Es ir de la reactividad a la responsividad que viene de crear espacio alredededor de los eventos kármicos de nuestras vidas. No es fácil, caemos y nos volvemos a levantar. Siempre hay alguien viéndonos caer, siempre hay alguien viéndonos levantarnos. Llevamos a los nuestros a nuestras espaldas, como una red placentera de comunidad.
La comunidad debe siempre reforzar cierta perspectiva sobre la vida de Une. Debe evitar que nos aferremos a las etiquetas que nos asigna. ¿Cómo recordar constantemente esta perspectiva? ¿Como no olvidarse, con la bocina de un ómnibus, que somos Une? Por eso invertimos en dispositivos que nos lleven para arriba, que nos eleven; en tecnologías de la Gracia.
El Espíritu ha sido corroído en su aspecto exotérico. ¿Nos liberamos de algo que necesitábamos al liberarnos de esos rituales? Quebramos la unidad de la familia extendida y nos quedamos con la brecha generacional. Adoramos a la personalidad hasta dejar solo la cáscara del Ego. Pero luchamos tanto por nuestra libertad externa que nos olvidamos que siempre supimos que ella solo podía ser interior. ¿Es falta de libertad tener hambre, querer ir al baño? ¿Tan atrapados nos sentimos?
Es la asimetría de esta sociedad coja, desbalanceada, segregada. Estamos trabajando en eso, lentamente. No se trata necesariamente de la exhuberancia de las libertades externas occidentales para todo el planeta, sino simplemente sentirnos en casa en cada rincón. ¿Que perdimos en el camino civilizatorio? ¿Que fue lo que nos descarriló, lo que nos llevó a esta cuasi-implosión planetaria?
Recuperemos la perspectiva. Seamos Neil Armstrong mirándonos maravillado una vez más. Quitemos el pie del acelerador, prestemos atención. ¿Cuanto durará? Un instante. Y ya está, estamos ahí donde tenemos que estar.
Ojo, no es ahí arriba. No materialicemos el Cielo. Es el Jardín del Edén, acá y ahora, lo que construiremos. Que no nos coma el personaje. Gracias, siguiente vida. Aferrarse de manera prematura no es dejarse caer de manera natural en el camino que nos espera. Hay que esperar que las ataduras dejen de sernos relevantes.
Soltar la culpa, el sentido de Bien y Mal de alguien más. Al tiempo que reconectamos con la verdad viva de nuestras propias tradiciones.
Hay un cambio generacional. Algo cambió en los sesenta, que a fuerza de dialéctica nos llevo hasta acá. Hasta Ocasio-Cortez prendiendo palo santo en su oficina del Congreso. Hasta Greta, la chica sueca con Asperger avergonzando policymakers en la cumbre climática de la ONU. Un espíritu femenino está volviendo a nuestras instituciones marchitas en forma de sentido común.
No se trata de decir nada que no haya sido dicho ya. Hay toda una familia de textos sagrados en los que sumergirnos hasta el fondo del alma. Hay toda otra gama aún mayor de letras sin tanta claridad, pero que nos apuntan hacia donde ir.
Desde Manhattan emana un moco viscoso como lengua entre los dientes, cierta incomodidad en nuestros corazones buscando asentarse en tierra firme y nutrida. Con algo de suerte, alguna de las semillas que plantamos germinará. La Madre Tiera nos está esperando.
Imaginate al Espíritu esperandote en el bolsillo. En cuanto la cultura lo quiera, sucederá. El costo de reproducir ideas en un medio audiovisual se está ajustando al Milagro que Aguarda. Si tomo toda la energía y la pongo en el medio correcto, ¿se transmitirá?
Joseph Campbell, con el mito de las mil caras, fue de los pioneros. Ahora, tenemos mil caras para crear, esperando que se llene el auditorio. La cultura ya no puede dirigirse siquiera desde los departamentos de Contaduría de multinacionales multimedios, está fuera de control. Las noticias del prime time alimentan nuestros cerebros reptilianos, no sabemos transmitir información si no es para el miedo o la ansiedad.
La compasión no es mercadeable. Porque el mercado no entiende de empatía, el amor no entra en el guión de la competitividad. Cuando el peligro le sucede a alguien más, satisface nuestro cerebro reptiliano, y es lo más lejos que nuestra cultura mainstream puede llegar. No hay ninguna conspiración, no son Ellos haciéndoselo a Nosotros. Somos nosotres haciendónoslo a nosotres mismes. Somos quienes somos.
Buddha dijo, “¿qué esperabas?”. ¿Quién creés que encarna en un cuerpo humano? ¿Quien más sino aquellas almas que, por la naturaleza de su karma, se enfrentan con los cinco obstáculos? Lujuria y avaricia (esas son uno solo, kāmacchanda), odio y malintención (el segundo, byāpāda), agitación (tercero, thīna-middha), pereza y torpeza (uddhacca-kukkucca) y, finalmente, la duda: vicikicchā.
¿Quién mira la televisión? Nuestro odio, nuestra lujuria, nuestra agitación, nuestra pereza. Eso es quienes somos. Somos también algo más, que en la cultura hegemónica es apenas una débil voz. Una voz tibia que existe, que está ahí entre la basura decibélica. Y si escapamos a la lujuria, el odio, la agitación y la pereza no nos atrapan, la duda será la más viscosa y difícil. ¿Realmente está ahí la voz? ¿Existe el alma? ¿Hay una prueba científica detrás? Palabras, palabras, palabras.
¿Cómo puedo realmente saber? Por eso se llama místico, por eso hay tantas capas de significado cubriéndolo. Porque algunas palabras no están listas para ser escuchadas. Y depende de nuestra encarnación la vida que podamos crear para ayudarnos a recordar. Gente, libros, un lugar en casa, pequeñas cosas que nos ayuden a la memoria. Veinte minutos al día, nada más.
Esa felicidad derivada del contacto de los sentidos con sus objetos, que aparece como néctar primero pero veneno después, se dice que es la naturaleza de la pasión
Cita random del Baghavad Gita. Veinte minutos al día. Una vida de aprendizajes. Cultivar el testigo de la propia vida desplegándose, más allá de la reacción instintiva. Buen día, tengo que mear, mirá la hora que es, se me hizo tarde, no puede esperar. Ah, ahí estoy estresándome. Estamos acá de vuelta, otra vez.
Los anuncios están diseñados para mí mismo. Para despertar mi culpa, mi miedo. El mundo actúa sobre mí, y yo reacciono desde algún reflejo infantil. Estamos todes en la misma, en el mismo proceso psico-social. Buscando cultivar el espacio interior que nos lleva a la absoluta vacuidad, que nos provea una respuesta más profunda, más cercana a nuestra Verdad, en vez de una reacción superficial.
Esa respuesta, que busca devolverle al Universo su harmonía original, es todo lo que podemos hacer. Volvernos impecables. Pensar menos, sentir más. Relajarse, porque la mente es un maestro terrible pero un sirviente maravilloso. No se trata de que pienso y por lo tanto soy, cogito ergo sum, sino que sum et cogito, soy y pienso. Mis pensamientos son la vida atravesándome.
Comienza a haber un diálogo entre una parte más profunda de mí y mi personalidad. Al principio, la parte más profunda es un compañero de juegos imaginarios, pero la transición consiste en es darse cuenta que lo imaginario era siempre mi personalidad. No soy quien proyectan en mí, tantas redes-mente atrapándome en su propio modelo del mundo.
Cada persona camina la calle atrapada en su narrativa. Algunos están verdaderamente atrapados e intentan chuparte en esa historia; queriendo convencerte de quienes creen que son para no tener que lidiar con quien verdaderamente son. Pero las relaciones humanas son demasiado divinas para que su valor se desgaste en mantener la conspiración que nos mantiene durmiendo.
No soy lo que proyectan en mí. Estas palabras no conocen la censura, ni deben ser tomadas con seriedad. Es todo un juego. Jugamos a brillar, mi amor.
Mientras tanto, el drama cósmico persiste. Nuestra práctica es para vibrar igual, en armonía con la manera en la que son las cosas. No se trata de buscar a Shiva en el Himalaya, sino de encontrar a Buda en la cocina de mi tía. Es un balance delicado, como hacer yoga sobre una tabla de surf, en la que buscamos tener nuestros principales vínculos pulidos y transparentes.
No tengo ningún derecho a quitarle a nadie su sufrimiento. Tengo la obligación de estar allí cuando se lo quieran quitar. No hay nada más para hacer. Al principio, es solo el 1% que observa nuestro enojo, nuestra agitación. De a poco, el testigo comienza a crecer adentro nuestro, sin juzgar, sin querer cambiar nada. Una actitud pasiva desarrollándose de manera natural. Es un loop de feedback positivo.
Cuando siento que estoy descarrilándome, hay una atracción intuitiva hacia la meditación. Esa pequeña voz intuitiva va cultivando una vida de devoción, buscando abrir el corazón, profundizando la claridad. La compasión no es simpatía. Sentir con pasión es sentir el sufrimiento ajeno como propio. Cada niño muerto sangra de las stigmata del santo. Puedo ser algo ecléctico. Cuando siento la verdad de una tradición, vuelo hacia ella como insecto hacia la luz. Y la verdad de mil y una tradiciones me tienen transitando la ruta cual mariposa en primavera, deteniéndome en los signos del costado.
Los milagros son para los niños. No hay nada especial en todo esto. Aquí no hay nadie en particular. Simplemente una práctica regular de desnudarse en palabras hasta llegar más allá de las trampas. Todo lo que busco tener lo perderé. Todo lo que sea, ya lo soy.
Punto de partida: Ram Dass — Being Here Now Podcast #123 — Become Impecable.
Imágenes: Samsara (2011)