La historia de Gibraltar: por qué los llanitos no quieren ser españoles
Desde que Theresa May activara oficialmente el proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea, la tensión entre británicos y españoles por la soberanía del Peñón ha tenido una enorme escalada, en especial desde la perspectiva de los ingleses. El motivo, la decisión de la Unión Europea de otorgar a España el poder de veto en las decisiones que se tomen sobre Gibraltar durante las negociaciones del Brexit.
El terreno del Peñón pertenece a Reino Unido desde el 13 de julio de 1713. El Tratado de Utrecht dictó que Gibraltar se convertía en un territorio de ultramar, la única colonia europea en el mismo continente. Sin embargo, años antes de la última decisión sobre el territorio, Gibraltar pasó por manos de árabes y españoles. Sus aguas fueron incluso testigo de la derrota de Napoleón en la batalla de Trafalgar.
El antropólogo Andrew Canessa dedicó cinco años a investigar la identidad del pueblo gibraltareño en su proyecto Bordering on Britishness. Profesor de la Universidad de Essex y nacido en el Peñón, llegó a la siguiente conclusión: “hay un rechazo enorme hacia el pueblo español”. Esta negativa hacia lo castellano no es fruto de los tres siglos que unen a la Roca con los británicos, sino que tiene sus orígenes en el “acoso” al que Franco sometió a los llanitos. “Hace 80 años, Gibraltar era un lugar de fuerte cultura española. En las primeras décadas del siglo XX, casi un tercio de los matrimonios en Gibraltar eran entre gibraltareños y españolas. Los periódicos principales publicaban en español y se vendían más en España que en Gibraltar, incluso llegaba prensa de la Zarzuela”, explica Canessa.
La guerra de Sucesión española: Felipe V y el Tratado de Utrecht
En el año 1700, el rey Carlos II falleció sin descendientes. Su muerte dio lugar a trece años de guerra en España por la corona. La consecuencia final de su fallecimiento fue la pérdida del trono por parte de la casa de los Habsburgo, en favor de los borbones, representados por Felipe V. El Borbón, que contaba con el apoyo del Reino de Castilla, rechazó formar parte del reino de Francia para proclamarse rey de España. Sin embargo, el archiduque Carlos de Habsburgo reclamó su derecho a la corona española por su vínculo de sangre con Carlos II.
En ese momento, tanto holandeses como británicos veían con recelo la continuidad de un reinado borbón en España, puesto que afianzaba la grandeza de los borbones en Europa, y decidieron intervenir. La Guerra de Sucesión (1701–1713) enfrentó por tanto a las casas de Borbón y Austria. Las tropas inglesas y holandesas invadieron el Peñón el 4 de agosto de 1704. El conflicto terminó con la firma del Tratado de Utrecht, que en su artículo X recogió la renuncia a Gibraltar por parte de la corona española. También se cedió Menorca, que fue recuperada en 1783. “Es muy importante recordar que Gibraltar fue tomado por los ingleses en nombre del rey de España”, recuerda el antropólogo Andrew Canessa.
Según indica el Ministerio de Asuntos Exteriores, España concedió a Gran Bretaña el castillo y la ciudad, pero no se cedieron “el istmo, las aguas territoriales o el espacio aéreo suprayacente”. Es por esto por lo que, cada vez que un navío español se acerca a las costas de la Roca, el Gobierno de Gibraltar denuncia su ilegalidad mientras España sostiene que no viola ninguna ley.
El cierre de la verja: el rechazo hacia ‘lo español’
El ejército británico levantó en 1909 una verja que separaba Gibraltar de España. El paso entre el Peñón y el Campo de Gibraltar permaneció abierto hasta que, en 1969, los gibraltareños votaron a favor de promulgar su propia Constitución.
El general Franco no vio con buenos ojos la Carta Magna gibraltareña y cerró ese mismo año la verja, eliminando las comunicaciones terrestres entre La Roca y la Península. Como antecedente, cabe destacar además el papel del istmo durante la Guerra Civil española. “Lógicamente, Gibraltar no tuvo un papel activo directo en el conflicto español, pero sí es cierto que acusó la llegada de 5.000 refugiados (hasta que fueron evacuados a otros lugares) y que casas comerciales de la Roca hicieron negocios, especialmente con suministros al bando nacional”, cuenta el historiador Julio Ponce.
“Había personas que gritaban en la verja para enseñar un bebé recién nacido a sus abuelas”
El acceso para peatones permaneció cerrado hasta el 14 de diciembre de 1982. Tres años más tarde, en 1985, Felipe González abrió el paso a turismos y vehículos de mercancías, como requisito para que España entrase en la Unión Europea.
Varias anécdotas sirven para comprender la reticencia de los gibraltareños a tener una soberanía española. Así, fueron las madres, suegras y las abuelas españolas las que más sufrieron, ya que no pudieron despedir a los familiares que fallecían al otro lado de la verja. “La humillación que sintieron es tremenda. Había personas que gritaban en la verja para enseñar un bebé recién nacido a sus abuelas”, narra Andrew Canessa. “Recuerdo el testimonio de un hombre que cruzó la frontera saltando la verja y se fracturó la pierna. Lo volvió a intentar cuando se estaba muriendo la madre, pero se encontró con la Guardia Civil. Él comenta que no le salían las palabras y pensó que le iban a fusilar. Al final le dejaron pasar ilegalmente, hay muchas excepciones”.
“Esa herida sigue ahí y todavía no se ha cerrado”
La mayoría de gibraltareños en la actualidad sufrieron este aislamiento. “Es una historia muy reciente. Esa herida sigue ahí y todavía no se ha cerrado. Aquello fue una auténtica equivocación y una ruina económica, supuso la migración de muchos linenses”, cuenta el historiador Juan Manuel Ballesta, vecino de la Línea de la Concepción.
Ballesta recuerda que “sigue habiendo muchísimo gibraltareño que no pisa España a raíz de lo que supuso el cierre en tiempos de Franco y también muchos españoles que han jurado que no irán allí hasta que ondee la bandera española”.
Sin embargo, y según descubrió Canessa, los llanitos, muchos con ascendencia maltesa y genovesa, no siempre rechazaron a España. Cuando se fundó la Línea de la Concepción en 1870, para los trabajadores españoles del Peñón que no residían allí, “la frontera no se percibía como una frontera internacional, no había ninguna consciencia de una diferencia cultural entre gibraltareños y españoles”, cuenta el profesor.
El impacto del hostigamiento de Franco se vio claramente reflejado en los resultados de los referéndums celebrados en 1967 y 2002, y así lo reiteran en la actualidad. Los gibraltareños contestaron a la cuestión de la soberanía española con una negativa rotunda: el 99,64% votó en contra en 1967-sólo 44 personas fueron partidarias del sí-, y el 98,97% lo rechazó en 2002.
La disputa en la actualidad
La tensión por el control del Peñón tuvo su punto álgido la pasada semana cuando el exlíder conservador Michael Howard afirmó que May estaría dispuesta a ir a la guerra por defender Gibraltar. La primera ministra británica, que soltó una carcajada al ser preguntada por la vía bélica en el conflicto, recordó al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que no habrá negociación sobre la soberanía de Gibraltar.
El ministro principal del Peñón, Fabian Picardo, se mostró contrario a la propuesta de cosoberanía y llegó a calificar el comportamiento de los políticos españoles de “matones”. Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, pidió la calma y afirmó que “alguien en Reino Unido está perdiendo los nervios”.
Con respecto al futuro, Ballesta se muestra tajante: “Creo que los gibraltareños están perdiendo una ocasión de oro para llegar a un acuerdo con España. Ellos creen que los ingleses los van a proteger siempre, lo cual no es verdad, conociéndolos. Esta gente los dejará en la cuneta. Tenemos un ejemplo muy reciente: el 99% votó que querían continuar en la Unión Europea, Inglaterra votó en contra. ¿Se ha considerado el voto de los gibraltareños?”
Más preocupado se muestra el gibraltareño Andrew Canessa, quien sostiene que “Reino Unido no puede garantizar el futuro ni político ni económico de Gibraltar. Eso puede producir una crisis existencial en el Peñón. No va a pasar ni hoy, ni mañana, ni el año que viene. No sabemos si dentro de cuatro años existirá el Reino Unido”.