“En la precarización no hay pureza, hay intemperie”

nico guglielmetti
UOiEA!
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20 min readMay 26, 2020
Foto de Xavier Martin/CCK.

Una nena hija de clase obrera argentina de hace 50 años atrás espera que sus padres le lean. Ingresa a una burbuja. Muchos años más tarde se encuentra en Berkeley dando un seminario sobre Literatura Gauchesca. En abril de este año se convierte en una de las seis finalistas del International Booker Prize 2020. Uno de los premios más prestigiosos del mundo entre los libros traducidos al inglés. ¿Qué la llevó ahí? Ese es el arco temporal en el cual vamos a entrar y salir en esta entrevista. Los ritos y mecanismos de escritura en el cual se solventan sus historias además de las causas y cuestiones que le interesa indagar y ser atravesada. El escritor precarizado. Romper la heteronorma, darle protagonismo a los eternamente marginados e inmiscuirse en los diferentes estadíos de la lengua popular hasta crear su propio sistema. Su interés por la biodiversidad y preocupación por la destrucción del ambiente natural como sistema de empobrecimiento.

-En Romance de la negra rubia está latente la idea de sacrificio por un lado y el poder de la comunicación una vez que sos legitimado. Me dejó reflexionando cómo cambia la taba cuando ese revólver del poder comunicacional cambia de manos.

-Hay una cuestión con eso de la comunicación que se transforma en poder cuando se vuelve del interés de los medios habiendo y teniendo además una existencia por fuera de los medios ¿no? Quiero decir, si una chica cruzara en llamas la Avenida Paseo Colón hacia Parque Lezama desde el edificio Marconetti, que es el edificio donde yo imaginé que pasaba el desalojo, que terminó pasando de hecho, lo tiraron abajo tras 30 años de intento y que era un edificio donde vivían muchos artistas, era un edificio tomado… Si ese video existiera se viralizaría en segundos. Estaría todo el mundo viéndolo y serían miles de millones de reproducciones y eso ya sería en sí un evento mediático . Y también sería un evento social si esa viralización, y luego de que su conversión en evento mediático sucediera, sería factible que se buscaran soluciones habitacionales para las personas que habían sido desalojadas como de hecho pasó en Neuquén con esa historia tan trágica de este chico que tenía apenas 31 años cuando se murió y era canillita y tenía siete hijos. La solución habitacional, que ahí fue dejar la gente exactamente dónde estaba antes del desalojo, la encontraron después que se convirtió en una hecho mediático. Entonces me parece que cuando pasa eso, sí se constituye un momento de poder. Tenés “la voz”. Te hace pensar cuando dicen “le da voz a los que no tienen voz”. No, voz tenemos todos. Lo que no todo tenemos es un micrófono ni un lugar donde pararnos y ponernos a hablar para ser escuchados, pero cuando está esa disposición y se te ponen los micrófonos adelante, tenés una momento de poder. Y si además a eso lo articulás con alianzas tribales sociales eso se puede transformar en un poder sostenido.

La cultura popular es mi cultura. Lo que yo soy está hecho más de las canciones que escuchaban mis tías en el winco, las series de entonces, los boleros que escuchaba mi mamá, que de todo lo que aprendí después. La cultura popular es lo que está más vivo, creo yo, por ejemplo la riqueza de la lengua popular. La lengua de las travestis, de mis amigas y sus amigas es infinita.

-Una vez que la protagonista se prende fuego, y de alguna manera es considerada una performance en sí misma, se la lleva como un acontecimiento artístico a una bienal. ¿Cómo compusiste el ambiente de la novela?

-En el momento que escribí esa novela estaba en las cercanías del mundo del arte en la Argentina y vi como no solo la obra se vuelve mercancía sino, de alguna manera, la figura del artista, como pasa en todos los ámbitos. Esto va más allá de lo que el artista quiera. No tiene nada que ver con la voluntad del artista. Vos estás, por ejemplo en Arteba, los días que solo van los coleccionistas y bueno hay mucho champagne obviamente para que los coleccionistas se aflojen un poco y de paso los artistas se diviertan. Y vos sabés como artista que ese es el momento que podés llegar a vender dos o tres cuadros con lo que vas a tener que vivir el resto del año e invertir en la próxima obra, que en el caso de los artistas visuales es muy onerosa por los materiales con que trabajan. Y entonces el estar ahí es como que estás esperando que te saquen a bailar. Estás esperando ser elegido. Es una situación, a mi criterio bastante, cruel e injusta. El nivel de precariedad que vive el artista es impactante. Y de pronto lo ves tomando champagne y charlando con un millonario en una situación que pareciera ser de paridad y no es de paridad en absoluto. Uno está ahí eligiendo y el otro está esperando ser elegido. Uno está eligiendo, por placer para engrosar una colección o como una inversión sino se dan las dos cosas, pero es algo que no necesita para sobrevivir sin lugar a dudas. En todo caso y más allá de la voluntad del coleccionista esto puede ser su voluntad o no, lo que está haciendo es construir un atributo más de representación de su poder y su riqueza. Aunque lo piense de otro modo también funciona así. Un atributo que también le abre puertas políticas, económicas. Pensemos en Constantini con el Malba y el otro el artista. Le artiste está esperando vender un par de obras para poder vivir. Es una posición de tal disparidad que a mí siempre me pareció cruel y violenta.

Con ese impacto surgió esa idea de que la chica de Romance de la negra rubia termine siendo arte ella misma. O sea eso de convertir la vida en arte que parecía una especie de imperativo romántico, liberador, hermoso. Desde el mercado del arte termina siendo un infierno porque lo que es, también de cierta manera, obra y mercancía, es el cuerpo del artista. Es el artista mismo y eso es espantoso. Y a la vez si alguien hace una perfo es la expresión de su arte, pero no me refiero a eso cuando digo que está poniendo el cuerpo y que el cuerpo deviene obra entonces deviene también mercancía. Me refiero a cuando no está representando arte, cuando está teniendo que representar algo para el coleccionista.

-Ella es una poeta, si se quiere, los más precarizados y “puros” del mundo editorial. ¿Cómo te decidiste porque sea ella la persona que va a experimentar esta suerte de sacrificio y transformación?

-Mirá de esa pregunta me interesa la relación entre la precarización y la pureza. Como que parece que fueran directamente proporcionales y no. En la precarización no hay pureza, hay intemperie. La pureza es otra cosa. La pureza se elige y no soy de la idea que a mayor precarización mayor pureza ni lo contrario. Me parece que son cosas distintas y que hay que definir esa cuestión de la pureza que siempre suena fascista ¿no? Quizás decidí que ese personaje sea poeta por esa forma de vida de les poetas que me gusta mucho que es ese deambular leyéndose… Ese estar en movimiento… Esa cosa de tribu en movimiento constante porque la circulación de la poesía sigue teniendo aún hoy un componente de perfo, de cuerpo presente y de reunión medio tribal que me sigue pareciendo muy atractiva. Y también porque en esa cuestión de estar de reunión en reunión, de fiesta en fiesta, de lectura en lectura hay algo como que puede empezar en una lectura tribal y terminar en alta gira. Al menos así fue mi experiencia unas cuantas veces. Además que fuera poeta tiene algo de la conciencia extrema de la lengua y de sus ritmos y de sus cadencias y de sus aristas que le sirve después para darse cuenta del poder que tenía. Ella se da cuenta después cuando empieza a nombrar de una manera si se quiere poéticas, con unas palabras y luego con otras y ve que los demás usan esas mismas palabras que ella eligió.

-Tus novelas tienen un alto componente polifónico donde las palabras parecen desencadenarse unas con otras fonéticamente hasta crear el sistema que deje fluir el inconciente. ¿De dónde viene esa ligazón tuya con la oralidad por ahí más ligado a la poesía que a la narrativa?

-La polifonía creo que me rompió la cabeza en 45 millones de pedazos cuando leía La tierra baldía de T. S. Eliot hace mucho tiempo. La leí en la facultad en las clases de la materia norteamericana de Rolando Costa Picazo y este te la contaba. Te abría el sistema de referencias y vos podías asociar y sumar más. Que es de hecho lo que te pasaba. Vos decías “Pero esto tiene que ver con esto, con esto” y en un momento me pareció que en ese poema hablaban un millón de personas. Que era un mundo con un montón de gente hablando con un montón de voces y me pareció tan maravilloso que desde entonces empecé a desearlo. Empecé a poder lograrlo. Por supuesto nunca logré nada que se le acerque a La tierra baldía pero me sigue pareciendo un objetivo muy atractívo y vital que me hace bien . No necesito llegar, necesito querer ir.

Por otra parte, esa división tan tajante entre poesía y narrativa yo no la vivo así. Muchas veces escribo las cosas en verso y después las junto porque me pasa algo con el corte que me sirve para escribir y no me gusta cuando lo leo en voz alta, pero con mi propio corte, con el corte de los demás me llevo bárbaro. Pero yo no siento esa distancia. Para mí la lengua es un materia que trabajo con mucha conciencia en su dimensión de puro sonido. Después ya en su dimensión fonemática, si querés, ya con algo más de articulación cultural. Y me gusta eso que se arma cuando de puro sonido aparecen sentidos que son como rayos, como destellos. Me siento muy viva cuando hago eso y parece que no pero el sentirse muy vivo es de las cosas más difíciles de la vida paradojal, y curiosamente y para mí, la más interesante.

El otro día vi una foto de la tapa de un libro de Bourdieu que era algo como “Teoría y crítica del campo intelectual”, ponele, y David Viñas le puso “francés” a mano y con lapicera. Me pareció tan preciso y tan importante verle los límites a lo universal y la operación de guerra feroz que es enunciar como universal los intereses y maneras de estar del mundo de una partecita ¿no? Eso es guerra.

-En Beya, le viste la cara a dios (Libro digital, luego impreso y finalmente novela gráfica) te habían encargado que reversionaras un cuento clásico de la literatura infantil como La bella durmiente y terminaste componiendo y visibilizando la voz de una mujer víctima de la trata de personas. Ante la ausencia de decisión política por parte del Estado, hay una decisión política dentro de tu literatura. ¿Cuál es el rol del escritor?

-No sé que decirte del rol del escritor. Hay muchos posibles y me parece que hay una mezcla entre lo que uno quisiera a veces y lo que efectivamente sucede. Un rol siempre es algo en función de un sistema social ¿no? Entonces el escritor puede decir pero no parece que eso esté incidiendo demasiado en nada. No no sé si hay un rol… El rol… Qué se yo, la verdad que eso no lo sé. A mí me pasa en general que tengo posicionamientos políticos fuertes respecto de algunos temas que son los que me interpelan y me preocupan. En el caso de Le viste la cara a Dios, lo escribí prendida fuego y con un deseo de decir y de incidir, pero bueno, no creo que haya incidido demasiado.

-En La virgen cabeza mostrás las problemáticas de las villas a partir de una historia de amor que va en contra de la heteronormatividad. ¿Con qué ideas e inquietudes lo escribiste y qué certezas y sensaciones te deja más de diez años después?

Cuando empecé Le viste la cara a dios, hace un montón de años ya porque tardé mucho tiempo en escribirla y en terminarla, empecé otra novela. Era un texto que tenía que ver con la completa desaparición de los Estados y con el poder global sin mediaciones en manos de las grandes corporaciones. Por supuesto era el horror mismo y era un libro paranoico. Y en un momento mientras estaba escribiendo se me apareció y empecé a escribir la voz de Cleo que es mucho, muchísimo, un homenaje a una amiga mía que amé durante la adolescencia y después no es que dejé de amarla si no que se murió. Travesti ella, era una nenita cuando murió con 21 años. El promedio de vida de los travestis es de 35 años. Y me apareció esa voz con esa creatividad inagotable, torrentosa de la lengua trans por lo menos de las trans que yo conocí. Era un torrente, un manantial. El sentido del humor y la creatividad y el nivel de juego linguístico constante. La verdad que era una cosa maravillosa y deslumbrante para mí y aparte me reía todo el día con ella y con ellas. Y mirá que tenían una vida muy dura. Para mí siempre me pareció algo completamente deslumbrante mi amiga y sus amigas y yo sentí un enorme amor por mi amiga. Y bueno empezó a aparecer esa voz y me enamoré y de ahí salió Cleopatra. En ese momento no existía la ley de identidad de géneros ni la ley de cupo trans y la vida para las travestis era todavía más dura que ahora que sigue siendo durísima. Era como otro mundo en ese sentido.

En cuanto a la heteronormatividad por supuesto la he padecido pero no es mi norma. Yo salí de ahí todo lo que pude y en la medida que se puede salir entonces no sé. A mí no me llama tanto la atención que el héroe o la heroína o le hereo no sea un personaje heteronormado y en cuanto a la desigualdad creo que solo creció. En lo personal, sigo creyendo en la potencia de la autoorganización, de la organización colectiva para honrar vidas dignas de ser vividas y también veo eso que se ha dado a llamar lucha de clases cada vez más feroz. Y volviendo a lo heteronormado hoy estaba charlando con mis talleristas a raíz de la inquietud de una de elles en el universal ¿no? Ese universal que es masculino y se supone que nos incluye a todos pero en realidad no nos incluye a todes y el trabajo de horadarlo para hacerlo tan grande y que entremos todos, todas, todes a mí me interesa. Por supuesto, es un trabajito de hormiguita contra otro de fuerza geológica pero bueno a mí me gusta hacerlo, como a tanta gente. Y el otro día vi una foto de una primera página de un libro de Pierre Bourdieu que era sobre el campo intelectual. No lo recuerdo bien pero era algo como Teoría y crítica del campo intelectual, ponele, y David Viñas le puso “francés” a mano y con lapicera. Y me pareció tan preciso y tan importante empezar a verle los límites a lo universal y verle la operación de guerra feroz que es enunciar como universal los intereses y maneras de estar del mundo de una partecita ¿no? Eso es guerra.

-En Las aventuras de la China Iron le das voz a la mujer. Una operación que no ocurre en toda la gauchesca. ¿Cómo fue esa operación?

-La operación de La China empezó porque tuve un montón de suerte porque no sé aplicar a nada. Estaba en un lugar precioso ahí en Berkeley, es un lugar muy hermoso una ciudad chiquita, baja. Llena de parques y arboles. Bueno, es un lugar muy hermoso y lleno de gente de todo el planeta por la universidad. De todos colores y una diversidad que nosotros acá aún con lo cosmopolita que es Buenos Aires, no tenemos. Es un cosmopolitismo no tan cosmopolita. El clima es muy agradable. Había sol y vi el mar y fui a la sierra y me la pasaba de paseo. Una vez por semana tenía que ir al campus de la universidad y dar un taller de escritura creativa. Ese era mi único trabajo. Yo en ese momento estaba con el metro, con la narrativa en verso y entonces pensé hacer un taller de narrativa en verso. En Argentina eso es la gauchesca y bueno di gauchesca a lo loco. Me sumergí con mucho placer y yo sabía que no había personajes mujeres en la gauchesca o que prácticamente no había o que había casi nada pero ¿Viste cuando algo se te encarna? Bueno, pensé “Qué divertido contar este mundo”, que a mi criterio es el género que cuenta la consolidación de la Nación Argentina, la gauchesca. Contar este mundo, este proceso, contarlo desde los ojos, el corazón y la cabeza de una chica. Así arrancó eso.

Es una chica que vive en un caserío que como dice la novela no tenia ni iglesia. Habría dos o tres ranchos y un casco de estancia más o menos cerca mas o menos lejos con la distancia de la diferencia social. Una distancia difícil de franquear y con estancieros que vivían en otros lados. No sabía ella, no tenía ni la más mínima idea ni posibilidad de vivir de algún otro modo que el que le había sido impuesto y, cuando el ejercito de la Nación Argentina lo secuestra a Fierro, ella se encuentra con una incógnita. Con algo que se rompe y se abre. Una especie de futuro sin forma. No sabe qué puede a haber adelante. Se da cuenta que se puede ir pero no sabe más nada y ahí va a ir descubriendo.

Lo interesante lo encuentro en todas partes. No lo encuentro en editoriales chicas o grandes. Ahora hay gente que publica primeras novelas en editoriales grandes y también hay gente con grandes trayectorias que publican en editoriales muy pequeñas. No hay mapas tan claros.

-¿También hay una crítica o burla a la anglofilia que padece nuestra sociedad?

-La anglofiglia es una parodia de la anglofiglia argentina que ha sido mucha y es cruel y dura y que tiene sus encantos también y no los vamos a negar. Pero bueno, esos encantos tienen sus límites y tiene mucho filo para los que somos de la periferia. Mucho filo, mucha presión y mucha explotación y mucho horror.

-La cultura popular entra a la literatura mediada por textos clásicos. Es una operación de escritura que se repite en tus títulos. ¿Es algo que tenías en claro desde el vamos o a medida que ibas publicando fue un recurso con el que te sentiste cómoda?

-La cultura popular es mi cultura. Lo que yo soy está hecho más de las canciones que escuchaban mis tías en el winco, las series de entonces, los boleros que escuchaba mi mamá, que de todo lo que aprendí después. La cultura popular “se muá” jajaja. La cultura popular es lo que está más vivo, creo yo, por ejemplo la riqueza de la lengua popular. Como te decía antes de la lengua de las travestis, de mis amigas y sus amigas es infinita. Yo no siento que haya una separación tan tajante y sin embargo la hay ¿no? Es raro pero la cultura popular entra en mis textos porque estoy ahí también y estoy atravesada por eso y constituida por eso también.

-En tu literatura es como que tratás de equilibrar el cosmos o hacer justicia dandole entidad y un rol preponderante a las mujeres y los marginados. ¿Eso con qué tradición lo emparentás? ¿O es una respuesta a la literatura que esperás leer y nunca llega?

-Sabés que no sé si lo emparento con una tradición en especial. Yo no pienso lo que hago en términos de tradición. Una vez que está hecho, o cuando estoy investigando algo, me doy cuenta “Sí, esto pertenece a la tradición gauchesca por ejemplo”, pero no es que voy pensando tanto en ese sentido. No sé, tal vez de algún modo con la biblioteca Robin Hood de mi abuela. Ahí tuve héroes que eran caballos, chicas o piratas malayos y me parecían tanto mas interesantes que otros héroes. Me parece que uno escribe con lo que lo interpela mucho, sobre lo que más te interesa y lo que más te divierte. Y a veces puede haber un deseo de poner orden en el mundo. En el sentido de un orden otro, de un mundo otro. No son cosas que yo tenga tan claras a la hora de escribir.

Foto de Grillo Valdez

Pienso en las nenas y los nenes que están naciendo ahora y me pregunto ¿Qué van a respirar dentro de cincuenta años? ¿Qué agua van a tener? ¿Qué tierra? ¿En qué tierra van a sembrar que no esté envenenada? ¿Qué vida van a tener? Todo eso me rompe la cabeza y estoy tratando de escribirlo.

-¿Cuándo fue que empezaste a tener un vinculo estrecho con la literatura ? ¿Cuál fue el primer libro que te hizo flashear? ¿Y el último?

-Siempre tuve un vínculo estrecho con la literatura. Mi momento favorito en el día era cuando mi papá me leía cuentos o mi mamá me contaba historias. Cuando era muy chiquitita y empezaba a leer, el hecho de estar adentro del libro era como una burbuja. Un lugar de aventura y de paz para mí y era una cosa muy difícil de conseguir en la casa de mis viejos. Igual que los libros. Ellos no tenían libros. Mi papá era empleado de comercio y mi mamá obrera textil y luego ama de casa. Así que te imaginás que era una vida de austeridad. Igual bien, nada que ver el nivel de vida de la clase obrera de hace 45 años que la contemporánea. Ya sabemos que con la dictadura lo que pasó fue un proceso de tranferencia de riqueza infinito. Que tuvo momentos menos graves, menos peores pero que nunca jamás retrocedió salvo brevísimos lapsus. Entonces la vida de una familia obrera de aquel entonces y la de ahora es muy distinta pero así y todo no daba para lujos y los libros eran lujos. Pero vieron que me gustaban tanto que me compraron unos doce libritos. Ellos eran de esa generación que creían en la “movilidad social”. Así que me compraron unos libros de tapa dura de la Editorial Sigmar que yo amaba. Entonces de esos libritos creo que el primero que leí era el de Aladino hasta el último que leí La carretera de Cormac McCarthy o el último que leí ahora que me partió la cabeza es La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich. De Aladino hasta ahí hay como un arco, un recorrido.

-¿Cómo te formaste?

-En cuanto a la escritura también había como una fascinación con contar historias, con tratar de escribirlas. Era como otro mundo mucho más hermoso y justo. Ahí se liga con lo que decías antes. Más hermoso, más justo y lleno de sentidos. Sentidos que podía comprender. Estoy hablando de la literatura de cuando era una niña, que creía y podía comprender que para el caso es lo mismo. Y la escritura también, desde muy chiquita escribía cositas. En el colegio me las festejaban y ponían buenas notas y mi mamá se ponía contenta entonces yo recibía menos castigos y a mí me encantaba hacerlo. Era algo, no sé, que iba tomando forma. Cuando yo era chica tenía una confusión respecto de las cuestiones como que el autor era una cosa y los personajes de sus libros son otra. Entonces me parecía que la vida de un escritor era una cosa maravillosa llena de aventuras excepcionales y maravillas y magia y bueno y quería ser eso y nunca se me ocurrió otra cosa. Para mí siempre era una escritora. Era lo que creía e intentaba hacer. De hecho era lo que hacía. Me llevó un montón de tiempo terminar una novela. Si había hecho cuentitos, poemas que iba perdiendo constantemente. Ahora me encantaría encontrarlos y darle como un abrazo a esa cachorra pero bueno. Lo que se pierde se pierde y me perdí yo.

-¿Tenés ritos a la hora de componer un personaje o una historia?

-Soy re caótica y lo padezco pero bueno. Es lo que soy. Aprendo a convivir con el caos y la frustración que me genera el caos y la que me genera no poder. Me pasa un montón todo el tiempo. Leo un montón y me pierdo en eso. A veces leo demasiado y me olvido para qué estaba leyendo y es una manera también de postergar el momento de la escritura ¿no? Pero en el medio me divierto mucho.

-Una vez te escuché definirte como una escritora que nació en un barrio cercano a las orillas del Rio de la Plata y que te seducen y resultan interesantes los márgenes y el barro. Ese tipo de literatura en estado salvaje antes estaba en las editoriales denominadas independientes o autogestionadas. Luego muchos autores que salieron de ahí empezaron a editar su libros con sellos más grandes. ¿Qué análisis hacés del mercado editorial? ¿Seguís descubriendo autores interesantes en esos márgenes o considerás que esa geografía mutó un poco?

-Me parece que lo interesante, en el sentido de lo que me interesa a mí, digo modestamente, lo encuentro en todas partes. No lo encuentro en las editoriales chicas o las grandes. Me parece que hay mucho flotando de acá para allá y que ya no es como antes que para editar en una editorial grande antes tenías que tener cinco libros publicados. Ahora hay gente que publica primeras novelas en editoriales grandes, por dar un ejemplo. Y también hay gente con grandes trayectorias que publican en editoriales muy pequeñas. Me parece que ya no hay mapas tan claros y vamos a ver cómo salimos de esta pandemia de mierda y qué pasa. Creo que eso va a ser un poco barajar y dar de nuevo también.

-Sos una persona comprometida con causas relacionadas al medio ambiente. ¿Tenés algún proyecto relacionado con esa temática?

-Estoy tratando de escribir algo con la vida en este planeta. No me parece que se le pueda decir medio ambiente. No sé, da la impresión de que es algo separado de los cuerpos nuestros y no. Nuestros cuerpos son parte de ese medio ambiente y alteraciones profundas a ese medio ambiente provocan alteraciones profundas en nosotros. Somos parte de eso y es el único tema que me importa. Y alguien me podría decir “¿No te importa el tema de la pobreza?” Sí, claro pero por darte un ejemplo: no se estarían muriendo nenitos y nenitas Wichis en la Salta feroz o en el Chaco feroz si no se hubiera desmontado todo, si no hubieran destruido todo lo que era el mundo de ellos que es algo que se suele llamar “medio ambiente”. Mirá mueren 8 millones de personas por años por la contaminación del aire. Hay poblaciones enteras sin agua potable. Hay algo que tiene que ver con la destrucción de la naturaleza que pega directo en las personas más pobres o que las empobrece de manera feroz. Ese el tema que más me importa y la biodiversidad. El derecho a la vida que tienen los otros seres que habitan el planeta. Hay toda una cosa que me atraviesa. Pienso en las nenas y los nenes que están naciendo ahora y me pregunto¿Qué van a respirar dentro de cincuenta años? ¿Qué agua van a tener? ¿Qué tierra? ¿En qué tierra van a sembrar que no esté envenenada? ¿Qué vida van a tener? Todo eso me rompe la cabeza y estoy tratando de escribirlo. En alguna medida también lo hice en Las aventuras de la China Iron. Al menos esa fue mi intención. Eso fue una gran elegía a la belleza de las pampas antes de transformarse en una inmunda factoría de soja toda envenenada. Y ahora estoy tratando de escribir pero como es un tema que me atraviesa tanto me está costando muchísimo porque no quiero hacer un panfleto a los gritos. El panfleto a los gritos está bien pero no quiero que la novela sea eso. ¿Por que no quiero? Porque me gusta trabajar la lengua y jugar con otros matices.

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nico guglielmetti
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Linea fundadora en Unidad de Sentido Editora. Talleres de escritura creativa, staff de revistas literarias y gestión cultural. Soy escritor