❤️Corazón delator💙

Bastian Hell
Una Cervecita
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3 min readDec 1, 2022

Cuando tenía 7, 8 o 9 años recuerdo un evento particular en lo que refiere a la construcción de mi masculinidad cishétero que hasta hace poco había olvidado.

Eran fines de los 80s y Soda Stereo sonaba para el disfrute de la Generación X. En mi caso eso sucedería mas tarde porque aún estaba en mi etapa Roxette. Sin embargo el merchandising de esta banda argentina invadía el mercado y te llegaban cosas aunque ni siquiera estuvieses relacionado estéticamente a ellas aún.

Sucedió que alguien me había regalado una remera de Soda Stereo. Lo poco que recuerdo de ella era su color azul y que se representaba una escena callejera típica de una Buenos Aires furiosa en esos años emulando a una Brooklyn del Plata. Pero en la remera había algo más. Un objeto pequeño y particular que contrastaba con el resto de los colores negros, grises y azules. Cercana a la escritura del nombre de la banda, que mientras escribo ahora recuerdo se posaba sobre un muro de ladrillos pinkfloydeanos, se encontraba un pequeño corazón rojo. Creo que hasta incluso su ubicación era casi en el centro geométrico de la estampa. El contraste con el resto de la escena era altísimo no sólo por su color sino por lo que despertaba en mí cada vez que tenía que ponerme esa remera. Y digo “tenía” y no “elegía” porque a esa edad y en mi grado de consciencia de autonomía, era más bien mi madre quien elegía con qué ropa vestirme.

Y ese corazón no me gustaba para nada. “Los corazones son para las chicas”. Algo así creo sonaría en mi diálogo interno si pudiera volver a escuchar a ese proyecto de varón cis y cómo estaba siendo socializado en aquél momento. ¿Cómo llegaba a esa representación interna sobre cómo un varón puede sentirse frente a un aparentemente inofensivo objeto en la estampa de una remera?.

Honestamente no tengo recuerdos de instancias maparentales en las que pudiera haberse introyectado esa afirmación. ¿Habrá sido la escuela?. Ese lugar en donde, a pesar de haber tenido el privilegio de que mis mapadres pudieran elegir en dónde sería escolarizado, y a pesar de tratarse de una escuela judía laica, pequeña, de escala familiar, o cuando mi viejo la nombraba como “la campana”, aún así, también fui testigo y a veces partícipe directa o indirectamente de opresiones a otres niñes. La crítica social del bullying no estaba de moda y era la norma implícita.

¿Y qué me pasa hoy con los corazones?. Hoy ya no hay sólo corazones rojo-sangre sino que los hay 💚verdes, 💜violetas, 🧡naranjas,🤍gris-apple, y 💙celestes. De ese rojo romantizado, homogéneo y binarizado pasamos a múltiples, interseccionales y diversos. Ese corazón ya no es patrimonio de un género y para mí ya no es ese diferenciador y afirmador de uno de tantos. Hoy siento que puedo usarlo y pasa desapercibido como otro emoji más sin terminar de comprender si eso es mejor o peor a cómo era hace 30 años. ¿Las redes sociales y los feminismos han logrado esta variabilidad?.

En el fondo de mí (¿corazón?) aún puedo escuchar una vocecita que, dependiendo el contexto, todavía duda de si animarse o no a usarlo como expresión de afecto por miedo a ser juzgado. Ya no sólo por el juicio de los estereotipos de género sino también de aquellos que todavía no logran ver que para los varones cis efectivamente lo personal también es político cuando, por ejemplo, decidimos expresarnos o no con un corazón en un mensaje escrito o una reacción de whatsapp.

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Bastian Hell
Una Cervecita

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