“Hay que estar muy atentos a las formas de narrar que aparecen en las redes sociales”

nico guglielmetti
UOiEA!
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10 min readAug 27, 2020

A propósito de su reciente participación en el FED con Covers, su último libro de relatos, conversamos con Claudio Dobal. Un escritor con los ojos puestos en el detalle, un conocimiento cabal de las tradiciones y el constante interés por las producciones que circulan por los márgenes.

-Participaste recientemente del FED, contame un poco sobre esa experiencia.

La invitación a participar de la FED vino de Diego Rosake, editor de Hemisferio Derecho. La verdad que fue una experiencia extraña, porque si bien con Diego hemos hablado mucho, y especialmente sobre el libro, nunca lo habíamos hecho con público. Un público atento y participativo además. Fue como algo nuevo que me dejó pensando mucho en lo que propone el mismo libro en sí mismo, pero también en relación a Botero, un libro mío que tiene ya sus muchos años.

-Claro, entre Botero (tu primer libro, Ediciones Barricada, 2006) y Covers (Hemisferio Derecho, 2017) hay poco más de una década de diferencia y los cambios entre uno y otro son sustanciales. Mientras en el primer proyecto se apuesta a la “exacerbación”, en Covers la estrategia es diametralmente opuesta: economía del lenguaje y tensión en el detalle…

Sí, efectivamente los diez años que pasaron entre un libro y el otro se hacen notar. Es otro Dobal el que escribe Covers del que escribió Botero.

Como vos mismo decís, Botero tiene que ver con la exacerbación de imágenes, con la opulencia propia del colombiano que le da nombre al volumen. Y por eso ese libro tiene mucho que ver con revisar tradiciones latinoamericanas, pero también pensar un poco sobre aquello que nos hacen ser argentinos, o al menos bonaerenses, o bahienses, hijos de la inmigración y de la conquista (o la masacre).

En cambio Covers se asocia a la música, y a esa plurisignificancia que le da el mismo término puesto en inglés. Eso también intenté que se reflejara en una escritura, como vos decís, más centrada en el detalle, en la narración acotada, con páginas no tan llenas de palabras. Y con narradores subjetivos, en primera persona. Obviamente, ahí la biblioteca dejó de ser la que acompañaba al volumen anterior, y pasé al estante de los escritores que a mí me gustaron leer, y que a su vez trabajo ahora en la universidad y estudio con mayor detalle. Esos autores a los que le dedico más tiempo, si querés, y a los que indago para encontrarles sus secretos.

-Y en este sentido: vos decís que cada libro tiene un tipo de narrador diferente, ¿esas diferencias obedecen a que tu enfoque sobre las historias que contás ha cambiado?

Para mí el narrador ES un personaje. El narrador tiene que tener una voz que pueda reconocerse como propia de alguno de los personajes que aparecen en cada relato.

Es más, en los casos en que el narrador se presenta como una entidad omnisciente, yo siempre me pregunto quién está hablando, y por qué elige hablar así, de esa forma y con ese lenguaje. Porque para mí en esa omnisciencia hay un personaje que se disfraza de objetividad y que tiene sus motivos para hacerlo.

Eso está en el germen mismo de cada relato que busco armar. Y es por eso, también, que los libros terminan siendo tan diferentes. En cierto modo, yo me siento más incómodo, pero mucho más interpelado por mi propio proceso si me obligo a pensar cada texto a partir de ciertas constricciones. Mi pulsión está en buscar que cada uno tenga una estructura diferente, que opere de otra forma, con otro registro. Medio que eso me quedó de mis lecturas de Manuel Puig, que fue de jugar mucho con eso, o de la última parte de Truman Capote.

-Hablando de técnica, en la contratapa Mario Ortiz describe el modelo narrativo de Covers como un iceberg del cual solo se ve la punta que sobresale de la superficie y emparenta esto a cierta tradición norteamericana. Contame un poco cómo planteaste el texto en este sentido.

Sí, algo de eso ya se plantea con el título, que entre sus acepciones está la de “cubrir” o “esconder” algo. Pero igual, yo lo del iceberg no lo tomaría tan literal. Ese término viene de Hemingway, y si uno lee lo que el viejo decía se puede sospechar que la parte del iceberg que no se ve, que se esconde, es (o debería ser) para todos los lectores la misma; y que el trabajo que tienen ellos es el de leer y descubrir, o vivenciar, eso que no se dijo.

Yo, la verdad, soy más de la escuela de Carver, que es otro de los que nombra Ortiz: soy de esconder la parte que sé, pero a su vez considero que la parte que escondo puede ser repuesta de distintas maneras. Incluso me fuerzo como escritor para que los narradores hagan eso: que no le dejen todo tan claro al lector, y que él pueda terminar de escribir la historia, el texto, como diría Barthes.

-En tus cuentos, también hay mucha tensión, como que en ese contexto de aparente lozanía y tedio hay algo que parece estar a punto de hacer colapsar todo.

Sí, claro. Más en Covers. Eso tiene que ver con las experiencias estéticas que a mí me gustan disfrutar. Me gusta mucho esa sensación física que sentís como lector o espectador cuando te hacen creer que todo se puede ir, en cualquier segundo, al carajo. Y me gusta mucho más cuando al final no se va nada al carajo, cuando en realidad todo sucedió en la narración y al final todo vuelve a cierta “normalidad”. Ojo, no me gustan, ni me interesan tanto esas historias que terminan con un final cerrado, y mucho menos con finales felices. Siempre me gustó más el texto que termina “in media res”, y que te pone a pensar el porqué de ese relato. Creo que fue Borges el que dijo que uno tiene que pensar que lo que se narra de la historia de los personajes es lo que hace a su identidad, es el momento en que esos personajes construyeron sus existencias. Y eso es como un mantra para mí: lo que yo te cuento en cada uno de los textos, aun con su aparente insignificancia, es el momento en el que cada uno de esos personajes, y por sobre todo el narrador, construyó su identidad. Un momento decisivo, si se quiere, de su biografía.

¿Contame un poco cómo son tus ritos con respecto al proceso creativo y cuánto influye tu labor docente en esto?

¡Qué pregunta! Yo no sé si puedo decir que tengo ritos creativos. Tengo, creo, potencia de trabajo. No tengo tiempo físico, pero sí tengo potencia, o voluntad de trabajo. Cuando puedo me gusta dedicar mucho tiempo a escribir, pero por sobre todo a corregir los textos que produzco. Me siento más tranquilo corrigiendo que escribiendo. Primero, porque desconfío mucho de mis primeras versiones; y segundo porque el rol docente se basa mucho en leer y anotar textos ajenos.

En general, las ideas de los relatos me surgen con algo que vos también planteaste antes: con un detalle, con una cosita que me llama la atención, con un diálogo que escucho en la calle, con una canción de la que entiendo mal la letra. Anoto entonces eso en algún lado, o la sigo mascullando, boyando un rato hasta que le encuentro la forma que me deja conforme como para ponerme a laburar. Una vez que tengo algo más o menos potable, empiezo la corrección, el hilado fino sobre lo escrito que, la verdad, me suele llevar mucho tiempo, y que sería infinita si no tuviera compañeros y compañeras que me ayudaran a cerrar los textos.

Sos uno de los organizadores también del Festival de Narrativa de Bahía Blanca. ¿Cómo surgió la idea que luego desembocó en el festival?

Empezó con la idea de plantear para esta ciudad de poetas un lugar que prestara ojo y oído a la gente que escribe narrativa, que es mucha. Me acuerdo que al comienzo, cuando empezamos a tirar nombres, lo que surgió como un ciclo de lecturas de narrativa, como un Nubosidad Variable (ciclo organizado por Nexo y Casa Golondrina en Bahía Blanca) pero de narradores, terminó convirtiéndose en una lista larga de autores que podíamos convocar y así nació el primer ciclo del Festival.

En esa primera edición, creo que se dio algo que nos gustó a todos: vimos que el Festival tenía que ir por el lado de la entrevista, por la charla con el escritor, por la indagación de sus procesos de escritura, de sus técnicas y de sus tradiciones. En ese sentido, y aun con el contexto económico en contra, las dos ediciones posteriores fueron mejorando la apuesta, pero se basaron siempre en esto de la charla con el escritor, en las mesas de debate, en las lecturas también como una experiencia estética en sí misma. Eso, creo fue un acierto. Y de esa forma pudimos escuchar y aprender mucho de gente como Luis Sagasti, Sonia Budassi, Ariel Bermani, Gaby Luzzi, Paula Bresciaroli, y tanta otra gente que se acercó y se sumó a esto que recién empieza y que este año, por las cuestiones por todes conocidas, se está pensando de manera enteramente virtual.

Hablame un poco de tu experiencia unas décadas atrás… Formaste parte de staff de revistas críticas, despuntaste el vicio del comic y estuviste en movidas culturales que, si se quiere, pertenecen a otra forma de pensar la literatura distintas a la que tienen los nuevos soportes y formas de divulgación. ¿Cómo te readaptaste? ¿Qué modos conservás y cuánto pesa en tu escritura el cruce con otras disciplinas incluso lenguajes como es el cómic?

En realidad no siento que me tuve que readapatar, no tuve que hacer un cambio de 180 grados, sino que apenas tuve que acomodarme un poco: más allá de la literatura, siempre me llamaron la atención las narrativas menores, esas que están fuera de los cánones académicos, y al igual que el comic, o el álbum, o los videojuegos, lo que se produce como literatura en internet es para mí (como crítico te digo, pero también como escritor), algo que me parece que hay que seguir y seguir indagando y probando en sus posibilidades.

Hoy creo tenemos que estar muy atentos a lo que se está produciendo, a las formas de narrar que aparecen en las redes sociales, en la historieta o los videojuegos. He abandonado, sí, un poco el cine, al menos el cine mainstream, porque lo veo muy apegado a la lógica de la adaptación.

Y hablando de eso, un poco como que mis libros buscan la imposibilidad, o al menos la gran dificultad en la adaptación. En sí, busco que la lectura (de mis cuentos, pero también de los que no son míos) sean experiencias de lectura que no se puedan llevar a otros medios; que sí se pueda leer en otros soportes (una narrativa de hipervínculos, por ejemplo) pero que cueste llevarlo a otros medios respetando la forma de la escritura. Por ahí viene mi práctica estos años.

Esto que decís de Covers, de dificultar la adaptación fílmica y a su vez poderse pensar para otros soportes, ¿eso es algo premeditado o se dio así simplemente?

No. Fue premeditado. En realidad yo lo que siempre quise, y lo hable en su momento con los que me fueron ayudando a revisar el libro, fue que éste fuera eminentemente literario. Que propusiera una experiencia meramente literaria. Como la poesía, si querés. O como el Elige tu propia aventura, porque son textos que exigen mucha participación del lector. No como el cine, que tiene una inmediatez y una relación con el espectador que es de una seducción casi catártica. Yo quiero constantemente dar cuenta de que eso que estás leyendo, justamente lo estás leyendo. Obligarte a levantar la cabeza permitiéndote pensar, decidir literalmente cómo leer esa narrativa.Y creo que ahí doy cuenta de que en el libro, o los libros, no hay reflejo posible. Como tampoco hay inventiva. Que todo es un cover, como lo define Oyola. Que lo que yo te vengo a contar es algo que vos ya escuchaste antes, pero que te lo vengo a relatar de otra forma. Priorizar la forma por un lado, pero también ser, en cierta medida, casi como un narrador tradicional, de esos que alguna vez habló tan bien Jaime Rest.

En lo que respecta a tus libros ¿los pensás con una determinada continuidad dentro de un proyecto de escritura mayor?

Sí, los libros tienen que ver con una búsqueda que estoy haciendo desde que empecé a escribir. Tiene que ver con algo mío como lector: intentar replicar eso que algunos textos me provocaron al leerlos. Me parece que el proyecto personal tiene que ver con esto. Y con la idea, como te dije, que no haya una homogeneización de los textos, que cada libro sea bien diferente (en temáticas pero también en técnicas) al anterior o los anteriores.

Pero a su vez sí me interesa que los libros, con sus relatos, puedan considerarse como parte de un mismo universo narrativo, de un mundo propio.

En este sentido, algo de lo que sucedió en Botero, algún detalle, alguna situación o personaje, si uno lee con atención, los puede volver a encontrar en Covers. Y ahí también hay algo del proyecto de narrativa.

FICHA TECNICA
Claudio Dobal. Nacido, criado y aquerenciado en Bahía Blanca. Padre y profesor de Literatura en escuelas secundarias del Barrio Noroeste y Ayudante de docencia en la cátedra Literatura Contemporánea II de la Universidad Nacional del Sur. Publicó el libro de relatos BOTERO, fue codirector de LA POSICIÓN –LITERATURA Y POLÍTICA- y trabajó, entre otras, en la revista cultural DAZEBAO, donde pudo despuntar su vicio por la historieta. Participó, y participa, en diferentes grupos de investigación universitarios, con los cuales ha editado algunos volúmenes compilatorios sobre temas como la memoria, la violencia, y el humor. Actualmente, codirige y produce en la revista digital NEXO. ARTES Y CULTURAS, de Bahía Blanca y es uno de los organizadores del FESTIVAL DE NARRATIVA de Bahía Blanca.

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nico guglielmetti
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Linea fundadora en Unidad de Sentido Editora. Talleres de escritura creativa, staff de revistas literarias y gestión cultural. Soy escritor