Del Unabomber a Ortega y Gasset (I)

Onar
Vestigium
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6 min readJan 2, 2018

No sé cómo enfocar este post, la verdad. Vengo de un par de noches de lujos y excesos con Theodore Kaczynski y Ortega y Gasset, y la verdad es que llevo una inercia antisistema brutal. No he dormido mucho porque estos dos tíos, sin saberlo, han levantado púas en mí.

Nota: No apruebo los crímenes cometidos por el Unabomber. El debate sobre si una obra debe ser empañada o no por la biografía del autor lo dejo para otro post, que sin duda resultará interesante.

Para poneros en situación rápidamente, Theodore fue un superdotado con problemas de sociabilidad al que le obsesionaba la idea de que cuanto más avanzaba la sociedad y la tecnología, menos libertad tenía el individuo. Más leyes, más pactos, más normas… se traducía en menos espontaneidad, improvisación y, en síntesis, diversidad. Y si lo pensamos, es verdad. Recurriendo a un ejemplo de lo más mundano, sacar la cabeza por la ventanilla del coche.

Sinceramente, creo que todos tenemos esa imagen de algún anuncio de perfumes o de una película road trip style del año 2000 en la que el copiloto saca la cabeza y los brazos disfrutando del viento en la cara. Bien, eso a día de hoy lo puedes hacer en Ghana, Namibia o cualquier país subdesarrollado. Ir tres en una moto. Construir tu propia casa sin permisos del ayuntamiento. No reciclar. Hay mil ejemplos, pero cuantas más normas hay, menos delincuencia y más civismo, pero menos libertad.

A decir verdad, la alternativa que propone Kaczynski a este problema no es mucho mejor; él habla de revolución, y de hecho enfatiza mucho en revolución y no «reforma», que para él es más de lo mismo. Defendía que la tecnología es otra forma de opresión que además, una vez que llega, nunca se va. Por ejemplo, aunque desaparezca Internet, persistirá la idea y, por tanto, se pretenderá rehacerlo. Solo si desaparecen todos los seres humanos que conocen esa idea, desaparece.

Por el otro lado, tenemos a un gran pensador español, que por ser español ya tiene menos lustre ante el ojo mundial que cualquier anglosajón, pero a decir verdad leerlo es una delicia, aunque también difícil, al menos para mí. En La rebelión de las masas (libro que tiene ya más de medio siglo) Ortega y Gasset expone varias cosas, pero las más importantes son que el hombre medio, es decir, las características que más se repiten en el hombre, se han comido a las minorías, tanto en clase como en actitud. Esto significa que en 1820 había diez casas nobles con baños personales, y ahora no tenerlo es considerado de pobres, y no al revés. Por lo tanto, su primera sentencia es que el hombre medio ha ascendido, y es completamente cierto (al menos en Occidente, pero vamos, que a nivel mundial también). Su segunda sentencia es que el hombre-masa se ha apoderado de las herramientas e inventos de las minorías exquisitas. Coches, teles y aviones, sí, pero también justicia, derechos y empleos cualificados. Así que el hombre-masa, ahora, es lo que antes era la burguesía.

La enjundia de todo esto reside en cómo se percibe el hombre-masa a sí mismo. Las minorías con baños en la Francia de principios del siglo XIX se creían con los derechos a ese baño, y a muchas cosas más, como amantes, fiestas, comilonas, posesión de capital y, en definitiva, con el derecho de hacer lo que les diera la gana cuando les diera la gana. Tenían apetitos, y el derecho a consumarlos. Esto, para el resto, no era así.

Y el hombre-masa heredó estas apetencias, con todo su derecho. De esta actitud nace una gran sociedad de superhombres y supermujeres que alargan la mano y cogen lo que quieren, porque están en su derecho, y su derecho reside en el mero hecho de haber nacido. No tienen que hacer nada para merecerlo (otra cosa es conseguirlo, que para ello tendrán que «pagar»). De todas formas, Kaczynski defiende que uno de los problemas principales de Occidente es lo fácil que se ha vuelto conseguir sobrevivir, lo que obliga al hombre a buscar matar el tiempo de otra forma, que suele acabar en hedonismo y placer, lo cual es pretty obvious mires donde mires, incluso si te miras a ti mismo.

Y digo que es una sociedad de superhombres y supermujeres porque al igual que el león de Nietzsche, este come, caza y folla todo lo que pueda, mientras no esté en juego su vida. Así que aquí tenemos un montón de reyes de la selva haciendo todo lo que quieren, mientras o no le pillen, o las normas se lo permitan.

Así que mucha gente en Occidente saca la cabeza por la ventanilla, pero sabe que le pueden pillar. Están ejerciendo un poco de la revolución, pero lo hacen a sabiendas de que está prohibido. Y esto, a Kaczynski le parece mal, porque se rebelan dentro del sistema, y a Ortega le parece ridículo, porque todo lo que hacen lo hacen en base a los cánones establecidos de lo que al hombre-masa le parece bien o le parece mal, en vez de decidir como individuo.

Ya por último, y por acabar, me parece muy curioso que ambos coincidan en un concepto similar: «hiperdemocracia» e «hipersocial».

Ortega habla de hiperdemocracia haciendo referencia a que nunca tanta gente ha tenido acceso a las decisiones del conjunto como ahora. Todo el poder de decisión se ha diluido en un montón de gente y, aunque cada uno tenga muy poco, al menos tiene, cosa que antes no pasaba. Esto quiere decir que básicamente lo que está bien o lo que está mal, lo decide el hombre-masa, la media, así que las minorías quedan excluidas, y (aquí está la gracia) si quieren ser escuchadas, tienen que conseguir que el hombre-masa, o que la masa de hombres-masa (que es lo mismo) acepten sus opiniones o formas de ver la vida.

Kaczynski llega a el mismo punto, la hipersocialización. Él se refiere a cómo el Estado, o el Sistema más concretamente, va preparando «guías de estilo» para todo, para absolutamente todo. Cuántas relaciones sexuales se deben tener, sobre qué fechas debes casarte, cada cuánto cambiar de vehículo, dónde vivir, cómo vivir en donde debes vivir, la edad para tener hijos o cuántos hijos son «pocos hijos» o «muchos hijos». Podría seguir, hay mil ejemplos. Él dice que es la forma que tiene el Sistema de autorregularse. Pone el ejemplo en su manifiesto de que «los ingenieros están bien valorados porque son necesarios para el Sistema, por eso desde pequeños oímos que trabajar de ingeniero es triunfar más que trabajar de barrendero». Y aunque no lo queramos, la gran mayoría pensamos así.

El niño que nace en Occidente crece tomando todas las decisiones en base a lo que se considera que es correcto o no en la sociedad. Si lo pensamos, casi todo está parametrizado, y hemos llegado a un punto en el que si tenemos que tomar una decisión y no tenemos una referencia, la buscamos. Nos hemos vuelto incapaces de decidir con base en lo que nosotros mismos pensamos, y lo que pensamos lo delegamos en la masa, que ella decidirá, en un medio-largo plazo lo que está bien y lo que está mal.

Ambos tienen mucho en común, ambos aportan mucho desde ángulos distintos y, la verdad, voy a seguir leyéndolos porque las ideas que proponen me parecen geniales. ¿Esperabas una moraleja? No la hay, eso es lo bonito. No busques una p**a referencia, toma decisiones con base en lo que tú crees que es lo mejor, y no con base en lo que se considera «lo mejor».

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