La invención de la normalidad

Fabio Lacolla
UOiEA!
Published in
4 min readMay 26, 2020

E n definitiva, todos deberíamos buscar un antídoto, una escapatoria de lo que inmoviliza, un contrapeso que nos rescate de cualquier fanatismo ideológico. Atravesamos estos tiempos buscando fórmulas como tesoros escondidos, como si hubiera una verdad esperando ser hallada. La realidad pandémica no nos permite descalzar los pensamientos para pensar con libertad. La conjetura es la desgracia de la pandemia, se buscan verdades para aplicar en esta realidad mutante dejándonos impotentes, entonces las llaves que tenemos disponibles ya no entran en ninguna cerradura — T. S. Eliot dice que cada uno en su prisión piensa en la llave — . Sentirnos vulnerables nos hace seres interiores y nos enfrenta ante una decisión: ¿seremos ranas o escorpiones? En un caso nos abrazaremos a la solidaridad e intentaremos ser austeros con nosotros mismos y generosos con los demás, mientras que, en el otro, siendo escorpiones, comeremos del plato del prójimo y trataremos de ejercer algún tipo de supremacía. Recuerdo a Nietzsche diciendo aun con mis cadenas puestas, puedo ayudar a otro a liberarse.

¿Cuáles serán los medios de escape cuando se presente nuevamente la “normalidad” imponiendo sus propias normas? Porque lo normal consiste, esencialmente, en estar identificado a la norma. La normalidad es, como dijo Jean Oury, normópata por definición y, en definitiva, tampoco sirve para mucho. Es básicamente disciplinaria. Ser normal o anormal es exactamente lo mismo, porque la mayoría de las veces somos ambas cosas. François Leuret aseguraba haber encontrado tanto delirio en la normalidad como en la locura. Por ejemplo, el esquizofrénico sabe primero que nadie que domesticarse para el otro, es un modo de aparentarse normal. En tal caso, más útil que la búsqueda de una normalidad impuesta, es la invención que cada uno hace de su propia norma como parte de una comunidad.

Kevin Kelly, el fundador de la Revista Wired, escribió en el año 2017 un libro llamado Lo inevitable. En ese texto se aventuró a decir que el futuro iba a traer mayor inteligencia artificial, mayor automatización y muchísimas pantallas. Kelly llama las doce fuerzas tecnológicas a las acciones continuas, como tendencias que muestran su fuerza por lo menos en las próximas tres décadas. Dice que son inevitables porque estas tendencias están enganchadas en la naturaleza de la tecnología, mucho más que en la naturaleza de la sociedad. El mundo se tornará cada vez más pornográfico, en el sentido que la gente elegirá — de hecho, muchos ya lo hacen — , experimentar el placer a través de una pantalla, ya sea mirando un concierto o acudiendo a un espectáculo deportivo. Franco “Bifo” Berardi en su libro Futurabilidad afirma que en tiempos de apocalipsis el término “guerra mundial” queda en desuso. Él la llama “guerra civil global fragmentaria” ya que afirma que como los fragmentos no convergen, la guerra está en todas partes.

El COVID-19 trae consigo una trilogía de restricciones con diferentes disfraces: la primera es externa y es la restricción sanitaria que, apoyada en los DNU, a la vez que cuidan, acorralan; ni siquiera se sabe bien como nombrarla: aislamiento, confinamiento, cuarentena, reclusión, hacinamiento, privación. Es una restricción proteccionista y por lo tanto disciplinaria. Los primeros días fuimos sumergidos en una luna de miel para descansar, ordenar la casa y ponernos al día con las series recomendadas. Pasado ese período entramos en un estado de laberinto, aumentando con el correr de los días la necesidad de encontrar una salida. La pregunta es en qué medida será un problema desanidarnos.

La segunda — más interna — es la restricción del miedo que, en el caso de ser preventivo, será un analgésico psíquico, pero si se tratara de un miedo con tintes persecutorios no hará otra cosa que paralizarnos. Estas restricciones internas estarán gobernadas por la neurosis, el lazo social y la billetera. El impacto de la muchedumbre, en algunos producirá pronunciadas distancias y en otras salvajes cercanías. La vida uterina de las últimas semanas implicó una especie de regresión silenciosa manifestada a través de sueños y pesadillas (de la infancia y la adolescencia), de la revisión de fotos añejas compartidas por WhatsApp y de reencuentros con personas del pasado.

La tercera, indefectiblemente, será la restricción económica. Todos, de algún que otro modo, vamos a empobrecernos. La realidad monetaria nos atravesará sin importar que posición social tengamos y habrá también una economía simbólica que cambiará el paradigma de la célula mínima de las relaciones humanas: el encuentro.

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