Aproveché para hablar de redes sociales en una mesa sobre el tema «de dónde venimos»

Eduardo Arriagada
#tsunami digital

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Sobre la influencia de grandes autores latinoamericanos en nuestra investigación en Comunicaciones

Hace un mes Patricia Nigro me mandó un mail invitándome a este encuentro. Me explicó que se trataba de integrar una mesa en torno a los 30 años del libro «de los medios a las mediaciones» de Jesús Martín Barbero. La pregunta del encuentro entonces era ¿Cómo influyó esa obra en tu investigación?.

Inocente, alcancé a pensar que era la invitación perfecta. Lo mejor que le puede pasar a uno que está sobrevendido es que te inviten para algo que a todas luces no calificas. Es la única invitación de la que te puedes correr sin quedar mal.

Pero fui conociendo a Patricia cuando vi el encanto con el que hizo oídos sordos de cada uno de mis argumentos. No le bastó con decirle que sin siquiera un doctorado no soy quién para un conservatorio en Felafacs, ni que por mi formación como periodista de la UC con suerte había leído resúmenes del trabajo de Martín Barbero… Los que conocen a Patricia me entenderán, ella ya había decidido que yo debía estar esta tarde con ustedes.

No es trivial decir aquí que no había ojeado un libro que Carlo Scolari dijo que para la reflexión teórica de la comunicación De los medios a las mediaciones fue en latinoamérica lo que para la literatura fue Cien Años de Soledad.

Pero una semana después de haber aceptado me llamó nuevamente Patricia para decirme que con el resto de los panelistas habían decidido cambiar el título de esta conversación y pasar a algo más general. De verdad es que alcancé a pensar que eso me convendría hasta que leyó el nuevo framing de la conversación: «De dónde venimos? La influencia que los grandes autores latinoamericanos tuvieron en nuestro trabajo e investigaciones».

Si ya era incómodo reconocer frente a ustedes que apenas he leído a Martín Barbero en ese momento entendí que ya pasaba a ser sintomático que tampoco fuera capaz de reconocer una influencia relevante de los autores latinoamericanos en el trabajo que he hecho durante mis casi 30 años de vida académica en esta misma región.

Seguro que tiene que ver con mi formación de periodista en una escuela muy práctica en los años 80, es decir en el contexto de la dictadura chilena. La parte sociológica de mi formación la recibí integralmente de un Carlos Cousiño que entonces venía llegando de doctorarse en Alemania, todavía muy centrado en los mismos europeos que Martín Barbero nos vino a mostrar a Colombia. También es relevante decir que luego hice un MBA y me he dedicado fundamentalmente a entender el negocio de los medios tradicionales.

Lo que les he dicho tiene mucho de ironía, la verdad es que para mi es una tremenda oportunidad esta invitación, agradezco a Patricia y aprovecho de felicitar a los organizadores de esta facultad hermana de la UCV por enfrentar este desafío con tanto éxito. En estos años asumimos proyectos similares con la ICA y la AEJMC y tengo claro lo complejo de hacerlo.

Más en serio, les cuento que luego de la invitación, cuando ya había decidido que igual mantendría mi presentación en torno a Martín-Barbero tuve la suerte que el Consejo Latinoamericano de Acreditación de Escuelas de Periodismo (Claep) me permitió estar una semana Bogotá. En la Facultad de Comunicación de Uniminuto conocí a Amparo Calavid y me volví a encontrar con Guillermo Mastrinni que estaba aprovechando su sabático allí como con varios profesores que le debían parte de su formación a Martín Barbero.

Esas conversaciones en Bogotá me permitieron al menos conocer la relevancia del trabajo de este español para mirar de una manera distinta la televisión, la escuela, la Iglesia, lo masivo, los mercados y la calle.

Durante esa misma semana estuve en la Universidad de Los Andes, donde terminé la semana invitado por Omar Rincón a exponerle a estudiantes y periodistas colombianos sobre Fake News. Omar se hizo el tiempo para invitarme a una comida al barrio de La Macarena y después me dio una mano compartiendo trabajos que se han publicado en Colombia en los aniversarios 20 y 30 del trabajo del autor español que todavía vive en la ciudad de su Elvira.

Revisando eso encontré con un texto de una profesora de la Facultad de Artes Integrada de la Universidad del Valle que entiendo creó el mismo Martín Barbero,

Maritza Lopez de la Roche, que comenta que gracias a sus clases entendió que lo fundamental de la comunicación de masas pasaba por las relaciones entre emisores y los destinatarios, todos de carne y hueso. Ella dice que con Martín Barbero aprendió a poner el foco en los seres humanos detrás de los dispositivos mediáticos.

Mi idea será aprovecharme de esta invitación de Patricia para profundizar esa idea a la luz de la digitalización y la fuerza creciente de los dispositivos móviles y las redes sobre los que estoy dedicado.

Cuando por Twitter le comenté a Omar esta idea para compartir con ustedes me animó diciendo «Ese punto es muy importante: pasar de los medios y aparatos a los seres humanos: escucha, conversación y expresión por encima de aparatos.»

Quiero hablar de un cierto declinar de los medios en favor de los individuos. Muchos entendemos que la digitalización que estos dispositivos universalizan puede ser una herramienta para devolverle el poder a los creadores, a las personas, en perjuicio de diversos tipos de intermediarios. Los medios tradicionales experimentaron su edad de oro como intermediarios determinantes cuyo poder estuvo (y está) asociado al control de la información, algo que la creciente transparencia relativiza. Castells decía que el verdadero poder de los dueños de los medios estaba en lo que no se informaba.

Lo primero que pensé decir cuando leí parte del libro de medios y mediaciones es la cada vez más frágil situación de la misma idea de «medios» en el contexto actual. Venimos de unas comunicaciones dominadas por ellos, de hecho prácticamente definían el objeto de nuestro trabajo en muchas facultades de comunicación. No se ustedes poco en mi facultad decíamos que nos dedicábamos justamente a la parte medial de las comunicaciones, dejando otros aspectos para psicólogos o educadores. Hoy en cambio es justamente la idea de los medios la que pierde relevancia en nuestros programas.

A comienzos del semestre nos visitó Alfred Hermida, decano de una facultad canadiense y me me llamó la atención que usaba el término media para nominar un nuevo programa que iba a lanzar. Conversando detalles me di cuenta que en el caso de ellos la idea de «media» en el mundo anglo sigue muy presente, para distinguir lo nuevo que emerge hablan de las crisis de los «mass media» vs los «social media».

En nuestro idioma en cambio contraponemos a los medios masivos el término de redes sociales que ya usábamos desde fines del siglo XIX (la época de Emile Durkheim o Ferdinand Tönnies) para llamar a todo lo que sucede en herramientas de comunicación como Facebook o Twitter.

La ventaja para llamar así a este fenómeno emergente es que aludimos justamente a que lo relevante que sucede allí, que no es mucho más que una amplificación de lo que ya venía ocurriendo previamente.

Al reconocer lo nuevo como una potenciación del ya existente contexto de las redes sociales ponemos a las personas de carne y hueso que estaban en el centro del análisis de Martín Barbero como los nodos claves de la comunicación emergente. De hecho un autor norteamericano clave de estos espacios, Paul Adams, creador de los círculos de Google+ que luego fue vicepresidente de Facbook, en su libro Grouped nos recuerda que la fuerza de lo que sucede en estos espacios radica en que en ellos se expresan las mismas redes de influencia que existían previamente solo potenciadas por una mayor visibilidad.

Hay que tener en cuenta que lo que está sucediendo hoy en las comunicaciones es una disrupción similar a la que se vivió a fines del siglo XIX. Si analizamos el origen de los medios masivos podemos destacar la centralidad que tuvo en su consolidación la suma de dos cambios tecnológicos relevantes. Hubo un momento donde ciertas empresas consiguieron tener al mismo tiempo la rotativa, que les permitió multiplicar indefinidamente un mismo mensaje, y el telégrafo que los conectaba con todo el mundo permanentemente. Esto significó obtener información variada con la que enriquecer el texto que se multiplicaba.

Hasta mediados del siglo XIX las comunicaciones sociales habían estado dominadas por los personajes más informados del entorno. Éstas se desarrollaban en bares, cafeterías, mercados y lugares de trabajo. Si se analizan los diarios o revistas anteriores a la rotativa veremos que eran productos de iniciativas individuales de personas que querían tener una voz, la mayor parte de ellos empresas de una sola persona que escribía, editaba e imprimía. Entonces los diarios se iban a comprar a la misma oficina donde funcionaba la imprenta.

El periodismo se profesionaliza al mismo tiempo que la publicidad, en tanto posibilidad de construir audiencias masivas. La rotativa y el telégrafo se convirtieron en una ventaja competitiva sostenible que hizo que los diarios como el primer medio, el primer intermediador exitoso, comenzó a monopolizar la conversación social desplazando a los innumerables comentaristas amateurs a los que no le quedó más remedio que integrarse al coro de los que comentaron desde entonces el contenido de los nuevos medios masivos que caracterizaron al siglo XX.

Lo nuevo que estamos viviendo ahora se debe a que lo que ahora se acaba de masificar por un lado desde el año 2007 con el lanzamiento del iPhone y por otro con estas redes sociales potenciadas que Facebook masificó desde el 2004 nos entregaron a cada uno de nosotros la posibilidad de participar en el proceso de producción y distribución de las noticias.

De hecho una simple aplicación de estos dispositivos, como Twitter, nos dió las ventajas competitivas que tenían los medios tradicionales: contar con todo lo que sucede en el mundo en la palma de la mano y la capacidad para distribuirla y poder llegar a miles.

Si revisan la historia reciente de internet verán que uno de los empresarios relevantes de su desarrollo, Steve Case, fue el primero en entender que el condimento clave para masificar Internet no eran ni los juegos ni el resto de los contenidos que ya estaban en los medios masivos, sino el anhelo de conectividad de la comunidad.

La aplicación matadora que hizo que este dispositivo digital se hiciera tan necesario siempre junto a nosotros era justamente que con él tenemos cerca a «la gente». Cage decía “Personas interactuando con personas que ya conocían mediante nuevas formas que eran más convenientes, y también interactuando con otras personas que todavía no conocían, pero que deberían conocer porque comparten algún tipo de interés común”.

En 1923 la revista Collier entrevistó a un creativo inventor, Nicola Tesla. Tesla reconoció que su motivación creativa venía de conectar a los que no tenían conocimientos con los que si los tenían. Pensó que gracias a sus inventos (la radio y la corriente alterna) la humanidad podría estar conectada como un gran cerebro gracias a un dispositivo que cada uno tendría en el bolsillo de su chaqueta.

Muchos relativizan la importancia de estos espacios porque no ven que lo que sucede en las redes sociales no se limita a lo que ocurre a través de estas herramientas. El poder de estas redes digitales es la capacidad que tienen de extender sus conversaciones a los encuentros cara a cara. Así como los medios alimentaban la conversación social, el mayor valor de las redes es protagonizar también ese mismo fenómeno. Obama o el Papa Benedicto no metieron a la red del pajarito cuando apenas había aparecido para llegar a un grupo de tuiteros sino que al hacerlo sabían que alcanzarían las redes sociales de las audiencias que buscaban.

En Twitter están los líderes de opinión de cada grupo social, el influyente que hay en cada familia u oficina, el que tiene opinión para todo. Ese mismo influyente se alimenta de las redes como antes lo hacía de los diarios para conversar en la vida real.

La clave de las redes sociales es que es una forma de conectar a los de siempre. Para entender su impacto hay que darle el peso al factor de ser el “pegamento”, el punto de conexión. Por eso pienso que se debe privilegiar enfocarse en el estudio de los puntos de conexión de las redes, que no son otras que personas que aprovechan mejor el espacio.

En la facultad estamos creando ahora un laboratorio de trabajo sobre estos temas para ir más allá del estudio de lo que se publica en las redes para analizar cómo actuar las personas en las redes, describir sus comportamientos y las relaciones que consiguen en ellas. Para poder hacerlo entendemos que lo más novedoso de estas nuevas redes que tienen conversaciones publicadas, es decir que son conversaciones entre personas que ahora tienen trazabilidad para analizarlas.

Cuando los estudios muestran nuestra vida social como un mundo de redes entendemos la importancia de analizar a las personas influyentes como a las influenciables. Para Adams, el factor más determinante para que una idea se difunda es la existencia de una masa crítica de personas que saben influir conectadas con gente fácil de influenciar. Se empieza a poder aprovechar otras reglas propias de toda red, por ejemplo, que los nodos con mayor número de enlaces atraen más enlaces que el resto. Barabasi advirtió que justamente en las redes no existe ni lo democrático, ni lo justo, ni lo igualitario… Las redes no se construyen al azar sino que están dominadas por los llamados “hubs” o concentradores que en el fondo no son más que personas de carne y hueso con muchos más y mejores contactos que se colocan al centro y condicionan las conversaciones que se dan en sus entornos sociales.

En el trabajo que realizaremos en este laboratorio con el que pretendemos entender las comunicaciones dominantes en Chile tendremos que analizar las conductas individuales tras las gestiones de las cuentas de twitter y las comunidades formadas en su entorno.

Uno de los protagonistas de nuestro trabajo en la UC espero sea Cristián Huepe, físico teórico, que en el 2012 adelantó que cuando las redes sociales condicionarán el consumo informativo se agudizaría el problema de las fake news. El trabajo de Huepe junto a un colega alemán se hizo conocido tras la experiencia de la campaña electoral donde se impuso Donald Trump. Ese trabajo, que esperamos ejemplificar con el caso chileno, adelantó que el mismo declinar de los medios del que hemos estado hablando tiene como uno de los efectos el que perdemos un espacio común informativo que enfrentaba muchas de esas fakes.

En el siglo XX los medios se desarrollaron y multiplicaron, a la prensa le siguió la radio, luego la televisión. Pero a pesar de que en los países occidentales estas empresas vivieron condiciones económicas de riqueza indiscutible, ni siquiera los medios más exitosos fueron capaces de controlar realmente a los poderes públicos que justificaban socialmente su poder.

Aunque en el siglo XX el periodismo tuvo más recursos que nunca, igual convivió permanentemente con gobiernos que han conseguido que la falsedad crezca hasta convertirse en el contenido dominante de los discursos públicos. El libro de Charles Lewis, 935 Lies: The Future of Truth and the Decline of America’s Moral Integrity, nos mostró como mucho antes de Trump ya se había impuesto un discurso político diseñado para “que las mentiras aparezcan verosímiles y los asesinatos respetables”. El criterio tradicional de objetividad periodístico que primó en los medios no fue suficiente para entregar la verdad.

Pero el nuevo contexto tiene riesgo otros implícitos. La trazabilidad de nuestras conversaciones, incluso de nuestros movimientos cuando los hacemos con estos rastreadores que todavía llamamos teléfonos perro se han convertido en la máquina perfecta para controlar, puede ser un espacio para al abuso. The Economist editorializó hace poco que los contenidos ya no son el rey, que la información sobre los usuarios es lo que realmente importa.

Los animo a asumir en sus trabajos la preocupación que tenemos en mi equipo con el que trabajamos las redes, entender que al pasar de un mundo de mensajes a otro de conversaciones publicadas el poder pasó de la propiedad del medio a la de las plataformas que potencian esas conversaciones.

Tenemos que pasar del estudio de los medios a las mediaciones al de las plataformas y sus usuarios, asumiendo que somos producto que allí se está comercializando, entendiendo lo que se vende allí es nuestra amistad, nuestra conectividad.

(Antes de hablar presentó sus palabras muy bien acompañadas con un Prezi Álvaro Liuzzi: lo que hay que leer de latinoamericanos)

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Eduardo Arriagada
#tsunami digital

Profesor de la Facultad de Comunicaciones de la UC. Integrante del laboratorio Social Listening SoL-UC. Autor de #TsunamiDigital, premio iRedes 2016.