La trampa del aliado

Bastian Hell
Una Cervecita
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9 min readFeb 14, 2023

Querides lectores,

Me encontraba en una encrucijada, dudando si escribir un prólogo que explicara mi razón de ser como escritor de este blog. Pero, como suele pasar, ese prólogo nunca vio la luz. Sin embargo, si hubiese existido, estos párrafos podrían haber formado parte de él.

Ser un varón feminista conlleva una doble tarea interrelacionada: no solo debemos despatriarcalizar nuestras relaciones con el mundo y las personas, sino que también debemos estar atentos a nuestras acciones y formas de hablar. Algunos de estos comportamientos son el resultado de imperativos naturalizados e inconscientes, como la búsqueda de exposición que se asocia con el espacio público y que se construye en oposición a lo privado, que a su vez se asocia con el hogar y lo estereotipadamente “femenino”.

Estos imperativos se alinean con los ideales de la sociedad consumista y competitiva, en la que las personalidades extrovertidas son vistas como las más deseables para cumplir con los mandatos de hegemonía y dominación.

En mi caso, mi mapa astrológico con una afectada “luna en Leo” (🌙♌ ), cuadratura a Júpiter(🔲♃) y conjunto a Plutón (☌ ♇) podría explicar mi tendencia a exagerar, intelectualizar y dramatizar mis emociones como un mecanismo de defensa y como una forma de sentirme seguro y con un propósito. También está mi polarizado ascendente en piscis (ASC ♓) que muchas veces me lleva al extremo opuesto analítico virginiano (♍) para intentar contener y comprender la incomensurabilidad del mundo de intuiciones e ideas que llegan desde algún lugar y me trae de regalo el pánico de la hoja en blanco.

Sin embargo, al menos en este caso, no es necesario a acudir a este tipo de explicaciones que forman parte del cúmulo de contradicciones como el místico y el científico. El riesgo de adoptar el mandato extrovertido como una identificación hacia afuera existe, y no tenemos que culpar a mi luna.

Este mandato de extroversión es una desafío que involucra a muchos varones héterocis, y puede ser abordada tal como proponen Javier Blanco y Daniel Jones (2021) en su descripción sobre las “ansias de protagonismo”. Estas ansias son una parte de un modelo que ayuda a comprender cómo los varones héterocis reaccionan ante los feminismos.

Continuum de reacciones de varones cishétero a los feminismos. Blanco y Jones (2021)

Puedo reconocer haber pasado por el momento “backlash” cuando desconocía la propuesta de los feminismos por prejuicio, sesgos y la propia ignorancia. El siguiente momento fue cuando mis esquemas interpretativos del mundo entraron en conflicto y entré en una fase de desconcierto. Espero no haber caído y nunca caer en la impostura, y como ya se imaginarán las ansias de protagonismo acecha en el umbral, mientras que estoy aprendiendo a acompañar silenciosamente y vivir en plena consciencia de un proceso de despatriarcalización. Pero ninguno de estos momentos es estático, estanco ni superador, sino más bien consiste en un aprendizaje espiralado en el que subimos y bajamos escalones, luchamos contra nuestras propias sombras para integrarlas, no una sino muchas veces, y siempre será necesario tener una mirada fresca externa, si es posible de mujeres feministas.

Y es allí como en este proceso siempre encuentro una excusa para detenerme en este camino de escritura, debido a lo que llamo la trampa del aliado que definiré como un umbral que atravesamos las masculinidades desde el momento en que tenemos la convicción que las prácticas y teorías de los feminismos son el mejor dispositivo de transformación social para una reorganización de los pactos relacionales de opresión, y en consecuencia, navegamos contradicciones en distintos momentos biográficos como producto de ser interpelados por los feminismos.

¿ Y por qué en lugar de escribir sobre este proceso, no lo convierto en un camino terapéutico? Hay al menos dos razones. La escritura puede ser, en sí misma, un proceso curativo y, además, es una manera elegante de procrastinar. Ahora en serio, los procesos terapéuticos que he experimentado en mi vida carecieron de un marco teórico-práctico adecuado con una perspectiva de género. Aun así, hay mujeres como mi compañera de vida, Nicole Bourgeat, y la Dra. Debora Tajer, entre otras, que están creando estos espacios. Algunos de estos enfoques se centran en cambiar la posición de las mujeres como un acto de ayuda psicosocial, ya que son las principales interesadas en subvertir el orden opresivo del que todes formamos parte. Sin embargo, ellas y las disidencias son quienes sufren las consecuencias más graves. Así que, aquí estoy, atravesando mis propias trampas, buscando y abrazando el poder transformador de las palabras y lo hago porque creo firmemente que compartir mi proceso de autoconocimiento y transformación puede inspirar a otros varones.

Entonces ¿por qué no compartir estas reflexiones en un foro público, donde puedan inspirar y ser parte de un cambio colectivo?. Las sociedades todavía tienen mucho camino por recorrer en cuanto a establecer dispositivos efectivos para la transformación social y personal, y aunque existen círculos de masculinidades comprometidos en este camino, muchos de ellos se enfocan en el acompañamiento a varones que han ejercido violencia de género. Lo cuál es totalmente necesario porque es urgente e importante. La mirada a la que adscribo apuntaría más a un proceso de largo plazo mientras abordamos los problemas más urgentes.

En ese lugar es donde acecha la trampa del aliado, amenazando con transformar cualquier acción en mera impostura, protagonismo o en el mejor de los casos, en un acompañamiento silencioso.

Por ejemplo, pareciera que todas estas líneas fuesen una suerte de solicitud de permiso para escribir y opinar sobre feminismos desde la perspectiva y vivencias de un varón. De ahí es que justamente creo cobra vida la trampa del aliado.

La voz de un varón que busca ser un aliado no necesita ser escuchada, debe ser utilizada para amplificar las voces de las mujeres y otras disidencias que sufren las opresiones de género, desde el propio reconocimiento como princiaples opresores y reproductores de violencias contra elles. Como bien lo expresó Kelley Temple (2012), una activista feminista de Reino Unido: «Los hombres que quieren ser feministas no necesitan un espacio en el feminismo. Necesitan tomar el espacio que tienen en la sociedad y hacerlo feminista».

En este camino hacia la justicia y equidad de género, la escritura puede ser una herramienta valiosa para explorar las propias contradicciones y reflexionar sobre la trampa del aliado. A través de la escritura, podemos entrar y salir de nuestro propio ombliguismo, esperando que ese movimiento permita avanzar hacia una verdadera alianza con las luchas feministas.

Cómo creo que inició todo

Creo que todo comenzó en 2013 cuando tuve mi primer acercamiento con los feminismos durante un viaje a República Checa. Allí conocí a una pareja de nacionalidad española de posición anarquista, y fue la mujer quien me habló del tema. Al principio, mi reacción fue de rechazo debido a mi ignorancia y a una probable valoración sexista del intelecto de la mujer. Lo que luego conocería como socialización jerárquica de género de la cuál, como varón no es fácil desprenderse y nos lleva a:

  • No considerar a las mujeres y disidentes como pares ni tener los mismos recaudos éticos que tenemos con otros varones
  • Tener dificultad para identificar el sufrimiento en tanto otras personas por la incomensurabilidad entre esos mundos, justamente por cómo hemos sido socializados
  • Creer tener derecho a disponer de sus cuerpos, sus tiempos y otros derechos en general

Mi primer error fue pensar que la mujer podría explicármelo todo de forma fácil y rápida. Asumí que la forma de compartir e intercambiar información sería la misma que yo tenía, pero ignoraba la propia historia probablemente llena de dolor y frustración que habría llevado a esa persona a refugiarse y a la vez buscar agencia en los feminismos. El segundo error fue quedarme sólo con el prejuicio e ignorancia de asumir que “si se busca igualdad no puede llamarse feminismo” en lugar de desafiarme a buscar más información y otras fuentes de aprendizaje.

Este encuentro creo que generó una disonancia cognitiva que necesitaba resolver, un estado entre el desconcierto y el backlash, ya sea por curiosidad, miedo a lo desconocido o por la propia necesidad de que mis esquemas interpretativos no podían apropiarse de esa experiencia en aquel momento.

La trampa del aliado como dilema moral

Así como las contradicciones de la trampa nos llevan a los varones a ubicarnos en algún lado del espectro del continuum de reacciones, y que a su vez ese lugar dificilmente será estático, las propias dinámicas grupales entre varones que involucran a los activismos están estructuradas como relaciones de opresión, competencia y jerarquía.

En mi experiencia, participar en espacios de activismo y trabajar para promover la equidad de género ha significado enfrentar la necesidad de en ocasiones exagerar aquellos atributos estereotipados como masculinos para ser reconocido, aceptado o para argumentar en debates. Entre ellos están, levantar la voz, apelar a lo racional y a un lenguaje académico, entre otros. A pesar de que esta postura suele generarme rechazo y conflicto, es probable que sea la única forma en la que he aprendido a participar ubicándome en una posición de a todo o nada. Esta tensión entre el estar y el no estar se convierte en una lógica binaria de agencia que limita mi capacidad de ser un aliado desde un posicionamiento no-binario.

Además, la trampa del aliado se presenta como una traición a la fraternidad masculina, lo que puede llevar a otras personas a actuar de manera despreciativa y estigmatizadora hacia aquellos hombres que están en este proceso incómodo y desconcertante. Estos actos son una respuesta reactiva de backlash por parte de otros hombres o de mujeres que están atrapadxs en miradas patriarcales hacia los hombres que no cumplen con las expectativas de ser proveedores, protectores y procreadores y les llevan a “feminizar” esa alianza, mostrándose como una provocación que nos señala como “débiles”, “sumisos”, subordinados a un poder femenino dominante.

Como ven, la trampa es también un dilema en el que tomar posición y actuar desde una mirada feminista tiene un costo (transitar el continuum y verse como traidor a la fraternidad) y no hacerlo también tiene el costo de mantener el estado de las relaciones de opresión y desigualdad 🙃

Una posible salida a la trampa y su dilema

La exploración de la alianza y su trampa requiere que los hombres nos incomodemos, especialmente al aprender sobre los feminismos y la perspectiva de las mujeres y las disidencias. Sin embargo, no todo debe ser dolor, incomodidad y auto-flagelación por tener un pene y haber sido socializado como varón. Bell Hooks ofrece esperanza al mencionar acerca de las mujeres afrodescendientes y su forma de manifiestarse hacia los feminismos blancos y dice: «Tenemos que resistir la socialización que nos enseña a odiarnos a nosotros mismxs y entre nosotrxs» (Hooks, 2015. Teoría feminista: de los márgenes al centro, p. 121).

Por otro lado, como minoría oprimida afroamericana dentro de los colectivos femeninos oprimidos, Hooks nos muestra también que la responsabilidad masculina frente a la opresión incluye un dolor propio y que éste puede servir como un catalizador para comprender la necesidad de cambio (Ibid., p. 125).

Finalmente, el siguiente párrafo es fundamental para comprender cómo los hombres podríamos salir de la trampa y cómo las mujeres se acercarían (si así lo desearan) a entender nuestros procesos de cambio, no para tenernos lástima ni piedad, sino para establecer esa alianza efectiva entre pares capaz de cuestionar y accionar sobre la realidad opresiva:

«La ideología separatista nos anima a creer que solamente las mujeres pueden hacer la revolución feminista, pero no podemos. Puesto que los hombres son los principales agentes que mantienen y apoyan el sexismo y la opresión sexista, estos sólo pueden ser erradicados con éxito si los hombres se sienten obligados a asumir la responsabilidad de transformar sus conciencias y la conciencia de la sociedad en su conjunto[…]Si los hombres se muestran dispuestos a asumir una responsabilidad similar en la lucha feminista, ejecutando las tareas que sean necesarias, las mujeres deberían confirmar su labor revolucionaria reconociéndolos como camaradas de lucha.» (Ibid., p. 138).

Así surge una posibilidad y un desafío: convertir la trampa en un misterio, algo que debe necesariamente ser transitado y develado por la propia experiencia al mismo tiempo que ocurren los cambios internos que llevan a la acción en el mundo externo y que a la vez nos van develando que lo externo e interno se disuelven como categorías cuando comprendemos que lo real, es relacional.

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Bastian Hell
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