Historia y misticismo de la Loma de la Cruz en Guanabacoa

Camila Lorenzo
TuCuba
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9 min readJan 23, 2021

Guanabacoa es una mujer abandonada por el paso del tiempo. Eso me pareció cuando la recorrí aquel día y caminé entre sus edificios, tocando sus paredes inertes como la punta de un dedo que acaricia, sutilmente, las arrugas de una señora mayor sin que se de cuenta.

Mis conocimientos sobre ella eran casi nulos antes de emprender esta odisea. Desconocía su historia, su valor patrimonial, incluso a su gente. Desconocía sus calles y perfumes, y nada me fue tan gratificante como explorarla entera. Hay un misticismo latente en ella, donde cada esquina conduce al descubrimiento de la espiritualidad en un municipio dormido, capaz de mantenerse en pie desde 1554.

Sin embargo, existe un tesoro oculto en la villa de Pepe Antonio, y quizás, quien no se empape de su esencia, desconozca la atrayente y mística Loma de la Cruz, la cual se presenta como un mirador natural hacia toda la Bahía de La Habana.

¿Loma del Indio, de la Cruz o de La Cotorra?

Poco o nada se sabe sobre el nombre de esta elevación antes de la llegada de los colonizadores españoles. De hecho, se afirma que se registran sus primeras menciones entre los siglos XVII-XVIII, con el nombre de Loma del Indio, debido a que la habitaba el famoso indígena Jusepe Bichat, siendo una clara referencia al origen étnico del único habitante de la colina.

Alrededor de 1923 (siglo XX), se empezó a conocer popularmente como la Loma de La Cotorra, aludiendo a la existencia sobre esta elevación de una industria procesadora y envasadora de aguas minerales, propiedad de Claudio Conde Cid hasta su intervención por el Gobierno Revolucionario, nombrada La Cotorra.

El nombre actual de Loma de la Cruz, de procedencia española, se origina por la presencia de una cruz latina fijada sobre su cima al morir el indio Bichat, siguiendo la tradición cristiana de colocar este símbolo en sitios muy visibles, como sucede tanto fuera como dentro de nuestras fronteras.

Suelo y vegetación

La Loma de la Cruz, con 70 metros de altitud promedio, constituye una loma de laderas muy empinadas, pero no abruptas. Presenta una formación vegetal de cuabal (“monte bajo sobre serpentina´´), que al desarrollarse sobre un suelo de roca ultra básica y con poca capacidad para retener agua, ocasiona el predominio de especies espinosas.

Un poco de historia: leyenda del indio y su cruz

La historia del indígena Jusepe Bichat se remonta al siglo XVII y llega al presente impulsada por la tradición, como vieja estampa local con resplandores legendarios.

Un documento hallado en el Archivo Histórico del Museo Municipal de Guanabacoa, manuscrito, presumiblemente de principios del siglo XX, da cuenta de que “la Cruz de la loma del Indio existente hoy sobre dicha loma, al costado de los tanques del acueducto, (fue) fundada en 1664 por el indio José Bichat frente a su choza, la que diariamente alumbraba con palos de madera durante las horas de la noche, y ante ella rezaba, construida de maderas rústicas, más luego de maderas labradas y de gran tamaño…” Sin embargo, esta información no ha podido ser verificada, reafirmando la imposibilidad de establecer de modo fehaciente la historicidad de Bichat.

Su nombre no figura entre los vecinos que vivían en Guanabacoa en 1605, ni entre los bautizados a lo largo del siglo XVII; tampoco aparece entre los fallecidos entre 1670 y 1699, asentados en el correspondiente libro parroquial, ni existió persona alguna con ese apellido, que pudiera dar fe de sus vínculos familiares.

A pesar de todo, es común hablar del indio Jusepe Bichat como el único habitante de la Loma de la Cruz por más de tres siglos. Se dice que poseyó en la colina una mísera choza enclavada en un reducido predio, sobre la cual, tiempo después de su defunción, se creó la ya extinta Ermita de La Milagrosa.

Ferviente católico, en uno de sus viajes a La Habana trajo consigo un cuadro pintado al óleo sobre tabla de cedro, en el que aparece el Nazareno con una corona de espinas y la cruz a cuestas, y lo llevó a su casa donde practicaba su culto todos los días. Tal fanatismo provocó la envidia y comentarios entre los vecinos de la zona, y Bichat, temeroso de que lo despojaran del cuadro, llevó su estampa de Cristo a la Ermita de Potosí, que se encontraba bastante deteriorada.

Para atender a su reparación cuando los temporales dañaban su arquitectura, mendigaba por todas partes limosnas y auxilios. Nada se sabe con precisión de su muerte, aunque se le supone ocurrida entre los años 1681 a 1685. Dicen que fue sepultado al pie del altar de la Ermita de Potosí donde diariamente hincaba sus rodillas.

A tal grado llegó la popularidad de la estampa del indígena Jusepe Bichat, que un fraile dominico solicitó y obtuvo permiso para sacar una copia, de cuya fidelidad se hacen eco los historiadores de la época. Actualmente esta imagen es venerada en uno de los altares del monumental Convento de Santo Domingo.

Lo cierto es que después de su muerte, el pueblo de Guanabacoa, para guardar su memoria, coronó una cruz en la loma donde vivió el indio. En 1724 fue destrozada la primitiva cruz por una tempestad, y no hubo quien cuidase de reponerla. En 1729 algunos vecinos quisieron coronar nuevamente la cima de esta elevación con una cruz labrada en piedra de San Miguel, pero la multitud de empresas acometidas a la sazón por la Villa no permitieron que se realizase esta piadosa idea.

El 14 de septiembre de 1786, día en que la Iglesia conmemora el triunfo de la Santa Cruz, Fr. Manuel de Soto, llevando en hombros una enorme cruz, salió de su Convento para la cima de la loma. El vecindario, profundamente conmovido, no vaciló en acompañar al Penitente. Los religiosos de santo Domingo, el clero parroquial y los Recolectos de San Francisco le formaron una brillante escolta y el Cuerpo Capitular creyó cumplir con su sagrado deber, enalteciendo con su presencia el acto. Guanabacoa se trasladó a la cumbre, y fue plantada la cruz.

Desde entonces la cruz nunca ha dejado de estar, excepto cuando en 1820 dispuso el Obispo Espada que se quitasen las cruces, que servían para el rezo de las Estaciones, ocasión en la que se suprimió por un tiempo su presencia sobre la cima de esta elevación. El lugar fue declarado Monumento religioso y de antigüedad por el Cabildo de 5 de marzo de 1862 y se prohibió que se hiciera merced de sus terrenos en treinta varas a la redonda.

En el transcurso del año 1909, debido a las prácticas religiosas que se efectuaban con pedazos de madera de la cruz antigua, esta fue sustituida por una nueva de hormigón armado, siendo todavía alcalde Diego Franchi. Es la que se conserva en la actualidad.

Emplazamiento de la cruz en la primera mitad del siglo XX. Foto del Archivo Histórico del Museo Municipal de Guanabacoa.
Emplazamiento actual de la cruz en el borde noreste de la cima de la loma de la Cruz.

Empresa La Cotorra enclavada justo en la Loma de la Cruz

En los comienzos del siglo XX, Don Claudio Conde, un emprendedor y empresario español, decidió fundar una empresa procesadora y envasadora de agua con sede en Guanabacoa. Inicialmente este español se dedicaba a distribuir botellones de agua por toda La Habana traídos de los manantiales de la Isla de la Juventud, cambiándolos por los existentes en Guanabacoa, a los que denominó La Cotorra. Este yacimiento se ubica en el mismo núcleo serpentinítico de la elevación de la Loma de la Cruz.

Al parecer fue alrededor de 1915 que comenzaron las inversiones, mientras empezaba a la vez la extracción manual en Guanabacoa. Con la llegada de la década del veinte se termina en la loma un edificio rectangular, seguido de tres naves, en el que se llevaría adelante el proceso de purificación por filtros, envase y transportación del agua del propio suelo de la elevación.

Pero fue en busca de mayores volúmenes de agua, que se realizó dentro del núcleo de la loma la construcción de un sistema de túneles o galerías de percolación, con una longitud mayor de un kilómetro para captar las aguas de fisuras como fuente de abastecimiento para la planta. Junto a Lobatón, Fuente Blanca, y San Agustín, quizás sea el único ejemplo de este tipo de obra en Cuba que demuestra ser apropiado para estos fines en este tipo de rocas y relieve.

Foto del interior de una galería de percolación en el núcleo de la loma de la Cruz.

Por esta razón, después de 1923 la marca resaltaba “Agua mineral La Cotorra”. No podía decir “Agua de manantial La Cotorra”, pues era en realidad agua captada en el núcleo de rocas serpentinitas de la Loma de la Cruz.

Desde su salida al mercado nacional la marca contó con gran publicidad en las revistas y periódicos de la época tales como: La Tutelar y Revista Gráfica. Cautivó a los consumidores, tanto por el uso del ave como mascota, como por su espíritu de limpieza y salud. El eslogan que siempre la identificó fue: “La Cotorra el Control de la Salud”.

Revista La Tutelar. Archivo histórico del Museo Municipal de Guanabacoa.

Al llegar 1959, esta industria poseía un gran esplendor productivo y comercial, una de las primeras en su género. Producía aproximadamente veinte millones de botellones de agua al año, trasladando la riqueza natural de la Loma de la Cruz hacia todas partes de la isla.

Después del triunfo de la Revolución, la industria fue nacionalizada y sus propietarios originales abandonaron el país.

Mirador natural de la bahía de La Habana

Resulta bastante curioso que la cima de la Loma de la Cruz esté alineada con la boca de la entrada de la bahía de La Habana. De hecho, se afirma que por muchos años sirvió como marca a los navegantes para tomar este puerto.

Al ser un mirador natural para todos los que la suben, desde sus suelos se observa un hermoso panorama de la bahía y la capital habanera. Al Norte se aprecia la sección inicial de las Alturas Morro-Matanzas y al Sur, la otra serie inicial de las alturas residuales que encierran el valle de Guanabacoa, distinguiéndose allá a lo lejos la falda norte acantilada de las Escaleras de Jaruco, de las que está separado por áreas llanas u onduladas en el fondo del valle.

Con el cursar de los años, muchas han sido las personas que suben esta loma con el deseo de apreciar La Habana como solo puede serlo ella: espiritual, magnífica y anciana. Un caso fue el del poeta José Silverio Jorrín, el cual sintió tanta admiración que, con las musas susurrándole al oído, escribió el poema “La Habana vista desde Guanabacoa”, publicado en 1838:

¡Cuán bella luces, opulenta Habana

Desde la árida cumbre de esta loma!

¡Cómo te tiñe el sol ora que asoma

Con el vivo arrebol de la mañana!

¡Con qué fidelidad tu faz retrata

El azulado mar en sus espejos,

Y cómo la bahía allá a lo lejos

Cinta semeja de nevada plata!

En derredor cual guardias avanzadas

A las nubes levantan sus cabezas,

Gigantescas e innobles fortalezas

De almenas y cañones coronadas:

Y allá do los remotos horizontes

A los cielos alcanzan soberanos,

En verde rueda asidos de las manos

Veo reír tus palmas y tus montes

Actualidad

Se han realizado diversas propuestas para preservar las construcciones realizadas en la Loma de la Cruz, no dando ningún tipo de resultados. No solo este sitio, la gran mayoría del patrimonio cultural de la villa se está perdiendo, con el temor de que llegue al punto de no retorno.

Mi recomendación es que todo aquel curioso que desee observar la belleza sin igual de La Habana, la bahía y el horizonte que se pliega a continuación, debe aprovechar la oportunidad que le ofrece la Loma de la Cruz. A modo de curiosidad, el cañonazo de las 9:00 pm demora en ser escuchado en la cima aproximadamente 13 segundos, lo cual lo hace un sitio ideal para vislumbrarlo.

En mi caso, subí dos veces a la cima. La primera vez con un gran amigo, y la segunda, con un guía de la ciudad, el cual me comentó sobre la belleza existente en esta villa y me ayudó a descubrir el delicioso prú, una bebida fermentada con raíces que venden justo en el inicio de la colina, y que debes abrir muy lentamente antes de beberla ya que es muy gaseada.

Bebe tu delicioso prú y ve hasta la cima. Las vistas lo valen.

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Camila Lorenzo
TuCuba
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(La Habana, 1998) Estudiante de Letras. Melómana empedernida. Escribo lo que voy siendo.