(In) movilidad

Vanesa Gonzalo Sánchez
Uncommon Design Strategy
5 min readMar 19, 2020
The Mc Nab Company. Por Jen Theodore, Unsplash.

Inicialmente esta publicación iba a tratar sobre cuestiones emergentes acerca de la movilidad y cómo esta está transformando paulatinamente el tejido urbano. Sin embargo, hace unos días leí un artículo que me desmoralizó un poco y cambió, de alguna manera, el foco inicial. Aunque entienda la movilidad como una cuestión compleja y la transición hacia alternativas más sostenibles como un camino de medio plazo, no pude evitar sorprenderme al ver este titular en The Guardian:

“European commuters still choose cars and congestion over public transport. Despite €16.3bn in EU funding, cities have failed to get people on to bikes or buses, report says”.

Como resumen, el resultado a seis años desde que Bruselas implementara diferentes medidas para fomentar el transporte público en la comunidad europea no es positivo: no existen evidencias de una tendencia hacia el uso de sistemas más eficientes y las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando (en las ciudades analizadas).

Así que después del golpe y ameritado por el contexto presente de excepcionalidad a raíz del COVID-19, cambio el movimiento por la parada.

Y una de las cosas que me viene a la mente cuando pienso en “parada” es la charla que dio Ricardo Sanz, profesor de la ETSII, dentro de unas jornadas organizadas hace un par de años por la UPM; Foro Futuro Próximo. El eje central era: movilidad eléctrica, vehículos autónomos, etc. En cambio, su presentación abría con un título negacionista: “Tecnología e inmovilidad”, lo que cautivó mi atención; y seguía con una pregunta: “¿Por qué tengo que desplazarme todos los días a trabajar a Madrid y comerme estos atascos?” al tiempo que mostraba la fotografía de una congestionada carretera A-2 (él era de fuera). Reflexión que ya quedó rondándome (yo también soy de fuera).

Ahora y porque a muchos nos toca teletrabajar, vemos cómo las calles se vacían notoriamente si eliminamos este tipo de trayectos.

Los desplazamientos al o desde el trabajo son movimientos que impactan altamente en los flujos de las ciudades. Para minimizar el impacto negativo de estos, y más allá de las empresas que nacen digitales, hay otras muchas señales de organizaciones que han adoptado políticas de restricción de movimientos innecesarios aludiendo entre otros motivos a la productividad y al cuidado del medioambiente, sin realmente saber que están poniendo en práctica un concepto acuñado como “green meeting”.

Pero más allá del ir y venir al trabajo, ¿por qué más motivos nos movemos? Otro de ellos, el ocio.

Este es uno de los mayores detonadores de los viajes actuales. Nos movemos para salir a cenar a un restaurante, tomar algo con los amigos en el bar, ir al cine a ver el último estreno, comprar las zapatillas de moda, etc. En cambio, o más bien, complementando a la oferta extramuros, las alternativas ofrecidas desde las empresas para poder quedarse en casa no paran de crecer. Aquí viene entonces otra pregunta: ¿realmente estamos cambiando nuestras preferencias y hábitos o estamos diseñando nuevos momentos de consumo adicionales?

Si tomamos el principio del capitalismo, otro de los temas de los que tanto hablamos en la actualidad (para cuestionarlo), todo es crecimiento, por tanto, sería lógico pensar que a más oferta, más demanda y entonces lo que haríamos sería ir más al cine y ver más Netflix. Sin embargo, el tiempo es finito y diferentes actores dentro del sector están recogiendo los primeros cambios en nuestro comportamiento debido al uso de nuevas aplicaciones para conocer gente, pedir comida a domicilio, jugar en línea, etc.

Por Marvin Meyer, Unsplash.

“Los bares cierran y la fiesta se apaga en España por Tinder, Glovo y el éxodo rural”.

Esta parece ser la nueva realidad: estamos mutando el consumo informal de bares y tascas por uno más sofisticado y detenido en restaurantes; cambiando las noches eternas por encuentros comedidos, porque los que éramos jóvenes nos hacemos mayores y los jóvenes ahora son menos propensos a las bebidas alcohólicas; y las madrugadas de ligoteo por las citas planificadas. Pero sobre todo, estamos evidenciando la preferencia de muchos por quedarnos en casa, trasladando así el ocio de fuera al interior de nuestros hogares.

De esto ya se están haciendo eco empresas abanderadas, tradicionalmente, de las grandes reuniones sociales al aire libre. Precisamente no hace tanto nos llegó un encargo para encontrar nuevas oportunidades de negocio que fomentaran las actividades dentro de los hogares, desde una marca de bebida. Fue súper interesante porque el reto nos llevó a entender a las personas en relación a sus hábitos de consumo, pero también en un contexto más amplio: de conexiones humanas y con su hogar. Y una de las cosas que aprendimos es cómo la nueva tipología de viviendas, con metros de menos en la mayoría de las grandes ciudades, estaba dando paso a la creación de nuevos espacios colectivos compartidos y por consiguiente, a nuevos modelos sociales.

Aprendimos que quedarse en casa no significa únicamente cocinar en tu cocina (si la tuvieras) o ver una película con tu grupo de amigos en tu salón de 24 m2 (si lo tuvieras). Con mayor frecuencia se están implantando nuevos conceptos, como cocinas comunitarias dentro de un bloque de viviendas o terrazas y salones de eventos vecinales para cualquier celebración, que dan lugar a novedosas alternativas para actividades indoor, solos o acompañados.

Airbnb Experiences.

Las recientes posibilidades dan margen a las marcas para crear no solamente servicios y experiencias que les permitan reorientar su oferta y destapar valiosos territorios de negocio, sino también, para encontrar su hueco dentro de la transformación cultural actual, consecuencia de la resignificación de los vínculos personales (individuales y colectivos), las nuevas formas de relación con el entorno más inmediato (casa — ciudad) y el sentido de (in)movilidad.

En un momento como el que estamos viviendo de aislamiento social físico: ¿Cómo será la vuelta a la cotidianidad? ¿Nos echaremos a la calle o seguiremos apostando por la creciente comodidad de nuestros hogares? ¿Aboliremos más decididamente el tradicional presentismo laboral? ¿Habremos logrado reducir al fin la contaminación de las ciudades?

De seguro, algo habrá cambiado.

Si quieres echar la charleta sobre este u otro tema de interés, aquí mi correo: vanesa@noescomun.com

#Beuncommon

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