¿Y esto qué es?
¿La verdad? No sé.
No hay un hilo conductor que una esta colección de divagues. Hay conversaciones que tuve con amigos en viajes, rumiaciones acerca del mundo de la publicidad, historias de noches en bares, reflexiones acerca del impacto de las series en nuestras vidas y teorías sobre por qué las personas hacemos lo que hacemos. Los textos tienen distintos tonos (algunos más serios, otros más descontracturados) y distintas longitudes. Algunos los escribí hace años, otros probablemente la semana pasada.
Lo que sé es que me gusta escribir. Y que necesito escribir, porque es la forma en la que le doy (algo de) sentido a quien soy y a todo lo que me rodea.
El tema es que, cada vez que me propongo mostrarle al mundo lo que hago, me asaltan todos esos fantasmas que aparecen cual aves de rapiña cuando una expone una parte de sí misma y se entrega a la vulnerabilidad: la sensación de no ser realmente buena, el miedo al qué dirán, no sentirse con “el derecho a” por no tener una formación específica o suficiente experiencia…Esa voz interior que me dice, básicamente: sos una ridícula. Una ridícula por ponerme a escribir lo que sea, por publicarlo y por pretender que alguien lo lea.
No sé si esa voz tiene razón o no. Pero decidí que son más importantes para mí las ganas de hilar estas oraciones, armar estos párrafos y compartir estas ideas. Descubrí que es más fuerte mi miedo a ser una persona aburrida, paralizada por la duda, que mi miedo a ser una ridícula.
Y me pareció que la mejor forma de darle la espalda a ese susurro ensordecedor que me amenaza con la posibilidad de ser un hazmerreír, era apropiándome de sus palabras y llevándolas con orgullo como bandera.
Si sos otra persona ridícula, o simplemente una persona curiosa — adelante. Leé, comentá, aplaudí, compartí, bardeá. No sé que es esto, pero sé que se hace de a muchxs.
