Cómo viajar de mochilero con tus amigos y no morir en el intento

León Tórtora
Vestigium
Published in
4 min readApr 15, 2018

Han sido unas semanas muy bonitas, preciosas. Cargadas de fotos y recuerdos que conservaremos para un día mirarlos y volver a imaginar cómo eran aquellos días. Hasta aquí todo bonito.

Pero… ¿cómo empieza la aventura? Todo comienza haciendo la mochila. Primer tip. Ese personaje (véase cuñado de la vida) que se jacta de haber viajado tanto te recomienda que no lleves mucho peso. Tú, inocente criatura, haces tu maleta con un par de zapatos, alguna camiseta y algo de ropa de abrigo. Primer error. Se te olvida el chubasquero y te llevas la pasta de dientes y el desodorante.

  • Cuando llegas al aeropuerto con tu ropa empapada porque ese día ha decidido llover y te has quedado sin tus preciados productos de higiene te acuerdas de lo inteligente que eres.

El comienzo

Te montas en ese autobús cargado de gente, gente de confianza con las que vas a vivir una «experiencia inolvidable». Todo va bien, conoces sitios nuevos, gente nueva, parajes naturales inimaginables, te vas de fiesta y te lo pasas como nunca…

¡Guau! ¿Por qué no vivir siempre así?

Pasas tu primera noche en el autobús, tienes una resaca brutal; ese que ronca no te deja dormir, te sientes extraño por estar durmiendo en un lugar que no es tu cama… Por favor, ¡que acabe esto ya!

Aun así, te levantas al día siguiente con la «pila cargada» y con ganas de patear y seguir descubriendo el mundo. Comienzan a salir los primeros roces con tus compañeros. Resulta que uno quiere descansar, otro quiere ir al mirador, otra patearse el centro y la cuarta ir a comer a ese sitio tan famoso (y caro) de la ciudad. Por cierto, esa noche te vas de la ciudad y no hay tiempo para todo.

Segundo tip. No intentes abarcar todo, disfruta el tiempo que estás allí pues conocer realmente un sitio te puede llevar semanas.

El problema de este momento es que cada uno quiere una cosa y nadie dice nada. Al final alguien revienta. Aunque no lo parezca, viajar en grupo no se separa tanto de trabajar en equipo para que todos queden contentos.

Sigues viajando, algunos días duermes mal (autobuses, vuelos…), otros días mejor (hostal), aprendes a diferenciar rápidamente ese hostal que te va a tratar bien y ese que es mejor evitar en cuanto pruebas uno de cada. Tercer tip, a veces 5 euros marcan la diferencia y no es tan importante ahorrártelos.

Durante el viaje, habrá días que incluso verás el grupo divido entre aquellos que quieren una cosa u otra. Algunos decidirán ir por su cuenta para hacer aquello que quieren; en este momento, comienzas a entender por qué mucha gente viaja sola, pues ese amigo/a que tanto querías ya no te parece tan ideal, ¿verdad?

Puede, y solo puede, que los momentos negativos que duran menos de dos minutos eclipsen todo aquello que deberías estar viviendo en ese momento.

Si has llegado hasta aquí…

Parece que te estoy dando una versión pesimista de un viaje en grupo con la mochila a cuestas. Sin embargo, pretendo todo lo contrario. Al final del viaje, cuando ya está acabando todo, te das cuenta de que en esas semanas has conocido todo lo que no conocías de esas personas.

Seguirán existiendo diferencias en el grupo, pero también aprenderás vivir con ellas, a aceptarlas. Incluso comienzas a reconocer qué le puede agradar y molestar a esa persona durante el viaje.

Sabes en qué puntos sintonizas con ellas y sabes en cuáles no. Sabes cómo comen, duermen, cagan y mean. Sabes sus problemas… En definitiva, sabes cómo son por el mero hecho de compartir tiempo con ella, y eso se traduce en poder.

Poder para tener una conversación con ellas que sabes que no fallará, para planear un día que les encantará, poder para abrirte ante ellas sin ningún temor, poder para fabricar una amistad. Una amistad que no se basará en lo bueno, se basará en lo bueno y en lo malo.

Al final viajar con alguien es compartir tu vida con esa persona. Es simple decir esto, pero implica mucho. Por un lado, empiezas a conocerte a ti mismo, a marcar tus límites. Por otro, empiezas a entender hasta dónde llegan los del resto de personas que están a tu alrededor.

Cuando llega ese momento en que vuestros límites chocan, a parte del enfado, empiezas a buscar una solución a la situación. Al entender que dividirse nunca es una opción adecuada, y forzada, porque no puedes alejarte de esa persona, no te queda otra que arreglarlo.

Este proceso se repetirá varias veces, pero cada vez será más fácil ceder, y cuando comienzas a ceder un poco (y la otra persona también por supuesto), comienza a fortalecerse el vínculo y comienzas a sentirte más cómodo con la otra persona, incluso con aquellas actitudes que antes te molestaban.

Por ello, y tras unas cuantas semanas viajando con mis compañeros de piso, llego a la conclusión de que, si de verdad quieres conocer a alguien, viaja con él/ella. La propia experiencia os forzará a probar los límites de cada uno y ahí es donde se puede construir algo.

Tal vez esta receta pueda aplicarse a muchísimos aspectos de la vida, no solo a viajar y la amistad. No sé vosotros, pero tengo la sensación de que muchas veces llevamos una careta puesta ante la sociedad que nos impide mostrarnos como realmente somos ante los demás, simplemente por el mero hecho de agradar.

Algún psicólogo creo que lo ha llamado «deseabilidad social».

Viajar con una mochila y estar 24 horas con una persona, desde mi punto de vista, quita todas estas tonterías.

--

--

León Tórtora
Vestigium

Psicología, Marketing, redes sociales, actualidad, blogs… Interesado en todo, centrado en nada. 😊