Entrada en calor y otros poemas

Luciana Reif
UOiEA!
Published in
3 min readNov 24, 2021

Estos son algunos de los poemas del libro Entrada en calor que acaba de salir publicado por UOIEA! Editorial.

Ahora que no tengo
quien me abrace
mientras duermo
hundo mis manos
en la noche infinita,
revuelvo como si buscara
alguna prenda hecha a mi medida
en un canasto de liquidación, no consigo
dormir, doy vueltas en la cama
con los ojos encendidos
como las luces de un auto
que viaja por una ruta
tan sinuosa como oscura
¿De qué nos protege
el abrazo de otro cuerpo?
¿Qué escondemos en los sueños?
¿De qué nos salva el amor?

DÓNDE

Me levanto de mi cama,
tu cara sigue asfixiando la almohada
como si quisieras descubrir un mundo subterráneo
y escurrirte por allí, desvanecerte
hasta volver la siguiente noche
a encontrar mis muslos entre tus manos
que me aprietan y desvisten
hasta dejarme sola con mi boca
y el resto en tus labios.

Ayer de nuevo durante el coito volviste a sumergirte,
aunque te pedí que no lo hicieras,
mientras tu mano derecha
jugaba con mis senos y me mantenía distraída,
empezaste a descender por las sábanas,
el laberinto que tejí para evitar tu escape fue en vano,
en vano mencioné tu nombre y pedí que te quedaras.

Mientras me hacías el amor, se hundía el colchón,
se abría un surco que empezaba
a devorar todo tan lentamente
que yo era la única que no me enteraba.
Se iba todo, primero sábanas y almohadas
y luego te ibas, pierna a pierna
hasta que tus manos que me seguían tocando
se vaciaban de vos.

Hoy me levanté de mi cama
y tu cara seguia asfixiando la almohada
una mueca sonriente en tu rostro,
y yo me pregunto
dónde te irás cuando estás conmigo.

ENTRADA EN CALOR

Mientras pedaleo en la bici fija del gimnasio
miro al chico que me gusta,
el chico que me gusta corre en la cinta
a diez kilómetros por hora, después
hace pesas y abdominales y termina
con quince minutos de bici.
No es un chico atlético, tiene un torso
más bien pequeño pero dedicado.
Me atrae su constancia, su total entrega
muchos de los que vamos al gimnasio
a los pocos meses de empezar
variamos la rutina,
obviamos las cosas que nos aburren
y si sobrevivimos terminamos haciendo
la mitad de lo que nos dieron.
Pero el chico que me gusta hace toda la rutina
con devoción, tres series de diez flexiones de brazos,
los muslos y el abdomen contraídos sosteniendo
un mundo con sus manos.
A veces me pongo a pensar
si tendrá la misma constancia en su vida diaria,
si le hará el amor a su mujer
siempre de la misma manera,
un beso en el cuello hasta bajar a los pechos
y solo recién ahí cuando le toca los pezones
empieza a sacarle la ropa,
primero la remera y después
el corpiño, dejándole la bombacha puesta
incluso para la penetración.
Me pregunto si conocerá el recorrido de memoria,
si a veces tendrá caminos alternativos,
disfrutará su mujer o le fastidiará
lo previsible del acto.

NO ME VERÁS MORIR, MAMÁ

No me verás morir, mamá,
no me cuidarás hasta mis últimos días,
no sabrás con quién duermo
ni a quién amo, no mirarás
por el ojo de la cerradura,
no escucharás mis pasos
cuando llegue tarde a casa.
No sabrás si soy fiel, si cuido bien
a mis hijos, si soy feliz.
No estarás ahí cuando me duelan
los huesos viejos y cansados,
no me cuidarás cuando me esté yendo,
no podrás interponer tu cuerpo
entre el mío y la muerte.
No sabrás quién soy,
no conocerás el color de mis canas
ni las arrugas de mis manos.
Te irás antes, no estarás ahí, mamá,
no estarás cuando yo me muera.

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