¿A dónde vas, Cataluña?

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9 min readDec 23, 2017

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Por primera vez un partido no nacionalista se impone en los comicios autonómicos catalanes: Ciudadanos. ¿Implica eso un freno a las demandas de los independentistas? No necesariamente. El panorama sigue siendo enredado y más si se le mira de lejos. A continuación, algunas orientaciones para vislumbrar la ruta del futuro inmediato

Por Pablo A. Gianella

Para el lector iberoamericano que tenga cierta curiosidad sobre los últimos acontecimientos en Cataluña y España se levantan algunas barreras que, emulando la realidad física del océano Atlántico, le mantienen a distancia de la crisis de identidad de la vieja madre patria europea. Es por esto que una explicación realizada por un ciudadano europeo, con ascendencia porteña y conocimiento de la cultura política iberoamericana, puede ayudar a empequeñecer estas distancias y permitir al lector americano de habla hispana una comprensión aproximada del conflicto.

Las elecciones del 21 de diciembre de 2017

Es importante comprender el contexto de las elecciones en Cataluña. A nivel legal y oficial, nos encontramos ante unas elecciones autonómicas, que han decidido quiénes serán los representantes políticos de los catalanes en el parlamento regional; así como su próximo presidente. Pero las dimensiones legales y oficiales no son necesariamente las que perduran en el imaginario colectivo. Para la gran mayoría, estas elecciones han servido para realizar un retrato bastante aproximado del estado de las pulsiones independentistas de la región (Comunidad Autonómica, en la terminología política española) catalana. Pero no solo eso. Nos encontramos ante unas elecciones que marcarán el conflicto político catalán en el corto plazo y la política española en el medio. Elecciones, además, que han enfrentado a cada uno de los partidos políticos que han participado en las mismas frente a varias contradicciones.

Los partidos unionistas: PP y PSOE (pilares ya históricos del régimen democrático español desde 1978, conservadores y socialdemócratas), Ciudadanos (de creación más reciente y que ideológicamente podríamos comparar con el Partido Demócrata estadounidense, el PRO de Mauricio Macri en Argentina o el The Liberal Democrats británico) se presentaban a unas elecciones que a pesar de ser definidas como clave y de altísima importancia para España, no tenían mayor ámbito de acción que el de la elección de representantes parlamentarios en un parlamento regional.

La coalición de otro partido de reciente fundación, Podemos, en Cataluña, junto a otras fuerzas de nueva izquierda regional, defendía la postura probablemente más incomprendida y castigada por su aparente incoherencia: las elecciones para Podemos son ilegítimas, al ser convocadas desde el Estado central y no por quien, en circunstancias normales, tiene competencia para ello (el presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña); pero en la práctica son legales y sus resultados deberían ser tenidos en cuenta por todos los partidos a nivel estatal. Este partido, inspirado en sus inicios por los vientos llegados desde el Foro de Sao Paulo, defendía por un lado la necesidad de realizar un referéndum de independencia en Cataluña, que necesitaría de una reforma constitucional apoyada en un amplio consenso parlamentario y, por otro, un voto negativo a la independencia en caso de la realización de dicho referéndum.

En el otro bloque encontramos a los tres partidos independentistas que, teniendo una mayoría absoluta en escaños (asientos en el parlamento regional) pero no en voto popular en 2015, iniciaron el proceso independentista, referéndum ilegal mediante, que derivó en la declaración simbólica de la República Catalana el 27 de octubre de 2017. Estos tres partidos independentistas pertenecen a tres diferentes familias ideológicas: el centro derecha burgués (Junts Per Catalunya, coalición principalmente apoyada por el Partido Democrático de Catalunya, Convergencia Democrática en su etapa anterior; el centro izquierda republicano (Esquerra Republicana de Catalunya) y el anticapitalismo asambleario (CUP, Candidatura de Unidad Popular).

El hilo conductor que permite que partidos de tres familias políticas distintas convivan votando en la misma dirección en un parlamento es el identitario, plasmado en una república independiente que de forma política a la nación catalana, que a su vez sería la llave que abra la puerta a una sociedad catalana más próspera y libre. Lo que no queda claro es la compatibilidad ‪de las tres visiones de esa nueva república, pero eso no importa ahora. Para este bloque, las elecciones son en esencia ilegítimas e incluso ilegales (al estar declaradas por un gobierno central de un Estado del que en teoría acaban de emanciparse), pero no han dudado en participar en el proceso electoral. Como ven, parafraseando a Pablo Iglesias, líder estatal de Podemos, hacer política es cabalgar contradicciones.

Resultados y novedades

A grandes rasgos, el equilibrio entre los bloques se mantiene. Parece claro que existe una masa social de al menos dos millones de catalanes (algo menos de la mitad de ciudadanos catalanes con derecho a voto) que votarían a favor la independencia en un hipotético referéndum vinculante, un 55% de votantes favorables a la celebración de dicho referéndum (los anteriores sumados a los votantes de la coalición liderada por Podemos) y una mayoría de 53% aproximadamente que en el caso de la celebración de dicho referéndum votaría que no.

Es justo precisar que aunque la posición oficial de la coalición de Podemos es la de la permanencia de Cataluña dentro de España, no está tan claro que todos sus votantes se decantaran en la misma dirección; al igual que no lo está tampoco que a la hora de la verdad, con un referéndum vinculante y definitivo, todos los que ahora votan a partidos independentistas mantuvieran la posición de estos partidos en unas urnas para decidir todo o nada.

Sí que se han sucedido varios movimientos entre partidos, algunos de ellos sorprendentes, y una victoria a ese nivel bastante inesperada y no vaticinada por las encuestas.

Ciudadanos (el partido liberal-demócrata unionista) se ha hecho con el primer puesto tanto en voto popular como en representantes parlamentarios. Es la primera vez que en la serie histórica iniciada con las primeras elecciones del presente ciclo democrático un partido no nacionalista-catalán gana las elecciones en Cataluña. A Ciudadanos siempre se le ha acusado, desde el espectro político de izquierdas, de ser la marca blanca del PP (conservadores). Sin embargo, el PP jamás logró semejantes resultados en Cataluña, ni en su mejor momento de forma se acercó al 20%, mientras que Ciudadanos ha logrado el apoyo de 1 de cada 4 votantes catalanes.

El músculo de Ciudadanos en Cataluña se explica por la asimilación del voto unionista desencantado del históricamente pujante Partido Socialista, unido al votante del PP que considera que el partido conservador ha ignorado/abandonado al ciudadano catalán no independentista durante 30 años. La líder de Ciudadanos en Cataluña es Inés Arrimadas, catalana de procedencia andaluza (charnega, como llamaban los catalanes independentistas a los procedentes de otras regiones de España), y puede estar satisfecha de haber hecho historia.

La otra gran triunfadora ‪de la noche es la plataforma Junts PerCatalunya, plataforma de iniciativa transversal cuya base es el partido de centro derecha burgués, históricamente nacionalista, aunque no hasta los últimos años independentista, del presidente catalán Carles Puigdemont. Presidente depuesto por la aplicación de la ley española, que no reconoce cambios territoriales de tal calado sin un voto de todo el pueblo español, en quien recae constitucionalmente la soberanía nacional. Nadie esperaba los resultados del ex president. Las encuestas deparaban un futuro menos prometedor, dando a su plataforma política un segundo puesto dentro del bloque independentista (a favor de ERC, el centro izquierda republicano) y un tercero o cuarto incluyendo al resto de partidos. Probablemente la mística creada alrededor del presidente en el exilio (Carles Puigdemont viajó a Bruselas para evitar una detención preventiva por estar acusado de delitos de sedición y rebelión) fue infravalorada por todas las encuestas, que no supieron entrever las debilidades de los que aparentemente iban a ser grandes triunfadores ‪de la noche, ERC. En términos castellanos referidos al mundo del ciclismo, esta “pájara” puede haberse debido a la falta de pujanza de algunos de sus cabezas de lista (Marta Rovira), la no presencia física ni televisada del líder Oriol Junqueras (en prisión preventiva acusado de los mismos delitos que los atribuidos al ex presidente fugado) y la potencial percepción de cierta moderación de sus posiciones a última hora respecto a Carles Puigdemont por parte de un sector de votantes independentistas.

Por último, los partidos unionistas tradicionales, PP y PSOE (PSC en Cataluña), transitan entre la decepción y la resignación. El trasvase de votos desde sus filas hacia Ciudadanos, partido unionista que se ha sabido posicionar como el único que desde su fundación ha sabido ver el problema que el nacionalismo supone para Cataluña y para el conjunto del Estado, ha mermado al primero hasta transformar al primer partido en el Estado español en el último en la región catalana.

En cuanto al PSOE/PSC, las expectativas que su afable e inefable candidato, Miquel Iceta, acumulaba han quedado reducidas a un muy moderado aumento que ni de lejos le acerca a las pasadas gestas del centro izquierda españolista en Cataluña, donde gobernó durante dos legislaturas con el apoyo de la irreconciliable ERC y desde las que cosechó durante 30 años apoyo electoral a nivel estatal para los ex presidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero.

Punto y seguido: El escenario post-elecciones.

Como vemos, pese a las fluctuaciones dentro de los bloques, el equilibrio entre los mismos queda patente. Si bien es cierto que tanto a nivel del voto popular como de representación estrictamente parlamentaria los partidos independentistas pierden algo de potencia respecto a la situación previa, esta pérdida no es tan acusada como se esperaba desde el gobierno central, tras el esfuerzo por la tensión mantenida en el del proceso soberanista. Ese pulso sigue sin decantarse a ningún lado.

Tampoco parece que el debate catalán retorne al clásico eje derecha-izquierda en el corto plazo. De hecho, otra de las contradicciones resultantes de la crisis política es que Cataluña, pese a ser considerada una región más progresista/socialista que el resto del Estado español, no solo ha apoyado mayoritariamente a partidos considerados “de derechas” sino que la brecha entre estos partidos y sus equivalentes “de izquierdas”, independentistas o no, se ha acrecentado notablemente.

Quo Vadis

La debacle del partido que gobierna a España en Catalunya, por último, es para hacérselo mirar. Ser el último en una parte siendo el primero en el todo expresa una brecha difícil de cicatrizar. No haber obtenido la mínima cantidad necesaria de porcentaje de votos y de parlamentarios para hacer grupo propio y tener que formar parte del llamado “grupo mixto” (el que aglutina a los partidos minoritarios que obtienen asientos pero no pueden formar grupo parlamentario independiente) con su antagonista total, la CUP, es prácticamente más humillación que haber sido el partido menos votado de los que obtuvieron representación política.

Sin embargo, siendo equitativos, su compañero de viaje en el grupo mixto acabará siendo decisivo, al contrario que el PP, pues los pocos diputados que ha logrado mantener respecto a las elecciones de 2015 serán los que investirán a un nuevo presidente independentista. Mientras, el PP queda definitivamente reducido a una formación anecdótica resignada a desaparecer en las siguientes elecciones regionales.

Los independentistas catalanes también deberían, por cierto, reflexionar. Si tras todo el pulso, todo el despliegue discursivo y político, solo logran mantener la mayoría parlamentaria a costa de disminuir sus asientos (de 72/135 a 70/135) a la vez que su cuota de voto popular (de 47.8% a 47.4%), quizá el salto hacia delante del independentismo catalán se ha producido en un contexto en el que la propia sociedad catalana está tan polarizada que una república independiente no sería viable socialmente. Pero que ningún unionista se alegre. Tampoco una comunidad autónoma dentro del Reino de España tan polarizada respecto al ser o no ser, es viable.

La solución parece estar en que uno de los dos bloques empiece a seducir activamente a votantes del bloque opuesto. Y para lograrlo, es necesario plantear un discurso renovado que sume a los de enfrente sin restar en las propias filas. ¿Misión imposible? Tendremos que esperar, como sucede con nuestras series favoritas, a la próxima temporada.

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