Adiós

Esgrid Sikahall
Vestigium
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3 min readOct 15, 2019

De vez en cuando nos vamos, o de vez en cuando se van. Así es la naturaleza de la realidad donde vivimos y así es la naturaleza de nuestra presencia con otros y de otros con nosotros. ¿Cómo decimos adiós? Esa ha sido una pregunta perpetua en mi corazón desde que supe que «adiós» no era una «optional feature» del sistema, de esas que uno obtiene cuando accede a que la tecnología meta la mano y le saque a uno una gota de sangre más del bolsillo. Tampoco es una configuración, un «setting» que se encienda y apague a voluntad. No, «adiós» no es así. El adiós no es pagado aunque nunca es gratis. El adiós viene «on» y la vida se trata — en medio de batallas campales perdidas tratando de darle «off» — de aprender a pronunciarlo, con dulzura, con dolor, con amor o con coraje, o al menos sacarlo balbuceando de la lengua y los labios cuando el rostro se compunge y la lágrima en silencio toma el «centre stage». Seguramente la garganta y los ojos lagrimosos tienen una conexión extática. No decirlo pesa en el alma y saber decirlo es un arte, un arte escondida que sólo entre Gandalf y Galadriel sucede. ¿Pero qué hago cuando no tengo esa barba, esa sabiduría, ese idioma? ¿Cuando no tengo el poder de hablar lo que en verdad siento mientras que en la realidad hablo cualquier otra cosa? ¡Ay Galadriel, dulce y temible! Qué genio que era Tolkien. Un estudio del «adiós» en el Señor de los Anillos nos haría muy bien.

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La pregunta sigue, late y no deja de latir. ¿Cómo decir adiós? ¡¿Cómo?! El adiós se mueve entre tantas situaciones, entre tantos montones de eventos y sucesos, ¿quién lo agarrará? Aquel Viento que en el principio del tiempo habló vida con su Palabra, que de sus labios salía voz y la voz se tornaba en realidad pura, espiritual y material. ¿Por qué no nos mostró qué era para él decir «adiós»? Tal vez hay que ver con otros ojos lo que fue, lo que es y lo que será. Si este Viento cuya Palabra crea ser, dice también adiós, al menos podemos vislumbrar qué es para nosotros emprender esa titánica misión de dejar de apretar los labios y así hablar amor y dolor en el lenguaje de la realidad — especialmente cuando ella continuamente nos deja y nosotros a ella.

Experimentados somos todos con respecto al adiós. Adiós mami, adiós papi, adiós m’ijo, adiós m’ija. Adiós escuela, U, trabajo, vida, mía o de alguien más. No saber decirlo pesa en el corazón y sin saberlo, sin verlo ni percibirlo, llevamos cargada la mochila de adioses que no lograron salir de la garganta. El nudo es tan grande que Adán y su manzana son un chiste.

Consejo solo el sabio y sabio no hay ni aún uno. No pretendemos buscarlo ni entenderlo, al sabio que dice adiós y hasta luego. Sólo nos preguntamos, nos tocamos el labio con el dedo con pulsaciones discontinuas, ¿qué sería si lograra yo decir adiós? ¿Qué sería si lograra, o al menos no fallara catastróficamente, vivir el adiós? Tal vez allí el sabio sopla y nos deja sentir el aroma de la vida después de la vida, una vida con doble pulsación, creación y nueva creación, cada vez que nos abrimos y logramos decir, pronunciar y articular: «adiós».

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Esgrid Sikahall
Vestigium

Understanding first and then everything else. Sure. How?