Thinkers are the new rockstars

La importancia de las humanidades en un futuro no remoto

Jaime González
Uncommon Design Strategy
7 min readAug 9, 2017

--

En 2014, por primera vez en sus 400 años de historia, la Universidad de Harvard matriculó más alumnos de ciencias que de humanidades. El curso estrella aquel año fue ‘CS50: Introduction to Computer Science’, que se ha convertido desde entonces en un auténtico fenómeno. Congrega más estudiantes que ningún otro — cerca de 800 — , y sus clases magistrales se siguen en todo el mundo a través de iTunes y plataformas MOOC. Tal es el éxito que Zazzle vende playeras online, y ya se ha exportado el modelo a Yale, rebautizado como Computer Science 100 (a.k.a. worst naming ever), donde vuelve a ser el más popular.

(🚀) ³ = 🚀🚀🚀

El desorbitado interés en las disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) es una tendencia que se repite en todas partes del mundo. Incluso en Sesame Street. Preocupados por los pobres resultados en ciencias y matemáticas de las escuelas del país, encomendaron la difícil misión de enseñar STEM a los niños a Super Groover 2.0. Si bien algunos dudaron de su preparación, el superhéroe contó con el apoyo del entonces presidente Obama, impulsor de la campaña ‘Educate to Innovate’.

Super Grover 2.0: STEM Superhero of Sesame Street

El caso más oscuro ocurrió en 2015, en el marco de las abenomics, cuando el Ministro de Educación japonés propuso suspender los estudios de humanidades “para servir a otras áreas que atiendan mejor las necesidades de la sociedad”. Las humanidades eran consideradas distracciones. Aunque las más prestigiosas del país se opusieron enérgicamente, entre ellas las de Tokio y Kioto (primeras en el ranking Times Higher Education), muchas adoptaron la iniciativa.

¿Quién imaginaría la medida opuesta, suspender los programas de ciencias? De un modo u otro, siempre han gozado de un estatus superior, y el propio sistema educativo es en gran parte responsable. Como advierte Ken Robinson: “Todos los sistemas educativos del mundo tienen la misma jerarquía de materias. Todos ellos. (…) En la parte superior están las matemáticas y las lenguas, luego las humanidades, y al final están las artes. En cualquier parte del mundo”.

La ambigüedad es el campo de batalla

Vivimos tiempos inciertos, y la preocupación por un futuro mejor (¿que otra cosa es la educación?) se aborda desde puntos de vista muy distintos. No todas las instituciones son de la misma opinión respecto a las humanidades, y entre los estudiantes también se percibe un interés renovado. Después de que los techies se convirtieran en populares, hay quien habla de la venganza de los “film, history, and philosophy nerds”.

En el Massachusetts Institute of Technology (MIT), uno de los centros que más premios nobel proporciona cada año, se dieron cuenta de que muchos de los proyectos de ingeniería fracasaban por no considerar con el rigor suficiente el contexto cultural. Hoy todos sus alumnos deben dedicar un 25% de sus horas lectivas a materias como música, literatura o historia. Consecuencia de esa apuesta es el MediaLab, que ha visto nacer algunos de los avances tecnológicos más fascinantes de los últimos tiempos.

MIT MediaLab, el sitio más cool de Massachusetts

Para Tony Golsby-Smith, CEO de Second Road y docente en Darden, el gran problema es que no se enseña “a navegar en las situaciones hipotéticas o los futuros desconocidos”. Muchas crisis empresariales podrían evitarse si en las organizaciones hubiera personas acostumbradas a trabajar con la incertidumbre y prever escenarios futuros, habilidades que se estimulan en los estudios de humanidades.

No es una cuestión de talento — en las grandes empresas abundan los MBAs y PhDs en química o economía — , sino de identificar el background adecuado. Las personas “que estudian la poesía de Shakespeare, o la pintura de Cézanne, por ejemplo, han aprendido a jugar con grandes conceptos, y a aplicar nuevas fórmulas para afrontar problemas complejos que no pueden ser analizados de forma convencional”.

‘Reframing strategy as story’, un clásico de Tony Golsby-Smith

Thinkers are the new rockstars

Entre los gigantes de Silicon Valley, encontramos un claro ejemplo de compromiso con las Liberal Arts. Apple siempre ha considerado que la tecnología por si sola no es suficiente, que necesita integrarse con las humanidades para lograr “que nuestros corazones canten”. Con esta filosofía crearon el iPhone, que revolucionó la telefonía y de paso también la música, algo que ya había logrado años antes con el iPod. Habrá quien diga que se trata de dispositivos, pero son mucho más; la gran diferencia es el mindset con el que fueron diseñados.

Steve Jobs: Technology and Liberal Arts

En un sector tan cambiante como el tecnológico, gestionar la ambigüedad es una capacidad codiciada. Por eso, aunque pueda resultar paradójico, cada vez se demandan más perfiles con una formación en humanidades, y la competencia por el talento podría estar virando hacia nontechnical jobs. Estas disciplinas ganan terreno, y hasta el gurú John Maeda hizo en su reporte anual ‘Design In Tech’ un alegato a favor de escribir a mano, práctica que considera tan importante para los diseñadores como dominar el código.

John Maeda: Design In Tech Report 2017

Algo parecido ocurre entre los puestos de mayor responsabilidad, y si echamos un vistazo rápido a los CEOs de las principales compañías tecnológicas descubrimos que muchos de ellos están titulados en humanidades: Brian Chesky (Airbnb, Bellas Artes); Peter Thiel (PayPal, Filosofía); Susan Wojcicki (YouTube, Literatura e Historia); Stewart Butterfield (Slack, Filosofía), y un largo etcétera.

Para innovar se necesita algo más que conocimientos técnicos: “You need a trained imagination”. La filósofa Martha C. Nussbaum llama la atención sobre el impulso que reciben las humanidades en naciones como China o Singapur, que no parecen demasiado interesados en fomentar la ciudadanía democrática, y sin embargo tienen un objetivo claro: implantar una cultura de la innovación y el emprendimiento.

Una complejidad diferente

El biólogo Edward O. Wilson, ganador del Pulitzer por partida doble, defiende que las humanidades son lo que diferencia realmente al ser humano, y no la ciencia. Propone el caso hipotético de una civilización extraterrestre que llegara a nuestro planeta: en un contexto semejante, nuestra tecnología no les impresionaría en absoluto; el auténtico valor lo encontrarían en la cultura, el arte, el pensamiento.

Los draags parecían más interesados en Alice Cooper que en el nuevo iPhone

En su último libro, ‘The Meaning of Human Existence’, llama la atención sobre la necesidad de las humanidades en un futuro próximo, como consecuencia de los debates morales y sociales que suscitará la evolución tecnológica. La modificación del genoma humano o el modelo de toma de decisión de los vehículos autónomos son solo algunos ejemplos.

Muchas universidades y organizaciones han comprendido la necesidad de formar personas capaces de afrontar los retos tecnológicos desde una perspectiva humana, y de nuevo encontramos en el MIT un gran modelo. Es significativo que una institución con un perfil tan técnico conceda la misma importancia a las humanidades que a las STEM.

“The world’s problems are never tidily confined to the laboratory or spreadsheet. From climate change to poverty to disease, the challenges of our age are unwaveringly human in nature and scale, and engineering and science issues are always embedded in broader human realities.”

Deborah K. Fitzgerald: At MIT, the humanities are just as important as STEM.

Volviendo al ejemplo de Golsby-Smith, pongámonos en la piel de un estudiante de arte, y pensemos en algo más contemporáneo que Cézanne, como Martin Creed o Tacita Dean. Puede que no se enfrenten a problemas tan intrincados como las ciencias, pero las humanidades trabajan con grandes conceptos, complejos y cargados de ambigüedad. Además, acostumbran a interpretar constantemente, buscando significados en niveles muy por debajo de lo evidente, y a ocuparse de las emociones humanas. En realidad, se trata de un tipo de complejidad diferente.

‘Mattress Performance (Carry That Weight), proyecto de tesis de Emma Sulkowicz

Hyperloop, vida exponencial, blockchain, flexitarismo. Quizás suene a ciencia ficción, pero nada de lo anterior está lejos de convertirse en realidad. En un futuro no remoto, deberemos afrontar los escenarios que hoy estamos creando, a golpe de automatización y cambio climático; un ‘brand new normal’ del que aún no sabemos nada. Por eso debemos ser capaces de trabajar con la ambigüedad y la incertidumbre.

Las humanidades han probado su habilidad para discernir el futuro. Hace más de 80 años, Hannah Arendt predijo que la máquina liberaría al hombre del trabajo; y Verne fue el primero en poner un hombre en la luna allá por 1865. Existen miles de ejemplos fascinantes como estos: desde los ilustradores franceses de principios de siglo hasta las revistas soviéticas de los años 30, desde Kubrick hasta Huxley, el hombre siempre ha imaginado utopías y distopias ligadas a escenarios futuros.

Decía Fred Polak que las culturas seguirán en desarrollo mientras su imaginario se mantenga positivo, pero si éste comenzase a perder vitalidad, no sobrevivirán. Por mucho que la tecnología sea esencial en este viaje, necesitamos personas capaces de imaginar esos futuros, no solo posibles sino deseables. Y en esto, las humanidades pueden ser de mucha ayuda.

Si te interesan los futuros, checa ‘LinkedOut’, nuestro último reporte sobre tendencias y escenarios del trabajo hacia 2030.

— Jaime González es director de arte en Uncommon, viajero permanente, prepara sus propios cigarillos.

--

--

Jaime González
Uncommon Design Strategy

Independent art director & partner at Diagonal. Travel and photo passionate ⚡ www.metal-horns.co