¿Por qué ser feminista hace tener más preguntas que respuestas?

Fernanda Bonilla
Uncommon Design Strategy
6 min readAug 10, 2017

Hace poco en Uncommon las mujeres nos volvimos mayoría. Somos una agencia de diseño, así que esto no tendría por qué resultar sorpresivo. Sin embargo, muchos notamos que la contratación de “las nuevas” cambiaba la balanza y ahora el chat del “matriarcado secreto” –donde estamos todas las mujeres– incluía a muchas más integrantes.

En sus inicios, la agencia estaba compuesta por 3 hombres: Bernardo, Alberto y Héctor. Después contrataron a Steph, nuestra primer súper diseñadora gráfica, y la siguiente en incorporarse al equipo fue Gaby. Esto fue hace más de dos años y a la fecha Alberto molesta a Steph por cómo se emocionó cuando le dijeron que iba a haber otra mujer en la oficina. Según cuenta ese exagerado, Steph preguntó mil veces cómo sería Gaby, qué le gustaría hacer… básicamente comenzó a hacer planes para ser su amiga desde el primer momento.

Me gusta esa historia. Al igual que muchas personas, tuve la mala suerte de crecer escuchando mensajes sobre cómo las mujeres se atacan entre ellas. Ya sea peleando por un hombre, por atención o por un puesto, según estos cuentos la relación más común que hay entre nosotras es de competencia. En estas leyendas tal pareciera que no hay escapatoria: si juntas a muchas mujeres, vas a tener conflictos.

Desafortunadamente este mito es explotado con fines de entretenimiento. Se crean programas cuyo único trama depende de mujeres peleando, se magnifican estas situaciones en los medios y luego se citan como evidencia de que estas conductas son inevitables.

Ésta no es mi experiencia. Hasta ahora mis interacciones con otras mujeres tienen la misma probabilidad de éxito que las que tengo con hombres. Espero que la mayoría de ustedes puedan decir lo mismo y que cuenten con muchos ejemplos con los que puedan desmentir ese ridículo mito. (Por cierto, Steph y Gaby efectivamente se hicieron amigas inmediatamente).

Soy afortunada. Tengo la buena suerte de trabajar en un lugar donde todos nos consideramos progresistas. Y, a pesar de múltiples diferencias de opinión, puedo afirmar que en Uncommon todos hacemos nuestro mejor esfuerzo por identificar nuestros prejuicios y combatirlos.

Somos un equipo pequeño, 22 en total: 13 mujeres + 9 hombres. En el año que llevo trabajando aquí, siempre he encontrado un ambiente seguro y amigable. En la oficina, en las comidas de los viernes largos y en nuestros queridos Wine Wednesdays™ siempre hemos tenido la libertad de hablar de todos los temas que hemos querido, pocas veces ejerciendo algún tipo de discreción; tal vez eso último aplica más para unos que para otros. Me cuento entre los indiscretos.

El único cambio que ha provocado la llegada de “las nuevas” a Uncommon, por lo menos el único que yo he identificado, es que ahora estas conversaciones incluyen muchas más discusiones sobre feminismo. Aunque tengo que reconocer que es muy posible que la prevalencia de este tema esté en el aire y no sea algo exclusivo de mi oficina.

Desde que Emma Watson dio su ya famoso discurso en el 2014 y gracias a muchas otras celebridades que han traído estos temas a plataformas populares –Amy Schumer, Lena Dunham, Shonda Rhimes, etc–, he visto a muchas personas reconocer la importancia de hablar sobre la inequidad de género que todavía nos rodea.

Hace poco, caminando de regreso de la oficina, una compañera me dijo que odiaba que la forma de hacerle un cumplido a una mujer solía incluir compararla con otras. Según ella oraciones tan comunes como “eres la más bonita” o “Scarlett Johansson es guapa, no tanto como tú, pero guapa”, parecen insignificantes pero refuerzan ideas peligrosas. Creo que tiene razón y debo admitir que esto es algo que yo no había identificado.

Estoy segura de que hay una relación entre todas estas comparaciones “benignas” y la creencia popular de que las mujeres no hacemos más que pelear entre nosotras. Entiendo que estamos acostumbrados a pensar en la belleza como algo rankeable y que no hay una mala intención detrás de esas palabras. Pero no es justo que continuamente seamos puestas en situaciones en las que tenemos que defender nuestro derecho a no competir con las demás. Esto debería de ser evidente.

De igual forma, la verdad es que –a pesar del combustible que el enojo suele proveer– es cansado estar buscando ideas en la sociedad que tratan de manera injusta y es aún más cansado darte a la tarea de señalar las acciones que inadvertidamente se alinean con estos prejuicios. Supongo que ésta es la razón por la que me tomó un año realmente involucrarme con este tipo de conversaciones en la oficina.

He aprendido mucho sobre diseño e innovación en Uncommon y gracias a este reciente cambio en nuestras conversaciones, ahora puedo decir que he aprendido sobre feminismo también. Hace años que no le tengo miedo a esa palabra y gracias a un par de clases, algunos libros y varios videos, llegué a creer que sabía todo lo que tenía que saber sobre el tema. Me da gusto darme cuenta de que estaba equivocada.

Obviamente me falta mucho por aprender, obviamente ser mujer no me libera de haber internalizado algunas ideas sexistas. Agradezco a los compañeros que me han hecho notar estas faltas ya sea en ocasiones en que he expresado juicios contra otros o cuando me he tratado de forma injusta a mí misma. Podría listar más ejemplos pero este artículo ya es demasiado largo de por sí, así que sólo hablaré de la lección más importante que he recibido en estos meses.

Hace unas semanas varias nos estabamos quejando de algo que creíamos que era paternalista. Uno de mis compañeros nos escuchó un buen rato y después nos dijo “ténganos paciencia, lo estamos intentando y no sabemos cómo hacerlo bien”. Había olvidado este punto. Había olvidado que a pesar de que hacemos nuestro mejor intento, muchas veces nuestros errores no son obvios y muchas otras simplemente no sabemos cómo corregirlos.

La misma persona después me dijo que escribiera sobre esto, sobre qué pasaba cuando personas que creíamos que éramos progresistas necesitabamos evaluar nuestra conducta e identificar nuestros prejuicios.

En Uncommon nuestro trabajo es entender a las personas, identificar sus necesidades y buscar soluciones para sus problemas, entendemos que para eso tenemos que leer, estudiar y darnos feedback pues los humanos somos complejos. Sin embargo hasta ahora no sé si hemos puesto el mismo empeño en estudiarnos a nosotros mismos y entender las raíces de nuestras acciones y nuestras ideas. Creo que yo no lo había hecho, parece que una vez que decidí que yo era abierta y liberal dejé de buscar en mí prejuicios que cómodamente señalaba en otros. Estos meses me han enseñado a seguir buscando ataques a mi género no sólo afuera, sino en mí misma.

Tener a 13 mujeres en la oficina no ha sido conflictivo. Esto no me sorprende, no tendría por qué serlo. Lo sorprendente es qué tan interesante ha sido convivir con 21 personas que tienen ganas de entender mejor el mundo. Ya no es igual que cuando Steph esperaba con ansías la llegada de Gaby, pero si las personas que se sumen a este equipo en el futuro siguen siendo de la misma calidad que las que hemos conseguido hasta ahora, yo tampoco puedo esperar a conocer al que sigue.

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