Comportamiento del consumidor digital

Eduardo Arriagada
#tsunami digital

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Un ejemplo del problema que tiene en Chile en materia digital es que sigue necesitando un cuerpo especial del diario de referencia. Las comunicaciones que se consiguen gracias a las nuevas tecnologías todavía están al margen de las preocupaciones de los principales directivos de las empresas o de los líderes de las instituciones públicas. Cada día crece más la brecha entre el chileno promedio que se volcó a su aprovechamiento frente a cada uno de sus líderes todavía refugiados en la zona de confort del mundo análogo.

Según datos de la última Encuesta Bicentenario, el número más alto que conseguía una respuesta entre los chilenos era el uso de la telefonía móvil: el 92% de los nacionales la usaban. Respuestas a preguntas similares realizadas el año pasado en diversos estudios estudios demostraron que, con nuestros niveles de uso de lo móvil, aparecemos inmediatamente sobre países líderes como Alemania o Australia, y bastante por encima del resto de de las naciones de América Latina en general e, incluso, por sobre Estados Unidos, que en estos momentos tiene siete puntos menos de penetración que nuestro país.

Los datos de la Subsecretaría de Telecomunicaciones muestran que 13 millones de chilenos usan un aparato móvil para conectarse a internet y que el 93% de estas conexiones se hace desde un smartphone. Asimismo, indican que al terminar el 2014 había poco más de 50.000 aparatos, por lo que hoy sabemos que entre el 2015 y el 2016 pasamos de 50.000 a casi cinco millones de ellos, una explosión que se justifica por la importancia que tienen para los chilenos las redes sociales. Lo anterior fue confirmado con las cuentas de importaciones: solo durante el año 2016 gastamos US$ 1.660 millones en aparatos celulares.

Supercomputadores

Hoy los chilenos llevamos en los bolsillos dispositivos con la potencia tecnológica equivalente a lo que, en 1985, llamábamos supercomputadores. El conocido Cray 2, por ejemplo, que se comercializaba por US$ 35 millones el mismo año en que Steve Jobs creó la empresa Apple, tiene actualmente la misma velocidad de procesamiento y capacidad de almacenamiento de información de un celular inteligente promedio, con la diferencia de que este último, además de tener un costo muchísimo menor, está conectando a todo el resto de los chilenos.

En un clásico video de una charla de Steve Jobs, este explica el sentido de la computación. Lo ejemplifica recordando un artículo que había leído de niño en el que se destacaba la superioridad de la eficiencia de los movimientos en vuelo del cóndor respecto al hombre corriendo, y evocaba un experimento similar en el que se repetía la comparación, esta vez colocando al hombre sobre una bicicleta que llegó a ser dos veces más eficiente que el cóndor.

Durante el video, Jobs destaca que lo verdaderamente espectacular de la bicicleta está en su capacidad de potenciar al hombre para desplazarse entre dos lugares. Para Jobs, la computación que los celulares han puesto en los bolsillos de las personas es la bicicleta de nuestra mente, la herramienta que potencia el entendimiento humano y que lo hace mucho más competitivo y eficiente.

Si comparamos lo anterior con nuestro país, la penetración de los celulares confirma que -usando una analogía que usó un ex Ministro de Educación- las compañías telefónicas han repartido patines a casi toda nuestra población.

Una verdadera revolución

Las comunicaciones experimentan hoy lo que muchos hemos llamado un tsunami formado por cinco fuerzas: la movilidad, las redes sociales, el Big Data, los sensores y los servicios de localización. Todas estas fuerzas convergen en medio de este masificado dispositivo que todavía llamamos teléfono, y se aprovechan de verdad cuando ponemos una aplicación en ese entorno.

Cuando se le propone a los líderes chilenos apostar por las aplicaciones, muchos aseguran que estas no funcionan en Chile porque aquí la gente se limita a usar un par de ellas. Estoy convencido que el bajo uso de «otras aplicaciones» es un círculo vicioso condicionado por la falta de proyectos innovadores chilenos que entreguen una experiencia de calidad para nuestros celulares.

El mejor ejemplo de que los chilenos estamos listos para adoptar nuevas aplicaciones nos lo vino a mostrar recientemente Uber. La empresa que revolucionó el transporte que hasta mediados del 2015 en Chile tenía 1.500 choferes asociados al sistema terminó el año 2016 con 46.000 choferes y 1,8 millones de chilenos usando la herramienta.

Podemos ver como, frente a una aplicación que resuelve un problema real, los usuarios chilenos masifican su uso en un solo año. Así las cosas, queda claro que si alguien comenzara a desarrollar una aplicación pronto, se beneficiará de que la gente le entregue información clave si, a cambio, mejora su calidad de vida tras el uso de esta.

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Eduardo Arriagada
#tsunami digital

Profesor de la Facultad de Comunicaciones de la UC. Integrante del laboratorio Social Listening SoL-UC. Autor de #TsunamiDigital, premio iRedes 2016.