El Salón de la Fama (№ 007)

Andrés Pozzi

Porque no somos todos, al final, ¿buenos y malos?

Vestigium
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5 min readJan 6, 2020

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«Me pidieron que me presente mas confieso, nunca he sido bueno para las sinopsis. Es que no me gustan, siempre me ha resultado difícil simplificar: generalmente siento que he tenido más facilidad para agregar que para quitar. Igual, he encontrado que la mayoría de las veces en lo complejo reside el cuerpo, lo interesante de un asunto; pero creo que ya he dicho suficiente de mí.

»Soy un diletante de la literatura. Nunca publiqué nada: es solo hobby. Dudo mucho ser de aquel 1% de las personas en este mundo que se pueden permitir vivir a través de su subjetividad. Mais c’est la vie.

»Tengo 24 años, aunque siempre todavía no sé qué sendero seguir de mi vida. He estudiado marketing y he trabajado en e-commerce en Argentina, aunque hoy en día esté trabajando en la hotelería mientras habito en tierras suabas. Tengo segundos pensamientos sobre mi carrera pero tampoco los quiero aburrir. Con todo debo admitir que muchas veces a la noche una hoja de papel ha sabido ser mi mejor psicólogo.

»En mis momentos de ocio, cuando ocasionalmente tengo una sinapsis un tanto relajada y distanciada de la rutina, noto cómo todo se va tornando lentamente banal e irracional, y ahí es donde solo el arte cobra sentido.

»Para mí, la literatura tiene que ser representación de la realidad — en la que una crítica satírica nunca está de más — además de una cadencia rítmica que sugiera una melodía e ideas nutritivas. La literatura tiene que tener una función a través de retrato del mundo que habitamos, tiene que ser hedonismo lingüístico y también el medio para desarrollar nuevos conceptos y perspectivas. Y como el arte en general: tiene que, debe ser disruptiva.

»Una confesión: nunca he leído literatura contemporánea. Bueno, perdón, sí: Harry Potter. Gran fanático. Pero soy de los clásicos, y más específicamente del posmodernismo y modernismo literario. ¿Tres autores? James Joyce, Fernando Pessoa y Thomas Mann.

»Particularmente me atrae la idea de los heterónimos de Pessoa: distintos alter ego para expresar todos aquellos nichos de pensamiento que conviven dentro nuestro; darle rienda suelta a voces que coexisten internamente pero, quizás, no son a las que más atención prestamos a diario.

Ahora, imagínense un párrafo que sea un oxímoron en sí mismo, donde cada palabra contradiga a la anterior, rozando lo pletórico de lo ridículo, de lo ilógico.

»Todavía no he encontrado exactamente mi estilo, sino que vivo experimentando y jugando con distintas estructuras porque, creo, ellas también hacen el contenido de un texto. Si bien tengo un amorío con la eufonía hace un tiempo, vengo paralelamente barajando el boceto de un nuevo estilo literario que aún no me atreví a arriesgar en un papel. En sus bases se trata de pura, lisa contradicción.

»En nuestras cabezas, las personas albergamos aquellos dos opuestos entre los cuales siempre nos balanceamos y a través de los mismos atinamos a juzgar y prejuzgar el mundo. Bueno, malo; rápido, lento. Ahora, imagínense un párrafo que sea un oxímoron en sí mismo, donde cada palabra contradiga a la anterior, rozando lo pletórico de lo ridículo, de lo ilógico. Comentarios sardónicos, uno seguido del otro, hasta que no se sepa más qué es qué. Una crítica al mundo, al raciocinio y al lenguaje a través del cual es expresado.

»Que el texto termine disparando un cavilar consistente, compuesto de qué opuesto es entonces el “bueno” y qué opuesto es el “malo”. Pero ambos conceptos, con todo enfrentados, coexisten igualitariamente dentro nuestro. El oxímoron también somos nosotros, humanos de sentimientos encontrados. La lógica nos ayuda a diferenciar, a cribar, es útil y servicial, no lo voy a negar; pero para los tiempos que corren se precisa de una corriente literaria destinada a explotar esa oposición, a romper con esa lógica, hasta en las bases más fundacionales de la semántica. Abrir tantas cuestiones y signos de preguntas que uno simplemente comenzara a replantearse todo, pensando “¿por qué pensamos así?, ¿qué es este tal consenso al que hemos arribado?”».

¿No somos todos, al final, buenos y malos?

En Vestigium

Dio un 8 de enero de 2018, un correo llegó a Vestigium… Andrés, bajo otro nombre, y tras algunos percances tecnológicos, se nos unió. Así, a punto de cumplir dos años, llamémosle aniversario, presentamos algunas de sus historias, parte de nuestras favoritas.

Que pasa, y ha pasado, y que a veces nos hacemos los ciegos. Que no son todos, que hay quienes son buenos; buenos y ateos, buenos y cristianos. Pero, pero, pero… Eso no quita que Timmy quedó crucificado, perturbado, con agujeros incurables. Cuánta maldad, no hacen falta los demonios si nos tenemos a nosotros.

Que si vienes con poder, rebozando dinero, eres bienvenido; que si vienes de la desgracia, con humildad, buscando oportunidades, te deportan sin ver más. Que si eras un europeo que coloniza el mundo, eras pionero; que si eres latinoamericano que busca ayuda, eres invasor. Andrés detalla acá una reflexión necesaria en esta época contradictoria.

Como una canción de cuna, con versos dulces, como eso que solo tu pareja te susurra al oído. Como estar en la arena y ver el mar, como dejarse llevar y respirar. Como la paz que dura en la quietud, la que pronto se va, la que tanto dura. Andrés escribe canciones; tú la melodía.

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