De cuando los escritores debemos corregir (o, más bien, suprimir) a un editor.

Historia real de un manuscrito.

Gabriel Arriarán
Vestigium

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La semana pasada envié un manuscrito a una editorial española. No sé si barcelonesa o madrileña.

No querían el texto y todo bien con eso. Pero consiguieron, al final, que los mandara a dar consejos a su puta madre.

La historia comenzó así.

Unos amigos me habían dado su contacto para enviarles el relato. Lo hice. Al final, uno ya está grande, y que me diga que no una editorial es igual que, cuando a finales de los 90, solía ir los fines de semana al Sargento a ver qué salía. Allí una chica, con sutileza, o brutalidad, daba a entender que no tenía ningún interés, y no había drama. Por lo menos conmigo. Desistía, me tomaba una cerveza con un pata y me cagaba de la risa, y puede que me quedara allí, o que apareciera otra, y que a ella sí le gustara, y entonces, pues, ocurría lo que tenía que ocurrir. Era así de simple. Así es la vida, señores. A veces hay que salir a vender, a veces hay oportunidades que llegan solas. No interesan las razones, porque pueden ser millones.

Pero ahora imagínense que se acercan a una chica. Muy amablemente te dice que no está interesada. Chévere. No hay problema. Pero no. En vez de quedarse allí, ella siente que tiene algo que…

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Gabriel Arriarán
Vestigium

Escritor, periodista, antropólogo, no necesariamente en este orden. Tengo problemas con la autoridad.