La ira de los hooligans en España
Los ocho hinchas ingleses del Leicester que causaron varios disturbios a su paso por Madrid esta semana no son los únicos aficionados del fútbol que han traído de cabeza a las autoridades españolas.
España presenta los ingredientes ‘perfectos’ para la mezcla que desata la pasión y el comportamiento reprobable de los hooligans británicos: buen tiempo y alcohol. O, al menos, ese el atractivo que parece empujar a las agencias de viajes de Reino Unido a la venta de packs de ‘turismo de Champions’: ofrecen estancias en las zonas costeras del país para garantizar la diversión, y después los trasladan a las ciudades donde se disputan los partidos.
La violencia en los equipos de Liga españoles se ha saldado con la muerte de 9 personas: la primera de la historia, la del francés Frederic Rouquier en 1991; la más reciente, la del ultra del Deportivo ‘Jimmy’ Romero.
Los ultras del fútbol españoles
Durante la década de los 90, España conoció a los grupos radicales de aficionados al fútbol y fue testigo de varias muertes por la ira de los hinchas más violentos. Entre los más peligrosos destacan los Biris en Sevilla, el Fondo Sur del Real Madrid, los Boixos Nois en Barcelona y el Frente Atlético. Todos los grupos ultras coinciden en tener una ideología extrema. Joan Laporta fue el primer presidente que prohibió el acceso al Camp Nou a los radicales del Barcelona en 2005, mientras que Florentino Pérez expulsó a los Ultras Sur de las gradas del Bernabéu en 2013.
La primera muerte en España a manos de estos grupos radicales tuvo lugar el 13 de enero de 1991, cuando un grupo de Boixos Nois apuñaló hasta la muerte al francés Frederic Rouquier, aficionado del Espanyol. Su defunción no ha sido un caso aislado, pues la violencia en el balompié español ha terminado con el asesinato de 9 personas.
La muerte de Aitor Zabaleta sacudió en 1998 al país. El caso tuvo de especial que el joven, de 28 años y fan de la Real Sociedad, no era un aficionado radical. Salía del Calderón con su pareja después de ver un partido contra el Atlético, cuando un miembro del Frente Atlético le asestó varios navajazos, supuestamente exaltado por su bufanda de la Real.
El caso de violencia en el fútbol más reciente en nuestro país fue la muerte del ultra del Deportivo ‘Jimmy’ Romero en una batalla en el Manzanares entre los Riazor Blues y el Frente Atlético en 2014. El aficionado del Deportivo de La Coruña fue arrojado al río por miembros del Frente Atlético y falleció. Aquel incidente reabrió el debate contra el ‘hooliganismo’ en España, lo que provocó el endurecimiento de las sanciones por violencia. Desde entonces, algunos grupos radicales españoles han cesado su actividad, mientras que la Policía ha detenido a varios integrantes de estos colectivos en España.
Afortunadamente, los altercados de los últimos años en la Liga no han terminado en muertes. El año pasado, Sevilla fue testigo de la rabia de los italianos de la Juventus. Varios trabajadores del bar El Papelón acabaron con ataques de ansiedad por los altercados entre los hinchas italianos y los sevillistas. En esta ocasión, el local sufrió las consecuencias del lanzamiento de ladrillos y piedras por la falta de deportividad entre los aficionados.
El incidente más reciente ocurrió en febrero de este año, cuando la batalla entre los hinchas radicales del Alavés y el Barça provocó un detenido y un herido. La pelea con bates entre la afición del Alavés y la del Barcelona vio volar sillas y mesas en un local de Vitoria.
Inglaterra, escenario del origen hooligan
El primer registro de la palabra ‘hooligan’ corresponde a un documento de la Policía de Londres que data de 1898, aunque no está claro cuándo se convirtió su significado en sinónimo de violencia entre los aficionados del fútbol. Inglaterra es la cuna de un fenómeno que se ha extendido por toda Europa.
La pasión por este deporte y la cerveza forman un tándem en Reino Unido. En Londres es habitual ver jóvenes cargados con bolsas deportivas repletas de bebidas alcohólicas por el metro entonando himnos y cánticos a sus equipos.
Durante la segunda mitad del siglo XX, el país fue el hogar de los peores hooligans del mundo. La violencia de la afición inglesa expulsó a la Selección de las competiciones europeas durante cinco temporadas. En 1985, el desastre de Heysel en la final entre el Liverpool y la Juventus en Bruselas se saldó con 39 víctimas mortales, la mayoría juventinas. Cuatro años después, la tragedia de Hillsborough mató a 96 aficionados del Liverpool en Sheffield en una avalancha.
La por entonces primera ministra británica Margaret Thatcher creó en 1989 la denominada ley ‘antihooligans’ para frenar el movimiento ultra. La ley impide el acceso a los estadios de fútbol a personas con antecedentes criminales por violencia, y se endureció en 2005 con motivo del mundial de Alemania 2006. La nueva norma obliga a retirar los pasaportes a los hooligans fichados por la policía para que no puedan salir del país. Sin embargo, no termina de evitar que se produzcan conflictos en ciudades extranjeras.
La furia de las aficiones extranjeras en España
En 1995, durante la semifinal de la Recopa de Europa, la afición del Chelsea desató su ira en la Romareda al quedarse un jugador del equipo dolorido en el suelo en el partido contra el Real Zaragoza. La policía entró rápidamente a dispersar los gritos de la afición del Chelsea, mientras el público maño jaleaba “písalo, písalo”. La afición inglesa entendió que el cántico versaba en su lugar “peace and love” y la afición se calmó. La actitud fue alabada por la prensa inglesa al día siguiente.
Los antecedentes de la afición del Liverpool obligó a la Policía a aumentar la seguridad para la final de la Champions en 2008 entre el Liverpool y el Real Madrid. El despliegue de más de 2.000 agentes por la capital para contener a los 6.000 viajeros de la ciudad inglesa sirvió para que el partido transcurriese con normalidad.
En 2015, los fans del Manchester City asaltaron a la afición sevillista en Manchester. Los hispalenses, que se encontraban un pub, vieron volar sillas, mesas y papeleras.
El fútbol en la Eurocopa de Francia de 2016 se vio eclipsado en varias ocasiones por los problemas provocados por los hooligans. La afición inglesa se enfrentó al público francés, arrojando botellas y mobiliario por las calles de Lyon. Más escandalosa fue la humillación a la que sometieron a un grupo de vagabundas en Francia. Otro grupo obligó a un niño de 7 años a beber alcohol a cambio de dinero, todo entre carcajadas de la afición británica. El protagonismo entre los radicales se lo llevó la grada rusa tras las peleas con los hooligans ingleses en Marsella. Los incidentes se saldaron con la muerte de un aficionado británico de 50 años.
Varios meses después, en octubre de 2016, durante el partido entre el Real Madrid y el Legia de Varsovia, los fans polacos provocaron graves disturbios en el centro de Madrid y en el Bernabéu. La Policía, que lanzó un dispositivo especial ante la llegada de una de las aficiones más peligrosas de Europa, trató de prevenir la violencia: escoltaron a los hinchas ultra en vagones de metro que no paraban en ninguna estación y los vigilaron a su paso por las calles de la ciudad. Una vez más, la violencia estalló en los alrededores del estadio del Real Madrid, cuando los polacos arrojaron botellas de vidrio, causando siete heridos. Además robaron bufandas de los puestos tradicionales y arremetieron contra las cámaras de los periodistas.
La afición holandesa también hizo de las suyas en marzo de 2016 en Madrid. Las imágenes de los hinchas arrojando monedas a las mendigas de la Plaza Mayor dieron la vuelta al mundo. El incidente se repitió esta semana cuando ocho hooligans ingleses del Leicester acabaron detenidos en Madrid después de provocar varios disturbios.