30, 40 y 50 del siglo XX.

Un homenaje a Alexander Watson Hutton, “padre del fútbol argentino”

Los escoceses cogieron el juego que la aristocracia inglesa presumía de haber creado, cambiaron la manera de jugarlo y la trasladaron a todo el mundo. Fueron pioneros y, sin ellos, la evolución táctica del fútbol podría haber sido muy diferente. El combination game llegó a Argentina y Brasil, mezclándose con el sentir local para crear dos potencias del juego, o al centro de Europa, para de ahí influir en Púskas y luego en Cruyff o Guardiola. Escocia cambió el curso del juego en el mundo.

Pero nada es eterno. Ya leemos en el Señor de los anillos que “la historia se convierte en leyenda y la leyenda se convierte en mito”. Y la grandeza que es se convierte en grandeza que fue y se borra del presente para ser una realidad lejana y casi olvidada…

Con el paso del tiempo, la luz del fútbol de Escocia se apagó. Sus clubes gigantes dejaron de competir en las competiciones europeas. Y su selección pasó por periodos negros y sombríos. En el siglo XXI, la selección no estuvo en ninguna gran cita. En la Euro 2016, la humillación llegó a niveles históricos, con Inglaterra, Gales, Irlanda del Norte y República de Irlanda jugando el torneo y Escocia fuera. Un drama nacional.

Pero todo el dolor se convertiría en gloria una noche de noviembre de 2020 en Belgrado. En la repesca ante Serbia, Ryan Christie puso al conjunto de Steve Clarke delante en el luminoso, pero Jovic, con un gol en el 90’, forzó la prórroga y llenó de fantasmas las mentes de todos en Escocia. Sin embargo, en la tanda de penaltis, David Marshall paró el disparo de Aleksandar Mitrovic y puso a un país en fiesta. Las escenas de celebración fueron épicas, con los jugadores bailando y cantando el nombre del nuevo héroe nacional. Escocia jugaría, 23 años después, un gran torneo de selecciones.

El penalti detenido por David Marshall que permitió a Escocia volver a una Eurocopa

Tras el partido, Marshall, el portero héroe, dijo, con toda la sinceridad, que no le apetecía estar hablando con la prensa y sólo deseaba unirse a la fiesta con sus compañeros. El cancerbero confesaría después que le gusta ver repetida la parada con el sonido the My Heart Will Go On, de Titanic, de fondo.

Pero David Marshall, como todos en el fútbol escocés, conoce el sabor del sufrimiento.

En la noche de 7 de marzo de 2020, Peter Whittingham cayó en un pub de Barry y chocó de manera violenta con la cabeza. 11 días después, su muerte fue confirmada. Durante muchos años, Marshall y Whittingham compartieron vestuario en el Cardiff City.

“Le voy a echar mucho, mucho de menos. Él era mi mejor amigo en el fútbol, era mi mejor amigo en la vida. Una gran pérdida.”

Al coincidir con el principio de la pandemia, Marshall no pudo acudir al funeral. “Vivir esto en el comienzo del confinamiento fue muy difícil. Sentí que no le pude decir adiós”, dijo ya en 2021 a Wales Online. En Escocia, tierra de mitos y leyendas, algunos garantizarán que Peter dio una pequeña ayuda a su amigo en el vuelo para parar el disparo de Mitrovic.

“La vida a esta edad es una mierda sin dinero #necesito un trabajo”

En agosto de 2012, el joven Andrew Robertson resumía en un tuit las dificultades de su vida. Tres años antes, cuando tenía 15 primaveras, Robertson tuvo que dejar la academia del Celtic, puesto que en el club de que era hincha desde siempre le consideraban demasiado pequeño para llegar al primer equipo. Robertson rompió a llorar.

En el Celtic estaban equivocados y Robertson jugaría en la primera división en Escocia y en Inglaterra. Sin embargo, cuando estaba en el Hull, su salud mental volvió a empeorar.

“Poco después de llegar fue cuando lo pasé peor. Estaba en Hull por mi cuenta, y la gente piensa que juegas en la Premier League, cobras bien y que todo es perfecto. Pero no siempre es así”.

Robertson superó los malos momentos. A día de hoy, es capitán de la selección de Escocia en su primer gran torneo este siglo y ganador de la Premier League y de la Champions con el Liverpool. Y el capitán de este equipo que transporta en si el peso del pasado no se olvida de una persona.

“Cuando me tuve que ir del Celtic, mi tía fue a mi casa y dijo a mis padres ‘Él será futbolista’. Eso es algo que siempre llevé en mi corazón. Ella siempre creyó que yo era especial, más que nadie cuando yo era joven. Pero ya no está entre nosotros…Me duele que no me haya visto ganar la Champions o la Premier”.

Si la historia de la vuelta de Escocia a un gran escenario es un cuento de redención, nadie lo ejemplifica mejor que Declan Gallagher.

Gallagher llegando al juzgado

En abril de 2013, Gallagher era un joven central de 22 años que, después de estar en la academia del Celtic, daba sus primeros pasos en la Scottish Premiership con la camiseta del Dundee FC. En una noche, tras una boda, Gallagher, acompañado por un amigo, le dio con un bate de basebol a una persona, causándole una fractura en el cráneo. El defensa fue condenado a tres años de cárcel, pero recurrió y, tras un mes, fue liberado. Sin embargo, en febrero de 2016 volvió a perder en el juzgado y tuvo que volver a la cárcel. Su club entonces, el Livingston, cesó su contrato.

“Fue un periodo negro de mí vida. Mi hija tenía tan sólo seis meses de edad. Yo sólo quería salir de allí para darle la vida que ella merecía y que yo le había prometido a mi mujer”.

Las palabras de Gallagher a BBC Scotland demuestran lo que vivió el jugador en esos 11 meses hasta enero de 2017. Pero a veces hay que tocar fundo para volver a levantarse. Tras abandonar la cárcel, el Livingston le volvió a firmar. El 7 de enero de 2017, Gallagher volvió a los terrenos de juego y lo hizo marcando un gol en un triunfo (2–3) ante el Peterhead.

Su muy buen nivel en el Livingston le valió fichar por el Motherwell, primero, y este curso por el Aberdeen, club cuya camiseta defenderá a partir de la próxima temporada. Pero hubo algo más importante…

“Mi hija y mi mujer estaban conmigo cuando fui llamado por primera vez para la selección… Fue increíble. Mi mujer estaba llorando y yo dije a mi hija ‘Papá va a jugar por Escocia’. Ella me miró y dijo ‘Yo ya lo sabía…’.

Tras tocar fundo por culpa propia, Declan se levantó y llegó a la selección. Su primera convocatoria fue polémica en el país, a causa de su pasado, pero fue uno de los héroes que jugó 120 minutos en aquella noche en Serbia. “No me acuerdo de ciertos momentos de la noche después del partido. Hubo bailes y mucha cerveza por los aires. Me acosté las 7 y a las 11 me desperté con Ryan Jack entrando en mi habitación y saltando hacia mi cama. Ya tuve noches peores”.

Cuando Escocia salte al campo al campo en la Eurocopa, Gallagher sabrá bien de quienes se acordará. “De mi familia. Sólo quiero que ellos tengan orgullo en mi. Y me duele que mi abuelo no me pueda ver jugando ahora…

El tweet que su mujer, Nikki, publicó en la mañana en la que Declan se sumó a la concentración de Escocia puede decirnos que Gallagher es, ahora, un hombre feliz.

Pero esta historia de fútbol en Escocia no estaría completa sin presencia internacional. Como esos pioneros que, en el siglo XIX, llevaron este amado juego a todo el mundo. El 7 de octubre de 1995, Lyndon Dykes nació en Gold Coast, Australia. El niño jugaba rugby mientras su hermana mayor, Hollie, ganaba medallas en gimnástica con Australia.

Sin embargo, cierto día el fútbol entró en la vida de Dykes, se le dio bien y se convirtió en su vida. Con un equipo de jóvenes de Austrlia, Lyndon jugó en un tour por Reino Unido y llamó la atención del Queen of the South, un equipo de Dumfries, la tierra de sus padres. Llamó la atención del Livingston y nueve tantos en 26 encuentros en la 2019–20 le valieron el salto hacia sur, como sus antepasados, anotando 12 dianas este curso en el QPR del Championship. Y, más importante, empezar a jugar con la selección de Escocia.

“Quiero ser conocido como uno de los más grandes”

Estas palabras de Dykes, dichas tras su primera llamada a la selección, en setiembre de 2020, causaron algunas risas, pero evidencian la ambición y personalidad de un jugador que ya es un personaje en el contexto escocés. En un conjunto sin demasiada pólvora arriba, Dykes intentará emular el éxito que su hermana tuvo en el deporte.

Escocia, un país orgullosos de sus tradiciones, tuvo que sufrir mucho para volver a un gran escenario. Y lo hizo en un 2020 duro para todo el mundo. Y nadie expresó tanto esas penas como Ryan Christie tras el partido ante Serbia.

“Oh dios… Fue un año horrible para toda la nación. Antes del partido sabíamos que podíamos darle algo al país. Nos lo merecemos por todo lo que hemos pasado durante todos estos años”

Más que las palabras, fue el llanto de Christie que emocionó al país. La expresión del dolor superado, de la tensión liberada. “Yo lloré al verle llorar”, dijo Alex Ferguson, el mayor escocés del fútbol moderno.

El 14 de junio, ante República Checa, Escocia jugará en un gran torneo 23 años después. Y el 18, en Wembley, se medirá a Inglaterra con ganas de demostrar que los del norte aún tienen cosas que enseñarle a sus vecinos.

Pero, más importante que todo, estos chicos tienen ganas de escribir su historia. Jock Stein, mítico entrenador del Celtic campeón de Europa en 1967, dijo en 1966 tras ganar su primer título de liga con el club: “Nos toca a nosotros construir nuestra leyenda. No queremos vivir de la historia. Tenemos que hacer nuevas leyendas”. Meses después, tras ganar la Copa de Europa en Lisboa, Bill Shankly, entrenador de leyenda del Liverpool, le dijo: “John, eres inmortal ahora”.

Escocia sabe lo que es ser pionera en el fútbol, pero casi olvidó su pasado de gloria para entrar en un bucle de tristezas. Pero este grupo de jugadores, con tantas historias de sufrimiento, se empeño en cambiar su historia personal y, de paso, darle, otra vez, motivos para sonreír a Escocia. Welcome back.

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