Romelu, ahora no tienes que fingir que lo has vivido

Pedro Barata
Tres de añadido
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6 min readMay 22, 2021

¿Te acuerdas de la última vez que viste algo por la primera vez? Dicen los más sabios del lugar que conservar la capacidad de sorprenderse es una de las mejores maneras que uno tiene de demostrar que está vivo, que siente, que no es ajeno a la realidad. En el fútbol, ese rincón que contiene casi toda la vida, descubrir algo es una experiencia que, a menudo, se graba a fuego en la memoria.

En el final de la primera década del siglo XXI, el mundo estaba cambiando. La crisis financiera de 2008 asolaba el planeta. Las redes sociales ganaban terreno. Y, mientras esto, nosotros veíamos el amanecer de un monstruo. En Bélgica, un adolescente deslumbraba en el Anderlecth. Con 16 años, en la 2009–10, anotó 18 goles. Con 17, el curso siguiente, marcó 20 dianas. Con un físico de súper atleta, un crío llamado Romelu Lukaku tenía la atención de toda Europa.

Era imposible no quedarse boquiabierto ante aquello. No veíamos los partidos de la liga belga, pero los videos de las hazañas de aquel crío fueron de los primeros a llenar Facebook. En los resúmenes de los partidos de Europa League, de la primera edición de la Europa League, la primera de los partidos a las 21:05, nos quedábamos esperando para ver al chico de los súper poderes corriendo con aquel balón raro, medio blanco medio rojito.

Pero sólo los demás se sorprendieron con esa precocidad. Para Romelu, todo hizo parte del plan. En su casa, el dinero no sobraba. Su madre tenía que mezclar leche con agua para que durase toda la semana o pedir pan “a préstamo” en la panadería, pagándolo después. Muchas veces no tenían agua caliente.

Y el pequeño Lukaku decidió que tenía que cambiar aquello. Preguntó a su padre cuando era posible jugar a fútbol de manera profesional. “A los 16”, le respondió. Y Romelu le dijo a su madre que con 16 años jugaría en el primer equipo del Anderlecht.

A los 16 años y 11 días, Lukaku debutó con el primer equipo del Anderlecht.

Y todo siguió ocurriendo en la vida del joven ariete con una precocidad increíble. Del Anderlecht saltó a la Premier League, fichando por el Chelsea con tan sólo 18 años. Las cosas no le fueron bien, pero los goles en el WBA y Everton le valieron volver a fichar por un grande, el Manchester United. Y del Manchester United a otro grande, el Inter.

En Milán, Lukaku se convirtió en el rey de la Serie A. Conjugó su físico bestial con una técnica más fina y benefició de la estructura de juego que le creó Conte. En el Inter, Romelu es el capo del fútbol italiano, capaz tanto de coger el balón a 50 metros de la portería rival y destrozar las zagas rivales como de definir o de asociarse con su amigo Lautaro.

La Eurocopa 2020 supone para Lukaku la oportunidad idónea de demostrar que está al nivel de los mejores. Con 308 goles a nivel profesional con 28 años, su puntualidad goleadora impresiona. En las dos últimas temporadas, evidenció que puede liderar un equipo, sacarlo de la irregularidad y llevarlo a conquistar una liga top. Pero con Bélgica es otra cosa…

La generación de oro de Bélgica lucha contra el tiempo. Tras una travesía en el desierto, en la que los diablos rojos tuvieron mucho tiempo sin equipos con la calidad de los 80, Courtois, De Bruyne, Hazard, Mertens, Witsel o Lukaku prometían poner al país en la cima del fútbol mundial. El primer paso fue devolver Bélgica a las grandes citas, algo logrado en 2014. En 2018 se quebró el techo de cristal de cuartos. Pero el tiempo vuela y, cuando algunos de la generación dorada ya pasaron los 30 (e incluso jugadores como Kompany ya no están)… Hay que darse prisa.

Y prisa es lo que Romelu siempre tuvo. Bélgica llega a la Euro con Courtois siendo, posiblemente, el portero del curso en el fútbol europeo y con De Bruyne liderando un City de época. Eden no está siendo Hazard, pero es el líder. Y Lukaku promete jugar con el hambre de siempre. Con el hambre que ya no es de leche mezclada con agua, pero sí de gloria.

Big Rom se siente al nivel de los mejores, y ahora es cuando siente que lo tiene que demostrar. Jugando en un United y un Inter que no asustan en la Champions, nunca tuvo una gran participación en la máxima competición continental (sólo disputó 27 choques de la competición, y en la fase a eliminar sólo jugó seis duelos de Copa de Europa). El momento para decir que está al nivel de los mejores es ahora, en esta Eurocopa, tras esta temporada y con esta generación.

Dice Lukaku (en una maravillosa entrevista con The Player’s Tribune, a la que ya hemos recorrido) que cuando juega bien con Bélgica, los periódicos le llaman “Romelu Lukaku, el atacante belga” y que cuando juega mal le llaman “el atacante belga de orígenes de Congo”. Romelu es víctima de esos que quieren ver a humanos peleados contra humanos, a los que no entiende lo que es una sociedad multicultural, y que esa sociedad es la fuerza de un país como Bélgica.

“Si no te gusta como juego, muy bien. Pero nací aquí. Crecía en Antuerpia, Liège y Bruxelas. Soñé con jugar en el Anderlecht y ser Kompany. Empezaré una frase en Francés y la terminaré en belga, y pondré en el medio español, portugués o lingala, dependiendo del barrio en el que estemos. Soy belga. ¿Todos somos belgas, eso es lo que hace este país cool, cierto?”

Un gol de Lukaku es, siempre, un gol contra la intolerancia y el racismo y un gol a favor de una sociedad abierta y multicultural. Es un gol contra el hambre y las barreras a los niños y un gol a favor del derecho a soñar y de la fuerza de los que pelean para mejorar las vidas de los que aman. Un gol de Lukaku es un gol que siempre hay que celebrar. Un fallo de Lukaku es un fallo que debe ser juzgado como un fallo del mismo jugador.

Romelu buscará hacer en verano lo que viene haciendo cada semana desde hace mucho: goles. Cuando tenía tan sólo 12 años, marcó 76 goles en 34 partidos. Y llamó a su abuelo, que estaba en Congo, para contárselo. “Sí, Rom, eso es increíble. ¿Pero me puedes hacer un favor?”. El niño dijo que sí. “Puedes cuidar de mí hija, por favor? Me lo tienes que prometer. ¿Me lo puedes prometer? Cuida de ella por mí, ¿vale?” “Sí, abuelo, te lo prometo”.

Cinco días después, el abuelo de Lukaku murió.

Romelu sabe el peso de cumplir promesas. Y sabe el peso de ser un olvidado. De ser pobre, de ser alguien de quién se espera poco, de estar al margen. En 2002, cuando Zidane le dio la novena al Real Madrid, toda su escuela hablaba de la volea del francés. Lukaku no tenía la posibilidad de ver fútbol en la tele en su casa, y tuvo que fingir a sus amigos que sabía de que ellos hablaban. No sabía. No había visto el partido.

Ahora, 19 años después, Lukaku no lo tiene que ver por la televisión ni tiene que hacer de cuenta que sabe de qué va el tema. Lo jugará. Lo vivirá. El escenario es suyo. Si para la generación dorada de Bélgica el tiempo escasea, para Romelu el tiempo siempre corrió muy rápido. Desde la promesa a su madre al pacto con su abuelo. Lukaku tenía una misión y la cumplió. Ahora es tiempo de darle a la generación de oro de los diablos la coronación para la eternidad. Y mucho de ello depende de Rom, el niño que no podía ver fútbol, pero quiso soñar. Y ahora Bélgica sueña con Lukaku, el gran delantero belga.

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