Sobre una antología erótica

Abigail Novoa
UOiEA!
Published in
3 min readMay 26, 2020

Conseguí a muy buen precio una antología de cuentos eróticos editada por Emecé en 1998 (el siglo pasado). Diecisiete cuentos de grandes escritorxs argentinos: Copi, Castillo, Shua, Ocampo, Fogwill, entre otrxs.

Leí cuatro cuentos y medio hasta el momento, en este orden: Las amigas de Tununa Mercado (cuento super sexy y delicado que equilibró la experiencia), La fornicación es un pájaro lúgubre de Abelardo Castillo, El sueño de Julio Llinás, Esa de Dalmiro Sáez y Magalí de Gustavo Nielsen. Los últimos dos narran abusos a menores. Magalí no lo terminé pero ya leí que un padre besa la entrepierna de su hija con síndrome de down y lo plantea como un juego entre ellxs; y el de Dalmiro que cuenta como un padre prepara a su hija para que se deje tocar por el cerrajero del barrio. Nielsen elimina el erotismo por completo porque presenta de entrada el abuso consumado, en cambio Sáenz bordea los límites en la medida en que la acción ocurre en la cabeza del personaje, en el instante en que el cerrajero se convierte en un abusador y toca a la niña, lo erótico se convierte en mal gusto. No soy una detractora de Dalmiro ni mucho menos de Nielsen que no lo conocía hasta el momento. Digo que es una decisión errada de lxs compiladores erotizar la violencia que encierra cualquier abuso (sobre todo el sexual) porque eso es ser cómplice de la vulneración de los cuerpos e integridad de las personas. Me alarmo, me indigno, me enojo, recuerdo que fue compilado en otra época y que hemos avanzado en la deconstrucción personal y colectiva de los imaginarios sociales, me calmo y pienso:

¿De qué hablamos cuando hablamos de erotismo? ¿Qué significados incluye ese significante? ¿Cuáles descarta? ¿Qué tipo de redes construye el erotismo? ¿Cómo lo construimos colectivamente? ¿Qué nos erotiza como sociedad? ¿Qué me/te /les erotiza a cada unx de nosotrxs en particular?

Sin consentimiento no hay erotismo posible. Lo erótico es un estado de placer sensual/sexual que no vulnera a nadie. Entonces sin placer no hay erotismo y como sin consentimiento no hay placer, un abuso no es erótico.

Pienso nuevamente en las líneas editoriales: en lo político de tomar decisiones, como incluir este tipo de narraciones dentro de una antología erótica. La cultura de la violación siempre a la orden.

Las antologías me gustan. La pluralidad de voces enriquece la mirada y nos permite reflexionar. Por eso la selección de los textos, quiero decir, el recorte que se presenta de la realidad, es una decisión política, ética, estética y moral. Hacer un recorte sobre la realidad (que muchas veces pasa desapercibido porque se presenta como lo dado) es construir significados. Las antologías son una buena herramienta para conocer autorxs, disfrutar en profundidad algún género o tema y fomentar el pensamiento crítico en caso de una selección, por ejemplo, con perspectiva de género, es decir, más justa para todxs; o caso contrario, la cadena invisible de significantes que te vuelve un esclavo mental.

Hoy, una antología erótica de cuentos tiene que difundir mensajes que nutran la trama social de significados y nos ayuden a construir imaginarios colectivos respetuosos y equitativos. Decidir e interpretar que un abuso no es erótico y por lo tanto no incluir en una antología de cuentos eróticos, Esa, de Dalmiro Sáenz, es un posicionamiento ideológico que se ubica en las antípodas de la cultura de la violación y su propaganda encubierta. Es un hecho político porque tanto leer como escribir son actos de resistencia activa que me doy el lujo de ejercer gracias al feminismo.

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