¿Del que pica o del que no pica?

Carlos Manuel Montero Flores
Vestigium
Published in
3 min readApr 27, 2020

Por las noches de los dosmiles sólo se oyen los tazos de los niños, chocando uno contra otro, hay un rechinar de las mesedoras puestas junto a las puertas abiertas y para confirmar el calor, se oye ininterrumpidamente el ruido de las chicharras. Conforme te acercas a las casas puedes oír los ventiladores trabándose, tronando mientras cambian de dirección; se oyen las voces de la televisión o la radio; se oyen garnachas friéndose en los sartenes llenos de aceite.

¿El remedio para el calor? Pues tomar algo bien caliente. Al menos esa es la lógica en las ciudades cálidas en Veracruz. Eso es lo que nos dijo el doctor, Carlos Manuel, si queríamos que estuvieras bien de tus bronquios teníamos que mudarnos a una ciudad caliente. Pese a encontrarse en las montañas, bien lejos del mar, Córdoba ronda todos los días los 35 ºC. Pero ni eso evita que se antoje tomar un caldo hirviendo, un café recién hecho o un esquite bien caliente.

Hay un sonido en particular que resuena por las noches: el claxon del carrito de elotes. No es un elotero como los demás. Pedaleando su carro con dos ollas sobre un comal y un toldo que lo protege del sereno, lleva mero al frente un globo terráqueo. Sí, uno de esos globos que ni en las escuelas encuentras, con relieve, montañas y ríos, con división política y tipos de suelos. Para mí, con unos ocho u diez años, me parece enorme, ni siquiera alcanzo a verlo todo por completo.

¿Con chile del que pica o del que no pica? Le dice el vendedor a mi mamá, mientras yo sigo curioseando el globo. ¿Quieres jugar? Te hago una pregunta y si aciertas te regalo un esquite. Tengo pena, qué tal que no sé, pero bueno, en realidad no tengo nada que perder. Ajá. Asiento timidamente. Bien. Señálame dónde queda Mozambique. *Glup* Señalo un lugar aleatorio al norte de África. No. Está aquí. No era tan difícil. Simplemente no sabía.

Tiempo después ya había estudiado bien la ubicación de los países. Conocía ya todos los de América, Europa, buena parte de África y algunos de Asia. De seguro en una segunda oportunidad conseguiría ese mini-esquite de regalo. ¿Quieres jugar? Pues claro que quiero. No sé si era porque me veía confiado o simple mala suerte. ¿Dónde queda el río Yangtsé? *Glup* Nadie me dijo nada de ríos. Señalo algún río que sobresale, no sé si por Pakistán o Irán. No, está aquí, en China. Eso sí era difícil, tenía unos diez años.

Las preguntas nunca dejaron de ser cada vez más complicadas, más específicas. ¿Dónde queda la montaña más alta de América? ¿Señala el desierto más grande del mundo? ¿Cuál es el mar Aral? Jugar por un esquite era resignarme a aceptar mi ignorancia. Era comprender que las cosas nunca son sencillas, por más que te esfuerces, siempre serán más difíciles.

Un buen día, no sé si por lástima o por fin tuve suerte hubo una pregunta fácil. ¿Dónde está la montaña más alta de México? No sé si esto lo enseñen en el resto del país, pero en Veracruz con orgullo se menciona que en la entidad se encuentra el Pico de Orizaba, la montaña más grande del país. *Plop* Ahí. Y señalé un difuso lugar entre Córdoba, Orizaba o Fortín. No pude ocultar mi sonrisa al ver que por fin sacaba un vaso de unicel tan pequeño que parecía más bien tequilero. ¿Con chile del que pica o del que no pica?

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