Todo el tiempo que pasamos acostados
en la cama antes de dormir, te escucho respirar.
El silencio es un bandoneón acompasado
bajo la cadencia de tu exhalación. Respiramos
automáticamente, casi por inercia; y sin embargo
el aire no es igual cuando estás en la casa.
Afuera el viento golpea los ventanales
y se lleva las hojas desprendidas de las plantas,
las cosas cambian de lugar tan deprisa.
Pero en este cuarto el instante se queda flotando
y se demora. ¿Alguna vez sentiste
que la felicidad no era el movimiento continuo,
o el jadeo agitado sino la quietud?
Me recuesto sobre tu pecho, sube y baja
su marea, entredormida sueño
con las últimas horas de la playa,
donde el oleaje se estira tierno y manso
sobre la arena.
Otros colores para nosotras (Ediciones Continente, 2018)