12 de Septiembre
Entre señales y Tipas, faltan un par de peniques.
Paseábamos con Río, mi perro, por la plazoleta de la avenida Francia. Ese día el viento arremolinaba las hojas de los viejos Tipas que aún no florecían -bueno, son los últimos en hacerlo- su dulce llanto no se haría notar en aquella tarde. Algo se estaba llevando -¡así que a esto llaman limpiar con viento!-.
A pesar de la frenética ventolera, encontraba el día agradable - que loco esto de sentir que el sol te acaricia la cara -. Río parecía muy entretenido, olfateando - así se deben dejar mensajes, un whatsapp perruno - ambos disfrutábamos mucho de aquellos momentos, inclusive había veces que no quedaba muy en claro quién pasea a quién.
Mientras esperábamos el semáforo escuché un chillido al cual no demore en responder, sabía perfectamente quién era, miré al cielo y ahí estaba, era el hijo de la pareja de taguatos que vivía frente a casa, suspendido en el aire, mirándonos - mira quién apareció Río, parece que nos escucho -. Justo frente a él pasaba una golondrina revoloteando, jugando entre las ráfagas de viento que todavía se hacían sentir - ¡volvieron! Es la primera que veo -.
El último gran viento ya estaba sucediendo, limpiando y barriendo, habilitando un nuevo nacimiento. Las golondrinas habían vuelto después de su larga migración en busca de tierras más calidas, trayendo consigo la alegría y el juego- ¿qué se vendrá? Aaah sí, la primavera-.
Mientras volvíamos a casa me encontré con un cuadro, por lo menos curioso, un libro en un banco, - alguien se lo habrá olvidado o es alguna travesura - suplicando a gritos, ser rescatado o arrojado a las llamas, pidiendo atención para salir de aquel impasse mortificante en el que se encontraba. "La luna y seis peniques" se llamaba - ¿sobre qué tratará? Que desventura terminar así, bueno es a lo que nos está arrastrando esta manera de vivir -.
- ¿Qué decís Río, lo llevamos?
- ¡Sí!
- ¿Vos dijiste algo?
Solo me miraste, fingí demencia, tomé el libro y entramos a casa.