Fuente: Reporte “Sharp Power” del National Endowment for Democracy

El puñal escondido: los “trucos” de China en Argentina

oscar medina
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13 min readDec 27, 2017

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Los esquemas tradicionales del llamado soft power merecen una reconsideración: ¿se trata de influir de manera inocua o de manipular? China y Rusia han venido repotenciando su labor en este sentido especialmente en Latinoamérica y Europa Central. Y en el estudio Sharp Power. Rising Authoritarian Influence un grupo de investigadores propone una lectura suspicaz: estos regímenes autoritarios trabajan de manera consistente en posicionar su narrativa en naciones con democracias débiles. El caso argentino es un buen ejemplo de esto: los chinos están en todo al amparo de su gran poder económico

Por Oscar Medina |@oscarmedina1

Este informe contiene una advertencia. Varias, en realidad. Pero hay que comenzar por una definición, la del llamado “soft power” (poder suave o poder blando). El concepto lo propuso el profesor de Harvard, investigador experto en relaciones internacionales y geopolítica, Joseph Nye y se refiere a “la capacidad de conseguir que los demás hagan lo que uno quiere sin recurrir a la represión o al dinero”. Es decir, que se haga tu voluntad sin aplicar violencia ni pagar directamente para ello. Eso, aplicado a los países conduce a serias implicaciones y es parte de lo que el análisis quiere hacer entender.

Puede encontrar el informe completo aquí

En “Sharp Power. Rising Authoritarian Influence”, un estudio promovido por la fundación National Endowment for Democracy a través del Foro Internacional de Estudios Democráticos y en el que participan investigadores e instituciones de Argentina, Polonia y Eslovaquia, se plantea un necesario reacomodo de ideas: el soft power no puede seguir siendo visto como un mero ejercicio inocuo. Al menos no en lo que se refiere a China y Rusia y su influencia en las democracias latinoamericanas y de Europa Central.

“En la última década, China y Rusia han gastado miles de millones de dólares para dar forma a la opinión pública y las percepciones en todo el mundo, empleando un conjunto de herramientas que incluye miles de intercambios entre personas, actividades culturales de gran alcance, programas educativos y el desarrollo de empresas de medios e iniciativas de información con alcance global”, explica el informe en su idea general: “Como el recuerdo de la era de la Guerra Fría retrocedió, los analistas, periodistas y políticos en las democracias llegaron a ver los esfuerzos de influencia autoritaria a través del lente familiar del ‘poder blando’. Pero algunas de las técnicas de influencia autoritaria más visibles utilizadas por países como China y Rusia, aunque no son ‘duras’ en el sentido abiertamente coercitivo, tampoco son realmente ‘suaves’”.

Y continúa: “Esta influencia autoritaria no se trata principalmente de atracción o incluso persuasión; se centra en la distracción y la manipulación. Estos ambiciosos regímenes autoritarios, que sistemáticamente suprimen el pluralismo político y la libre expresión en sus países, buscan cada vez más aplicar principios similares a nivel internacional para asegurar sus intereses”.

Se propone entonces una aproximación más suspicaz: “Necesitamos un nuevo vocabulario para este fenómeno. Lo que hasta ahora hemos entendido como el ‘poder blando’ autoritario se categoriza mejor como ‘sharp power’ que penetra o perfora los entornos políticos y de información en los países seleccionados. En la nueva competencia que está en marcha entre Estados autocráticos y democráticos, las técnicas de ‘poder agudo’ de los regímenes represivos deberían verse como la punta de su puñal, o incluso como su jeringuilla”.

El “buen” gigante

Tradicionalmente, el “poder blando” teje una red de influencias por vías como la aproximación y el intercambio cultural al amparo de una imagen que se asume como benevolente. Los investigadores advierten que en los casos particulares de China y Rusia hay que ubicarse en una perspectiva que permita ver el cuadro completo.

“Este informe sugiere que incluso las actividades relacionadas con el intercambio respaldadas por gobiernos autoritarios deberían abordarse con mayor escepticismo. Si bien algunas de estas iniciativas parecen avanzar hacia objetivos admirables, muchas están diseñadas para promover una narrativa política particular, que a su vez crea condiciones favorables para los regímenes autoritarios”, advierten los autores: “Si bien existen diferencias en la forma y el tono de los enfoques chino y ruso, ambos provienen de un modelo ideológico que privilegia el poder del Estado sobre la libertad individual y es fundamentalmente hostil a la libre expresión, el debate abierto y el pensamiento independiente. Al mismo tiempo, tanto Beijing como Moscú claramente aprovechan la apertura de los sistemas democráticos”.

Centremos esta entrega en China y su influencia en Argentina. A partir de 2007 el entonces presidente Hu Jintao propuso en el marco del Congreso Nacional del Partido Comunista de China hacer nuevos esfuerzos por reafirmar el ‘poder blando’ de su nación.

“En la década transcurrida desde la exhortación de Hu, China gastó decenas de miles de millones de dólares para conformar la opinión pública y las percepciones en todo el mundo”, señala el documento. Rusia ha hecho algo similar. Y esto se traduce en un empeño sostenido por contar las cosas desde una óptica conveniente que deja por fuera aspectos importantes de estos regímenes como “la cleptocracia arraigada, los problemas ambientales masivos, la censura institucionalizada, la profundización de la desigualdad económica y la dura represión política que sigue siendo fundamental para la gobernabilidad en ambos entornos”.

“China ha expandido dramáticamente sus intereses económicos y su huella comercial en todo el mundo, su gobierno ha enfocado sus iniciativas de influencia en enmascarar sus políticas y suprimir, en la medida de lo posible, cualquier voz más allá de las fronteras chinas que critique al Partido Comunista Chino (PCCh). Sus técnicas incluyen tanto la cooptación como la manipulación, y se aplican a objetivos en los medios, el mundo académico y las comunidades políticas. Buscan impregnar a las instituciones en Estados democráticos que puedan llamar la atención o levantar obstáculos a los intereses del PCCh, creando desincentivos para cualquier resistencia de ese tipo”.

En las páginas de “Sharp Power. Rising Authoritarian Influence” se desarrollan punto a punto las herramientas de soft power desplegadas por China. El caso de América Latina es analizado por el argentino Juan Pablo Cardenal, periodista e investigador del Centro para la Apertura y Desarrollo del Consejo Asesor de América Latina donde ha realizado estudios sobre la influencia de China en más de 40 países. Cardenal explica que una de las principales actividades se basa en programas de cooperación entre instituciones e intercambio personal. Apuntan a periodistas, diplomáticos, estudiantes, políticos, emprendedores y a líderes en ascenso en múltiples campos. Y esto se ha reforzado especialmente desde 2016, coincidiendo, además, con un periodo en el que Estados Unidos asumió un rol un tanto más pasivo en la región.

“Con este contexto favorable, la diplomacia de ‘pueblo a pueblo’ de Pekín está demostrando ser efectiva en la construcción de relaciones fuertes y personales con individuos mayormente jóvenes e influyentes en toda América Latina, incluidos Perú y Argentina. El éxito de Beijing se debe en gran medida a la invitación reiterada a estas personas de viajes gratuitos a China para diversos fines: participar en capacitaciones, participar en eventos y programas académicos o de intercambio, y encontrarse con sus contrapartes. Si la motivación detrás de este enfoque es atraer gente tan prominente a la causa de Pekín, parece estar funcionando”, apunta Cardenal.

¿Y eso para qué? El autor explica: “El objetivo de tales esfuerzos es que estos visitantes regresen a sus hogares con una idea fundamentalmente benigna de la naturaleza del régimen chino. Para quienes tienen un conocimiento previo limitado de China, esta adulación y una hospitalidad exagerada pueden nublar su percepción de la complejidad del sistema político de China”.

El marco de acción es a doble vía: “La estrategia del gobierno chino es impulsar activamente su influencia en América Latina, exportando programas y actividades que apuntan en gran medida a la cultura y la educación, por un lado, y se centran en las personas de las instituciones, el mundo académico y los medios de comunicación, por otro”. Y va más allá: “Los medios y la academia son dos áreas de atención prioritaria para los esfuerzos de Beijing. En consecuencia, China está decidida a promover la cooperación de diferentes tipos entre las empresas de medios, las universidades y los think tanks, tanto a nivel regional como nacional. La educación y la cultura son cada vez más importantes en entre las herramientas de Beijing”.

Objetivo: Argentina

Durante los últimos cinco años –relata Cardenal- se ha consolidado la presencia china en casi todas las esferas de la sociedad argentina: “La economía es la más obvia: el comercio bilateral alcanzó los 14.800 millones de dólares en 2016, mientras que una combinación de préstamos e inversiones chinas está detrás de algunos de los proyectos nacionales más importantes de los próximos años. Políticamente, los lazos entre Buenos Aires y Beijing están experimentando una edad de oro, incluso después de que las elecciones de finales de 2015 cambiaran el poder de un extremo del espectro político al otro”.

Así describe el panorama actual: “China es más visible que nunca: posee una mayor influencia sobre los medios locales; ha establecido fuertes vínculos con la comunidad académica, incluida una red de estudiosos devotos; y monopoliza casi todos los aspectos de la cultura china en Argentina”.

Beijing estableció acuerdos con las principales corporaciones de medios de comunicación, especialmente durante el mandato de Cristina Fernández de Kirchner, y ha ganado visibilidad en la televisión local. En el ámbito de la formación ha hecho otro tanto: más de 25 universidades e institutos académicos tienen convenios de intercambio con sus contrapartes chinas. Y en el plano cultural destaca la evidencia de que la embajada china ha tomado el control de una celebración muy importante y multitudinaria en Buenos Aires: la del año nuevo chino. “Además de todo lo anterior, la penetración constante de China en Argentina también está vinculada a la efectiva diplomacia de pueblo a pueblo de Beijing. Las élites influyentes de todos los campos ahora tienen conexiones con sus pares chinos y regularmente son invitados a visitar China también”.

Como ya se dijo, los temas económicos son los más evidentes. Durante el largo periodo de los Kirchner en el poder, mientras se deterioraban las relaciones con Estados Unidos y Europa, se tejían lazos más fuertes con Beijing: “En los últimos meses del mandato de Cristina Kirchner, se firmaron más de treinta acuerdos y memorandos de entendimiento entre las dos naciones. Algunos de estos acuerdos fueron muy controvertidos, incluida una concesión de cincuenta años para construir y administrar una instalación espacial en el remoto oeste del país, la primera instalación China de ese tipo en el hemisferio sur (…) En ese momento, Beijing ya había otorgado 20 mil millones de dólares en préstamos para financiar un puñado de proyectos de infraestructura a gran escala”. Y si bien Mauricio Macri anunció que esos acuerdos serían reevaluados al asumir la presidencia, no ha habido mayores cambios en este sentido. Las relaciones entre ambas naciones siguen siendo fuertes.

¿Y cómo se percibe esto? Así lo explica Cardenal: “Con muy pocas excepciones, la clase política en Buenos Aires parece estar de acuerdo en que una relación más estrecha con China es necesaria para el desarrollo económico de Argentina. Argumentan que no existe un mercado de exportación más grande que China para los productos básicos del país, particularmente soja y otros productos agrícolas. Se refieren al hecho de que Beijing está listo para otorgar préstamos e inversiones, a diferencia de los inversionistas tradicionales que consideran a Argentina excesivamente arriesgado. También perciben a China como el único socio que puede potencialmente financiar y construir la infraestructura clave que necesita el país, incluidas redes ferroviarias, represas hidroeléctricas o centrales nucleares. Muy pocos expertos argentinos entrevistados por este autor mencionaron riesgos potenciales -por ejemplo, dependencia económica o principios democráticos debilitados- que Argentina podría enfrentar al desarrollar una relación más estrecha con China. Del mismo modo, el autor no observó ningún debate público significativo sobre estos temas en los medios locales principales”.

El autor expresa aquí una preocupación: “Cuando se le preguntó si la corrupción o el historial de derechos humanos de China deberían tenerse en cuenta en la relación bilateral, la clase política argentina se refugió en el pragmatismo: “Sería una estupidez y un suicidio para Argentina”, dijo un congresista. Este sentimiento entre la clase dominante argentina es significativo porque influye en la opinión en otras áreas de la sociedad. Pero también es importante reconocer que este marco no está desconectado de la diplomacia de pueblo a pueblo de Beijing, que encuentra un terreno fértil en todo el espectro político de Argentina. Durante los últimos años, el Partido Comunista Chino (PCCh) en particular ha sido extremadamente activo y exitoso al involucrarse con los principales representantes de los partidos políticos de Argentina, sin distinción ideológica”.

En el documento se citan unos cuantos casos que ilustran estas afirmaciones y muestran el alcance del trabajo de la “diplomacia” china:

“Lo que hace que la estrategia pueblo a pueblo de China sea poderosa es que no queda un solo flanco sin cubrir. Por ejemplo, ha sido valioso relacionarse con dos fundaciones con sede en Buenos Aires, cuya misión es capacitar a la próxima generación de líderes políticos de Argentina. Los representantes de uno de esos grupos -la Fundación Contemporánea, vinculados informalmente con los partidos de centroderecha- participan en promedio de dos a cuatro veces al año en entrenamientos de diez a veinte días en China organizados por la Liga de la Juventud Comunista de China. Estos esfuerzos tienen un efecto secundario obvio: la legitimación del sistema chino. Tal legitimación se justifica con una narrativa familiar: la singularidad, la historia, la identidad y la escala de China. Los problemas delicados quedan fuera”.

“El otro grupo de líderes jóvenes, el Centro Latinoamericano de Estudios Políticos y Económicos Chinos (CLEPEC), tiene vínculos estrechos con los partidos de izquierda. A pesar de ser una fundación regional, la mayor parte de su actividad relacionada con China se realiza en Argentina. Al igual que la Fundación Contemporánea, sus miembros también reciben capacitación en China. En su mayoría son jóvenes investigadores o estudiantes de postgrado a quienes otorgan becas. Pero la verdadera importancia de su misión es cuando regresan a sus hogares, donde los estudiantes ofrecen cursos y capacitaciones sobre China en toda Argentina a audiencias que incluyen miembros de gobiernos provinciales e instituciones académicas”.

¿Y por qué esto debería preocupar a alguien? Esta es la visión del autor: “La falta de conciencia sobre China en Argentina debe abordarse de alguna manera. Pero la cuestión clave es el tipo de narrativa que transmiten los investigadores de CLEPEC. La fundación tiene una reputación de tener una ideología que simpatiza con el sistema estatal de China. Además, el par chino de CLEPEC, la Liga de la Juventud Comunista de China, no es un actor independiente, sino una parte intrínseca de la estructura de partido-Estado de la República Popular. Además, los investigadores que viajan a China con becas solo están expuestos a la perspectiva oficial del gobierno chino. Surge entonces una pregunta fundamental: ¿cuál es la narrativa presentada durante estos viajes sobre temas como la democratización de China, los abusos contra los derechos humanos, la situación en Tíbet y Xinjiang, la censura de Internet y la libertad de expresión, la persecución de Falun Gong o el retiro forzoso de la sociedad civil? La respuesta no es inesperada: es propaganda de línea de partido. A fines de 2016, CLEPEC había impartido alrededor de 20 cursos

en Argentina a unos 2.200 estudiantes y servidores públicos, según la fundación”.

Por todos los medios

Juan Pablo Cardenal plantea que el gobierno chino ha ganado presencia en los medios de comunicación argentinos como parte de su estrategia. Al igual que los políticos y académicos, muchos periodistas son invitados a viajar para conocer lo que China quiere mostrar e incluso a recibir “entrenamiento” en el oficio. Hay también avances significativos en asociaciones con televisoras para distribuir contenidos y cita también el caso de China Watch, un suplemento insertado en la prensa local.

La agencia oficial de noticias Xinhua tiene acuerdos con los principales medios y garantiza el acceso gratuito a sus despachos. Y la embajada no se queda atrás: edita un boletín de noticias dos veces al año, apoya al menos dos programas de televisión centrados en la cultura china y mueve sus influencias para que regularmente se publiquen artículos de opinión firmados por el embajador o se le hagan entrevistas en la prensa nacional.

También hay evidencias de apoyo directo a ciertos medios, especialmente algunos favorables al kirchnerismo: “Uno de ellos era Grupo Veintitrés, cuyo periódico Tiempo Argentino tenía el suplemento de cuatro páginas de Xinhua insertado cada dos semanas desde marzo de 2015 hasta el final del año. El acuerdo fue parte de un esquema de cooperación más amplio entre la agencia de noticias china y el grupo de medios argentino. En ese momento, se hizo público que Xinhua proporcionaría materiales gráficos y contenido de noticias. El canal de televisión CN23 del grupo también transmitiría un segmento de noticias diarias sobre China, junto con documentales producidos por Xinhua e historias destacadas los fines de semana. Del mismo modo, el sitio web Infonews del grupo tendría una sección especial de China para hacer clic para obtener acceso instantáneo a ‘todas las noticias de última hora de China’. El embajador chino se refirió a la importancia de tener ‘información completa y directa sobre China’. Sin embargo, el acuerdo no duró mucho: Grupo Veintitrés y sus diversas subsidiarias fueron desmanteladas casi por completo tan pronto como Kirchner dejó el cargo”.

No hay límites en este aspecto: incluso hay acuerdos con el sistema público de medios argentinos que se mantienen hoy día y la influencia se ha extendido hasta un diario tan crítico como La Nación.

“Teniendo en cuenta los desafíos financieros a los que se enfrentan muchos medios de comunicación, incluso aquellos que tienen una buena reputación de integridad periodística pueden correr el riesgo de verse comprometidos con su independencia editorial”, advierte el informe: “El régimen chino tiene a su disposición la capacidad de involucrarse personalmente con periodistas y editores de noticias en medios democráticos a través de la diplomacia de pueblo a pueblo, que incluye acuerdos de ‘cooperación’ económicamente prometedores con los medios chinos. Además, la capacidad de intervenir en las campañas publicitarias, a través de inserciones pagadas institucionales y campañas de publicidad de las corporaciones chinas, es otro punto de influencia. Al igual que en el ámbito político, la combinación de compromiso personal y el atractivo de la ganancia económica, en un momento en que los medios tradicionales enfrentan desafíos financieros, puede potencialmente beneficiar a China”.

El cuadro

La fotografía que persiste tras leer el informe de Cardenal es la de un país penetrado por una potencia autoritaria en muchos sentidos más allá de lo comercial: universidades, líderes en formación, centros tecnológicos, institutos culturales, medios, círculos empresariales y la clase política. ¿Funciona esto? Cardenal señala que es algo en progreso y que ha sido más efectivo en unos campos que en otros, pero la estrategia sigue su curso y no hay un debate crítico sobre la situación.

“Los grandes esfuerzos de China en diferentes áreas de la sociedad, principalmente en los medios, académicos y culturales, son indiscutibles y tienen el único propósito de influir o manipular, a la sociedad argentina a favor de Beijing. Muy pocos están realmente en condiciones de analizar críticamente esta tendencia, y por lo tanto, la narrativa del régimen chino se está sumergiendo lenta pero constantemente como un punto de vista alternativo. A pesar de las aparentes debilidades de la estrategia de poder blando de China si se mide en términos de atraer audiencias y participantes, las actividades del régimen chino no deberían ser percibidas como inofensivas. Por el contrario, necesitan ser investigados, examinados y comprendidos más a fondo”.

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oscar medina
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periodista y papá de los morochos. no te confundas