La conexión argentina del Cártel de Sinaloa

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VÉRTICE
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12 min readJul 11, 2016

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La captura del prófugo Ibar Pérez Corradi inyectó nuevos aires a la vieja investigación sobre el tráfico ilegal de efedrina en Argentina que alimenta las operaciones de la organización delictiva del Chapo Guzmán. En la trama hay importantes funcionarios de la administración Kirchner con papeles protagónicos en los negocios con el cártel mexicano que extendió su radio de acción hasta el sur del continente

Por Mariel Fitz Patrick | @marielfitz

(Buenos Aires, Argentina) — La misma semana en la que los diarios del mundo relataban con fascinación la tercera captura del “Chapo” Guzmán en México –enero de 2016-, en Argentina las noticias también estaban concentradas en los efectos de la penetración del Cártel de Sinaloa en el país: casi en simultáneo, las fuerzas de seguridad habían logrado recapturar a tres personajes vinculados al tráfico ilegal de efedrina, una sustancia utilizada en la elaboración de drogas sintéticas cuyo principal destino era el territorio de los capos sinaloenses en México.

Estas tres personas –Martín Lanatta, Cristian Lanatta y Víctor Schillaci– se habían fugado después de Navidad de una cárcel de la provincia de Buenos Aires, poniendo en jaque al nuevo gobierno del presidente Mauricio Macri. Al igual que “el Chapo” Guzmán en México, los tres prófugos se habían convertido en las personas más buscadas de la Argentina.

Junto a un cuarto cómplice, purgaban una condena a cadena perpetua por el llamado “triple crimen de General Rodríguez”, habiendo sido sentenciados como autores materiales del asesinato a balazos, en agosto del 2008, de tres empresarios que utilizaban droguerías como pantalla para ocultar la compra-venta de efedrina.

Los tres empresarios habrían intentando acceder al negocio ilegal desplazando a quien en ese momento era el principal proveedor local de efedrina al Cártel de Sinaloa: Esteban Ibar Pérez Corradi, un financista de 39 años considerado el autor intelectual del triple asesinato y cuya captura –el 19 de junio de 2016- finalmente cierra un capítulo y es posible que abra otros más en lo que se refiere a las relaciones del narco mexicano con ciudadanos argentinos.

Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina desaparecieron el 7 de agosto de 2008. Sus cuerpos fueron encontrados el día 13 en un zanjón en General Rodríguez, una municipalidad en la Provincia de Buenos Aires, a 55 kilómetros de la capital. El informe forense reveló que durante su cautiverio habían sido drogados con cocaína, que a Ferrón le cortaron una oreja antes de matarlo con un balazo en la cabeza y que tras asesinarlos en el lugar donde los mantuvieron cautivos, los arrojaron en el sitio donde fueron hallados y dispararon nuevamente contra los cadáveres.

Pérez Corradi se encontraba prófugo de la justicia desde el año 2012, cuando la fiscalía ordenó su captura tras comprobar su responsabilidad en los asesinatos. El testimonio de una de las personas investigadas lo explica todo: “El empresario Ibar Pérez Corradi estaba muy enojado, ya que Sebastián Forza se había quedado con el negocio de la efedrina, perjudicándolo, y dijo que había entregado 100.000 pesos para que lo mataran”. Sobre él ya pesaban pedidos de captura internacional de Interpol y otro de extradición de Estados Unidos por haber introducido en ese país pastillas del analgésico oxicodona. Y ya había estado sometido a prisión preventiva en el marco de investigaciones por negocios ilícitos con medicamentos. Pero la tuvo fácil: en 2011 lo liberaron y apenas pudo se escapó.

De Norte a Sur

El triple crimen fue el hecho que acabó destapando los entramados de un enorme negocio de narcotráfico en el país. La periodista Emilia Delfina -coautora junto con Rodrigo Alegre del libro La ejecución, sobre el triple crimen-, habló con Vértice para esta historia e indicó que poco antes de ocurrido el asesinato un joven ahijado del “Chapo” Guzmán y heredero del Cártel de Sinaloa, Dámaso López Núñez, habría estado presente en Argentina. Un testigo de identidad reservada en la causa del triple crimen dijo que Dámaso López se reunió en el exclusivo barrio de Puerto Madero con Sebastián Forza, uno de los empresarios ejecutados.

La presencia del Cártel de Sinaloa en Argentina no solo está relacionada con el negocio de la efedrina, sino también con el tráfico de cocaína. De hecho, en la cárcel de máxima seguridad de Ezeiza, en el Gran Buenos Aires, se halla otro mexicano vinculado a la organización del “Chapo”. Se trata de César Cornejo Miranda, alias “Chacito”, un ingeniero químico de 53 años que vive en Argentina desde julio del 2012.

Cornejo Miranda se especializaba en transformar la cocaína en líquido, una modalidad utilizada para enviar la droga sin que fuera detectada. La argucia fue descubierta en abril del 2014, cuando fuerzas de seguridad mexicanas inspeccionaron un barco en el puerto de Mérida, en el Estado de Yucatán, y encontraron un cargamento de cocaína líquida que simulaba ser aceite escondido en transformadores eléctricos. La carga de más de 2.000 litros equivalía a 1.000 kilos de cocaína en polvo, y había sido enviada por Cornejo Miranda desde el puerto de Buenos Aires.

“Chacito” fue detenido en Argentina pocos días antes de que la cocaína llegara a México, en el barrio porteño de Belgrano, junto a otros cinco argentinos. Uno de ellos es Matías Faubel, un empresario de la zona oeste de Buenos Aires, señalado como nexo entre miembros del Cártel de Sinaloa y dos policías federales argentinos que debían resguardar el tránsito de cocaína desde el norte del país hacia el puerto de la capital.

Edgardo Buscaglia, un reconocido experto en temas de crimen organizado, realizó en 2011 un trabajo de campo a partir del cual comenzaron las conjeturas sobre la posible presencia del “Chapo” en el país. Esto fue confirmado posteriormente por reportes de prensa que afirmaron que el líder del Cártel de Sinaloa vivió en suelo argentino desde agosto del 2010 a marzo del 2011, junto a su esposa y una hijastra. Incluso la DEA estuvo al tanto, pero no se lo informó a Migraciones de Argentina, ni a Interpol.

Guzmán habría logrado escapar hacia Europa dos días antes de que la entidad norteamericana pidiera su captura internacional. Lo hizo viajando en avión, como un pasajero más, desde el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, Buenos Aires. La fuente consultada en aquel momento señaló que habría utilizado una nueva identidad falsa y destacó que “sí hay registros de su esposa e hijastra saliendo de Argentina en marzo de ese año”.

En su trabajo, Buscaglia también contó que los narcos mexicanos habían instalado sus bases en provincias del norte argentino como Chaco, Formosa y Misiones, por ser las más pobres del país y tener regiones selváticas con clima tropical. Según Buscaglia, en esas provincias el Cártel de Sinaloa repitió un esquema que ya le había funcionado en México: infiltrarse en iglesias evangélicas instaladas en comunidades carenciadas y donar importantes cantidades de dinero para conseguir la simpatía y protección de los habitantes.

Este investigador explica que la expansión de los cárteles mexicanos en Argentina fue posible por “la protección política que consiguieron y la falta de controles para combatir el narcotráfico”. También destaca la permeabilidad de las fronteras, el deficiente sistema de radares, la corrupción policial y la alta impunidad judicial.

El negocio de la efedrina

Según la investigación judicial el móvil del triple crimen de los empresarios argentinos fue la disputa por la provisión de la efedrina a los cárteles mexicanos, luego de que el ex presidente de ese país, Felipe Calderón, prohibiera su importación en el año 2007. En Argentina, la importación de efedrina era legal para la industria farmacéutica, libre de cualquier tipo de controles. Esto hizo que el país fuera elegido por los cárteles mexicanos como proveedor de este precursor químico, bajo la pantalla de droguerías que figuraban como compradoras.

De acuerdo con fuentes oficiales, en apenas dos años, la importación de efedrina –principalmente de India- se disparó: pasó de 3.500 kilos entre 2004 y 2005, a casi el doble -6.100 kilos- en 2006. En 2007 la cifra creció aun más: 19.200 kilos. En 2008, cuando el negocio narco se encontraba en su máximo apogeo, el triple crimen destapó el operativo policial, lo cual hizo que la importación se cortara abruptamente en agosto de ese año. Durante esos primeros ocho meses del 2008 había llegado a 15.600 kilos.

La importación del producto crecía exponencialmente, pero su demanda por parte de la industria farmacéutica no alcanzaba ni a 10% de las cantidades importadas. El entonces titular de la Sedronar -el organismo responsable de controlar el ingreso y destino de la efedrina-, José Granero -vinculado al gobierno del ex presidente Néstor Kirchner-, está hoy procesado por tráfico de este precursor químico.

Ante la facilidad para conseguir efedrina en Argentina, los cárteles mexicanos comenzaron a fabricar metanfetaminas directamente en el país. En diálogo con Vértice, la periodista e investigadora mexicana Cecilia González, autora del libro Narcosur, explica que el cártel “de mayor penetración fue el de Sinaloa, por ser el que más se expandió a nivel internacional y el que controla el mercado de las metanfetaminas en Estados Unidos, principal consumidor mundial de esa droga”.

El primer hecho que expuso ante la opinión pública argentina el desvío de efedrina hacia el narcotráfico ocurrió en julio del 2008, durante un allanamiento al mayor laboratorio de drogas sintéticas descubierto en el país hasta ese momento. Funcionaba en una casa de fin de semana en el barrio de Ingeniero Maschwitz, en la Provincia de Buenos Aires, y era manejado por el mexicano Jesús Martínez Espinoza. Allí se fabricaban metanfetaminas en forma de cristal, que luego se enviaban a México o Estados Unidos en botellas de vino. “Don Jesús”, como lo llamaban, había incluso comprado una empresa de calzado para mandar efedrina a México en las suelas de los zapatos.

En el operativo fueron detenidos nueve mexicanos y un argentino. Al igual que Martínez Espinoza, la mayoría de los mexicanos provenían de la ciudad de León, en el estado de Sinaloa. El argentino, Marcelo Tarzia, fue señalado como la persona que puso en contacto a Sebastián Forza con Martínez Espinoza. En el celular de este último estaba agendado el código del handy (un sistema de comunicación por radio a través del teléfono) de Forza, quien se convertiría, apenas tres semanas más tarde en uno de los tres ejecutados a sangre fría.

Un informe producido por el Consulado de México en Argentina en noviembre del 2008 y enviado a las autoridades de su país, relataba detalladamente el escándalo de la efedrina en Buenos Aires. Allí se confirmaba la relación entre Sebastián Forza y Martínez Espinoza. Según el informe, Forza buscaba proveer de efedrina a “Don Jesús”. Emilia Delfino, quien tuvo acceso a este documento, le confirmó a Vértice que “apenas tres días antes de que los empresarios farmacéuticos fueran secuestrados, hubo una conversación telefónica entre Forza y Martínez Espinoza, cuando éste aun estaba prófugo de la justicia argentina, para avanzar en un acuerdo para la provisión de efedrina”.

“Don Jesús” logró huir a Paraguay, pero fue apresado dos meses después bajo una identidad falsa y extraditado a Argentina. En agosto del 2012 fue condenado a 14 años de prisión y hoy purga su condena en este país.

Si bien “Don Jesús”, conocido también como el “rey de la efedrina mexicano”, negó ante la justicia pertenecer al Cártel de Sinaloa, el mismo informe del consulado decía que la cocina de metanfetaminas desbaratada en Maschwitz estaba manejada por una célula vinculada al Cártel de Sinaloa, liderada por Martínez Espinoza.

Esta vinculación fue confirmada posteriormente por Cecilia González en su libro Narcosur, donde revela que el único mexicano exonerado en la causa judicial por ese operativo, José Luis Velasco Colón, lo admitiría en 2012 al ser detenido en México durante un operativo antidroga: “La policía lo identificó como miembro del Cártel del Milenio, una organización que en ese momento tenía una alianza con el Cártel de Sinaloa para traficar metanfetaminas. Velasco Colón se convirtió así en una prueba contundente del vínculo entre el grupo del ‘Chapo’ y la ruta de la efedrina”.

Luego, en el juicio llevado a cabo en Argentina en 2012, Martínez Espinoza admitiría haber conocido a Forza, quien le habría ofrecido el negocio de una droguería para conseguir la efedrina.

Los vínculos presidenciales

Los hermanos Víctor y Marcelo Schillaci; y Cristian y Martín Lanatta, fueron condenados a cadena perpetua –diciembre de 2012- por el crimen que terminó por exponer a la luz el lucrativo negocio de la efedrina en Argentina. Un año más tarde, los hermanos Lanatta y Marcelo Schillaci intentaron fugarse del penal de Sierra Chica. El 27 de diciembre de 2015, lo lograron.

El escape de los Lanatta y Schillaci estuvo rodeado de suspicacias, ya que uno de los prófugos, Martín Lanatta, había señalado en una entrevista televisiva desde la cárcel al entonces Ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, de haberle cobrado 250.000 dólares a Forza para dejarlo “operar” en el negocio de la efedrina, e incluso afirmó que Fernández –y no Pérez Corradi- había sido el “autor ideológico” del triple crimen.

Según el testimonio de Lanatta, luego ratificado ante la justicia federal, Forza era “un estorbo” para el negocio de la efedrina, parte del cual estaría manejado por Fernández a través de un ex agente de inteligencia.

Ya en el juicio por el triple crimen, la viuda de Forza había declarado que su marido le dijo que le había pagado a “La Morsa” para que lo dejaran “trabajar” tranquilo con el negocio de la efedrina. En su declaración judicial ante la jueza argentina María Servini de Cubría el 6 de julio, Pérez Corradi también aseguró que Forza le había dicho en vida que “La Morsa” era Aníbal Fernández. Fue al día siguiente de ser extraditado de Paraguay, tras casi 4 años prófugo. Martín Lanatta no tiene dudas: “La Morsa” no sería otro que el otrora poderoso ministro kirchnerista apodado así por su tupido bigote.

Tanto Lanatta como el ex ministro de los Kirchner eran oriundos del partido de Quilmes, en el sur del Gran Buenos Aires. Además de ser el territorio en el que el ex ministro manejaba los hilos de la política, fue allí donde asesinaron a Forza y a sus dos socios (luego los cuerpos fueron abandonados en un zanjón en General Rodríguez). Ante las cámaras, Lanatta admitió que conocía a Fernández porque hacía ciertos “trabajos” para él, como la tramitación de permisos irregulares para portar armas, otorgados por un organismo -el Registro Nacional de Armas- que estaba bajo la órbita de Fernández.

El negocio continúa

Pese a que luego del triple crimen Argentina cambió la legislación para extremar los controles sobre la efedrina, el informe anual del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre narcotráfico, difundido en 2014, señala a este país como “uno de los principales productores de precursores químicos” en la región. Si bien destaca como positiva la nueva normativa, advierte que el gobierno “no ha identificado al control de los precursores como una prioridad en sus esfuerzos en la lucha contra el narcotráfico. La efedrina entra al país desde el exterior, principalmente desde India. Los precursores químicos para el procesamiento de cocaína son a menudo desviados de la industria farmacéutica”. El informe agrega que no existen estadísticas oficiales sobre el uso y cantidades de estos precursores y que el desvío ilegal de la efedrina no se ha detenido.

“Es la primera vez, desde 2008, que un informe oficial reconoce que el negocio de los mexicanos sigue vigente en la Argentina”, destacó Emilia Delfino a Vértice. El alerta del Departamento de Estado de Estados Unidos fue reiterado en 2015 con Argentina en la lista de las naciones que son fuente de suministro de precursores y químicos para la industria de la droga. Peor aun: el informe de 2015 asegura que el control de estas sustancias seguía sin estar entre las prioridades del combate al narcotráfico.

Los hombres del “Chapo” Guzmán permanecen activos en Argentina porque han encontrado allí a los suplidores más confiables de efedrina. Ahora, sin embargo, la red podría estar amenazada: tras su captura en Paraguay –y aun antes de ser deportado- ya Ibar Pérez Corradi hizo que se dispararan alarmas y preocupaciones entre quienes han manejado el negocio de la efedrina. Negoció condiciones de seguridad para él y su familia a cambio de contar todo lo que sabe de la lucrativa e ilegal actividad que lo tuvo como protagonista. En un audio difundido el 3 de julio por el periodista Jorge Lanata se le escucha acusar al ex ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández; al ex director de Aduanas y titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos, Ricardo Echegaray; y al director de Sedronar, José Ramón Granero, de participar en el tráfico ilegal.

“En la audiencia de extradición yo declaré, pero no lo quisieron anotar en actas que el tema de los precursores químicos, tanto efedrina como cocaína, (José Ramón) Granero le rendía cuentas a Aníbal Fernández y en el tráfico de efedrina, legal e ilegal, estaba vinculado Ricardo Echegaray con un container que entraron disimulado con azulejos”, dijo Pérez Corradi en ese audio.

También advirtió que hará algunas revelaciones en torno al presunto financiamiento con dinero sucio de la campaña presidencial de Cristina Kirchner en 2007. De hecho, tras su arribo a Buenos Aires ya empezó a hablar ante la jueza federal María Servini de Cubría y seguirá exponiendo su versión a lo largo de los próximos días para tormento de unos cuantos funcionarios de la administración Kirchner.

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