El Templete y su Ceiba: la historia del árbol y la de nosotros

Camila Lorenzo
TuCuba
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10 min readDec 31, 2020
© Fototeca Histórica. Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana

La historia tiene la particularidad de sorprendernos, y hacernos viajar a sitios del pasado ubicados en lo más recóndito de la ciudad. La Habana Vieja, cuna de edificaciones que han transgredido al tiempo, se muestra ante nosotros con uno de sus monumentos más simbólicos, tradicionales y representativos para los cubanos: el Templete.

Esta edificación, el de más pequeñas dimensiones existente en la Plaza de Armas y con un estilo arquitectónico neoclásico, considerada la primera construcción de este tipo en la ciudad, se encuentra exactamente en donde se fundó la Villa de San Cristóbal de La Habana en 1519. Se cree que en estas tierras, bajo la sombra de una frondosa ceiba, se celebró el primer cabildo y la primera misa de la villa el 16 de noviembre de 1519.

Su proceso constructivo fue extenso y tedioso, comenzando con un terreno únicamente adornado por una ceiba, para terminar con una columna, unas verjas y un edificio de gran valor patrimonial y cultural.

Historia de la Columna de Cajigal

Corría el año 1754 cuando el entonces Gobernador de la Isla, Francisco Cagigal de la Vega, decidiera perpetuar el sitio donde se celebró la primera misa de la villa. Este gobernante mandó a construir una columna conmemorativa, llamada popularmente como la Columna de Cajigal, situada al lado de una ceiba, sin construcciones aledañas.

Según el historiador Emeterio Santovenia: La iniciativa de aquel gobernante estuvo fija en el porvenir (…) Gracias a ella pasó a la posteridad una versión que, de otra manera, pudo experimentar transformaciones o extinguirse por obra del tiempo.

La Columna de Cajigal consta de tres caras, representando las tres provincias en que estaba dividida Cuba en aquellos años, y lucía en lo alto una imagen de la Virgen del Pilar, patrona de los navegantes españoles, que actualmente se encuentra en el interior del recinto. A sus lados se leían dos inscripciones, una en latín y otra en castellano antiguo. Decía esta última:

Fundóse la villa (hoy ciudad) de La Habana el año de 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo: permaneció hasta el de 1753 que se esterilizó. Y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico Monarca el señor Dn. Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor Mariscal de Campo Dn. Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, Gobernador y Capitán General de esta Isla, siendo Procurador General Doctor Dn. Manuel Phelipe de Arango. Año de 1754.

La inscripción en latín fue sustituida por otra en 1903, debido a un proceso de restauración, que resulta en una versión de la antigua, realzada por el Dr. Juan M. Dihigo, profesor de latín de la Universidad de La Habana. Reza:

Detén el paso, caminante; adorna este sitio un árbol, una ceiba frondosa, más bien diré signo memorable de la prudencia y antigua religión de la joven ciudad (…). Fue tenida por primera vez la reunión de los prudentes concejales hace ya más de dos siglos: era conservado por una tradición perpetua; sin embargo cedió al tiempo. Mira, pues, y no perezca en lo porvenir la fe habanera. Verás una imagen hecha hoy en la piedra, es decir, el último de noviembre de 1754.

En el primer frente del triángulo de la columna, que mira al Naciente, hay un relieve del tronco de la que se supone sea la primera ceiba. Luce con las ramas cortadas, como si careciera de follaje.

Con motivo de la construcción del Templete, el obispo Juan José Díaz de Espada hizo erigir a sus expensas, muy cerca del edificio, un busto en mármol, con su pedestal, del almirante Cristóbal Colón, una obra de autor desconocido y pobre ejecución que aún se conserva. Dentro del recinto cerrado por las verjas que circundan el Templete quedaron incluidos ese busto, la ceiba y la Columna de Cajigal.

Con el tiempo, la columna fue desgastándose. Se deterioró lamentablemente ese sencillo monumento que casi permanecía oculto por las casillas y timbiriches de los vendedores de todo tipo de artículos que en su cercanía se instalaban.

© Fototeca Histórica. Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana

Construcción e inauguración del Templete

© Fototeca Histórica. Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana

La construcción del Templete data de 1827, con una duración de cuatro meses para finalmente inaugurarse el 19 de marzo de 1828. Se realizó con los planos del coronel Antonio de la Torre y Cárdenas, y gracias a la iniciativa del capitán general de la metrópoli Francisco Dionisio Vives y Planes, Conde de Cuba, quien en una sesión del ayuntamiento el 15 de junio de 1827 apuntó la necesidad de conservar la Columna de Cajigal, despejar sus alrededores de timbiriches y vendedores, y crear un monumento de mayores dimensiones.

Vives ordenó a Antonio María de la Torre y Cárdenas, su secretario político, que se ocupase de todo lo concerniente a los planos y trabajos necesarios, en lo que contó con la colaboración de José Rodríguez Cabrera, regidor del ayuntamiento.

Para su inauguración, el obispo Juan José Díaz de Espada celebró una solemne misa con las principales autoridades militares, civiles y eclesiásticas de la ciudad. Ante los asistentes, Espada pronunció un discurso que el historiador Pezuela calificó de erudito. También hubo una ascensión aerostática, la primera que ocurría en Cuba desde 1796 y se celebraron como aditivo, funciones teatrales, recepciones y saraos en los palacios, y bailes públicos y privados en los que se derrochó una fortuna.

De carácter monumental, esta obra es considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por sus valores históricos y su función de templo votivo. Tiene forma de templo dórico griego, con un pórtico de 6 columnas dóricas y un frontón prominente con una inscripción conmemorativa de la inauguración. Sus cercas de lanzas de hierro con terminación en punta de bronce, posee unos pilares rematados por copas con piñas, introduciendo un toque tropical en la concepción neoclásica.

La contra fachada presenta cuatro pilastras con capiteles dóricos y otros adornos decorativos; techo plano y cornisa amplia, zócalos áticos y los pisos interiores están hechos de mármol.

Una lápida da cuenta de su inauguración. Dice:

Reinando el señor don Fernando VII, siendo presidente y gobernador don Francisco Dionisio Vives, la fidelísima Habana, religiosa y pacífica, erigió este sencillo monumento decorando el sitio donde el año de 1519 se celebró la primera misa y cabildo. El obispo don Juan José Díaz de Espada solemnizó el mismo augusto sacrificio el día diez y nueve de marzo de mil ochocientos veinte y ocho.

En su interior, encontramos varias reliquias. Se exponen tres lienzos del pintor francés Jean Bautista Vermay, fundador y primer director de la Academia de San Alejandro quien murió de fiebre amarilla, que representan una advocación a la primera misa y el primer cabildo de la villa celebrado en esa tierra. Son obras, sobre todo, de valor histórico que todavía se aprecian en el Templete. Dos de ellas evocan, con imaginación, la celebración de la primera misa y el primer cabildo; la otra recrea la ceremonia inaugural del monumento.

© Fototeca Histórica. Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana
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Álvaro de la Iglesia, célebre autor de las Tradiciones cubanas, al referirse a la obra de Vermay, dice en su libro Cosas de antaño, que en la apertura del Templete, este pintor logró tal exactitud en la pintura de personas y trajes que es un verdadero y valioso testimonio histórico.

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También en una urna de mármol, en el medio de la habitación, se guardan las cenizas de este pintor y su esposa.

Misticismo de la Ceiba del Templete

Las ceibas se consideran árboles sagrados en disímiles religiones paganas. Para los mayas prehispánicos, la ceiba representaba el árbol que sostiene el universo. Según el epigrafista Federico Fahsen, la creencia se basaba en que las ramas están en el cielo, el tronco donde vivimos y la raíz en el inframundo.

Resulta curioso que permanezcan remanentes de las creencias de una civilización tan antigua en la actualidad, y más en una región donde este pueblo no existió. En Cuba, este árbol se presenta como templo sagrado para la santería, IFA y la cultura afrocubana en general.

A pesar de que la Ceiba del Templete posee una significación cristiana ya que bajo su sombra se realizó la primera misa de La Habana, su importancia traspasa culturas y religiones, postrándose ante nosotros como un árbol robusto, enigmático y de innumerables mitos, joya para el imaginario popular cubano.

Ya lo diría el sabio etnólogo cubano Don Fernando Ortiz, el cual defendía que el simbolismo de la Ceiba del Templete no era solamente religioso, sino que:

Creemos que la ceiba del Templete, fue el emblema de la municipalidad de la villa de la Habana y el más antiguo y permanente emblema de libertades ciudadanas que conservamos en Cuba”. Además: “A esa ceiba debiera concurrir nuestro pueblo habanero en peregrinación, cada vez que sienta mermadas sus libertades.

El árbol de este recinto ha sido remplazado varias veces pues con el paso del tiempo envejece y se deteriora, aunque las ceibas pueden llegar a vivir más de un siglo. La ceiba original que existía cuando se fundó la villa en 1519, fue talada en 1754 para facilitar la construcción de la Columna de Cajigal. Entre 1755 y 1757 se sembraron tres ceibas en lugar de la primigenia y de ellas, dos se secaron al poco tiempo, sobreviviendo la tercera hasta 1827, cuando se desenterró para construir el Templete. Al año siguiente, en 1828, se volvieron a sembrar tres ceibas y nuevamente solo arraigó una, que vivió hasta 1960, datando de 131 años. Dos más se plantaron en 1873 y murieron 10 años después.

En agosto de 1959 se hicieron esfuerzos para intentar salvar la centenaria ceiba. Se le tomaron muestras de tejido con un taladro, se rompió la cerca de piedra a su alrededor que comprimía sus raíces, se le aplicó un suero hidropónico enriquecido con hormonas, e incluso se fumigó todo el árbol con una bomba de alta presión, pero la antigua ceiba no se recuperó.

La cuarta ceiba se plantó en 1960 hasta el 2016 cuando murió sin explicación. El 15 de marzo de ese mismo año, se trasplantó para este sitio una ceiba joven –la quinta- de unos 15 años y de ocho metros de altura, aproximadamente, procedente de Las Terrazas, Artemisa, que es la que actualmente se puede apreciar en el Templete.

© Fototeca Histórica. Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana

Para la religión yoruba, ampliamente difundida en Cuba, la ceiba tiene una carga espiritual, y semántica a otros niveles, de dos árboles africanos. En los campos de Cuba es respetada con veneración. Es por esto, que talar este árbol se considera una atrocidad, más aún sin realizársele las ceremonias pertinentes.

En el libro El Monte, de Lydia Cabrera, explica:

La ceiba ni se corta ni se quema. Nadie sin hacer ebbó previamente, sin consultar a los orissas y tomar precauciones se atreverá a derribar uno de estos árboles imponentes que se secan centenarios, adorados y temidos (…).

De más decir que cuando se taló la ceiba, no se le hizo ebbó, ceremonias que se debieron realizar y con lo que se habría mostrado respeto hacia el árbol (la “Madre Ancestral”) y hacia los hombres (religiosos que la tienen por un templo). Según los presagios de esta cultura, la tala de este árbol no presagia buenas consecuencias para el futuro.

Una tradición de 500 años

El día más a propósito para sembrarlas con fines religiosos (…) es el 16 de noviembre, día de Aggayú. Una vez plantada –y el rito debe terminarse antes de las doce del día– ‘como es un niño que nace’, y al que acaba de darse nombre, se hace fiesta. Se toca tambor y se baila en celebración de su bautismo. [El Monte]

Casualidad o no, cada 16 de noviembre, día de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana, cientos de habaneros se calzan y caminan hasta la Plaza de Armas, para darle tres vueltas a la ceiba en sentido contrario a las manecillas del reloj, depositarle monedas en sus raíces y pedirle por otro año próspero y bendiciones. Esta peregrinación, junto con la celebración de un cabildo y una misa, se ha mantenido por más de 500 años, convirtiéndose en parte de la identidad cubana.

Como diría al pie de la ceiba el Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, en su eterna sabiduría:

«La Habana es ahora y será, sin lugar a dudas, más bella. Vengan ciclones, vientos, proscripciones y encierros, siempre seremos capaces de salir, romper el muro y salir adelante. Esa es la historia del árbol y es la historia de nosotros. Es como el árbol de la vida, a su sombra nos refugiamos».

Ubicación del recinto

Para los curiosos que decidan acercarse y perpetuar la tradición, el Templete, abierto al público, se encuentra exactamente en la calle Barantillo, entre O´Reilly y Enna, a una esquina de la Plaza de Armas.

La ceiba, la Columna de Cajigal y el propio Templete, representan un conjunto histórico y socio-cultural devenido símbolo innegable de la Villa de San Cristóbal de La Habana, orgullo de todos los capitalinos.

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Camila Lorenzo
TuCuba
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(La Habana, 1998) Estudiante de Letras. Melómana empedernida. Escribo lo que voy siendo.